El pozo de Serpil, un "cuento de Navidad" que comenzó en el Hospital San Jorge de Huesca

La familia de una paciente oncológica ha dedicado la construcicón a todas las enfermeras que la cuidaron

21 de Diciembre de 2022
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El pozo de Serpil, de Huesca a Tanzania

Hacía días que no escuchaba una historia tan bonita, donde se mezcla lo dulce con lo salado, de esas que te hacen contener la respiración, te sacuden con un escalofrío y te llenan de sentimientos. De esas que te reconcilian con la humanidad y te hacen pensar que realmente existe mucha gente buena. Es como un cuento de Navidad, un relato que habla de valores, de de amor y gratitud, de las cosas importantes de la vida, que invita a la reflexión y emociona.

Pero la historia no comienza en Nochebuena, ni transcurre en un lugar lejano ni te lleva al siglo pasado o al anterior ni está firmado por Charles Dickens. Sucedió en la ciudad de Huesca hace algo más de dos años, sólo hay que ir al Hospital Universitario San Jorge, atravesar sus muros y preguntar por Serpil Cevik.

Hace un par de años, Serpil Cevik comenzó a acudir al Hospital de Día con los tratamientos programados cada 21 jornadas. Era turca, tenía 43 años, y le acompañaban su esposo y tres hijas.

Olga Matas. Foto Myriam Martínez
Olga Matas. Foto Myriam Martínez

Olga Matas, enfermera en la consulta de Oncología, la define como una mujer "muy educada y muy respetuosa", con la que desde el principio se estableció "una relación terapéutica muy eficaz", porque se mostró "muy colaboradora". Siempre "sonriente y amable".  Y enseguida le cogieron mucho cariño. "Nos hacía sentir que nuestro trabajo era eficaz". 

Mari Carmen Gregorio Mayoral, supervisora del Hospital de Día la recuerda perfectamente. "Tenía un proceso oncológico terminal. Cada 21 días se le ponía tratamiento de quimioterapia en nuestro servicio. Venía siempre con su hija, porque era turca y hablaba muy poco español. Su hija lo hablaba muy bien". Serpil "siempre estaba con una sonrisa, nunca decía no. Fue una paciente muy buena, no se enfadaba por nada. Aunque tuviera días malos, te agradecía todo, tanto ella como su familia, y tuvo una aceptación de la muerte muy buena. Nos lo hizo todo muy fácil". 

Mari Carmen Gregorio. Foto Myriam Martínez
Mari Carmen Gregorio. Foto Myriam Martínez

En una situación como la suya, los momentos de "bajón" eran inevitables, pero incluso así resultaba sencillo "cuidarle y acompañarle".

Mari Carmen Gregorio explica que, además de suministrar los tratamientos, el Hospital de Día cuenta con un teléfono directo para poder llamar al Servicio de Enfermería si surge algún problema. "Hacemos vínculos, porque son pacientes que vemos durante uno, siete o diez años, cada 15 o 21 días, según los ciclos que llevan. Terminas conociendo a sus hijos, sus nietos, las bodas, los eventos familiares, y les coges cariño. Y tenemos la suerte de que les podemos acompañar y minimizar un poco los tratamientos, y que su estancia sea un poco más llevadera".

Es  tanta la implicación y empatía de las profesionales del servicio, que a veces no pueden por menos que verse emocionalmente afectadas. "Tenemos momentos buenos, en los que nos sentimos muy reconfortadas de poder acompañar a esa persona, y momentos bajos, como todo el mundo, y entre nosotras nos apoyamos, no somos de hierro -indica-. Cuando le dan a un paciente una mala noticia y lo has llevado durante cinco o seis años, lo sufrimos. Pero hay que darle la vuelta, voy a acompañar, a mitigar y a estar con ellos lo mejor posible. Y aprendes muchísimo, a valorar la vida y el día a día".

Ana Allué. Foto Myriam Martínez
Ana Allué. Foto Myriam Martínez

Serpil terminó ingresando en San Jorge. Ana Allué explica que llegó ya en fase terminal e intentaron facilitarle todo lo posible el final de su vida. "Estuvo muy arropada por el personal y por la familia, que colaboró mucho en sus cuidados", añade

"El trabajo en la sexta planta es duro -precisa-, porque el paciente oncológico sufre mucho debido a los síntomas que tiene, pero intentamos paliarlo lo más posible, tanto con el tratamiento médico, como de enfermería, como a nivel personal. Les damos todos los cuidados y el cariño que podemos y creo que se sienten bastante arropados. Confían en ti, porque estás mucho con ellos, hablas con ellos y les intentas ayudar en todo lo posible".

A veces la familia es la primera en sucumbir. En este caso, asegura que la adaptación fue muy buena, incluso a pesar de proceder de otro país, pero a ello contribuyó el respeto que ambas partes manifestaron por las respectivas costumbres y tradiciones.

El pozo de Serpil
El pozo de Serpil, una fuente de agua potable que ha hecho felices a unos niños de Tanzania.

EL POZO DE SERPIL

Y después de permanecer unos días ingresada, Serpil falleció. María José Anoro Casbas, supervisora de la sexta planta de hospitalización, especialidad Oncología, recuerda que fueron unos momentos muy duros, con todo el personal volcado con la paciente y con su familia. "Al tiempo tuvimos contacto con las hijas y su esposo, a través de un correo electrónico, en el que nos decían que estaban muy agradecidos por el trato que les habíamos dado en esos momentos tan difíciles para ellos, que siempre íbamos a estar en su recuerdo, y que en memoria de Serpil querían hacer un pozo en una zona de Tanzania, en un colegio en el que las medidas higiénico sanitarias no eran las adecuadas".

María José Anoro. Foto Myriam Martínez
María José Anoro. Foto Myriam Martínez

Y no sólo lo construyeron, sino que incluyeron una placa con el nombre de todas las profesionales sanitarias que cuidaron de ella durante todo el proceso de su enfermedad.

El pasado 14 de noviembre, se cumplió el primer aniversario del fallecimiento de Serpil. La familias les hizo llegar imágenes y un vídeo del proyecto ya culminado. "Nos enseñaban cómo había quedado y nos daban las gracias -relata María José Anoro-. Vino la familia y nos reunimos con ella. Fue muy emotivo y como profesionales es un estímulo para seguir adelante, sabiendo lo bonita que es nuestra profesión"..

Olga Matas asegura que ese encuentro con la familia y algunos de sus amigos resultó muy especial.  Ante un auditorio al que le resultó complicado o imposible reprimir las lágrimas, se emitió en el salón de actos del Hospital el vídeo que habían grabado en la Escuela de Primaria Kipunguni. "Todas estábamos muy emocionadas por la iniciativa de la familia, por esa idea de mantener el recuerdo de Serpil por medio del agua, dar vida y calidad a los niños y niñas que van a hacer uso del pozo".

Admite que reciben gratitud por su trabajo con mucha frecuencia, aunque este caso es "más extraordinario" de lo que suelen estar acostumbradas.

Serpil Cevik se fue un día, pero queda su familia, la gente que la quiso, su memoria y la felicidad que su pozo ha llevado a unos niños de Tanzania. Y queda el Hospial de Día del Hospital San Jorge y su sexta planta. Y, sobre todo, su personal, sus grandes profesionales, dispuestas a seguir cuidando y acompañando a todas las Serpil del mundo que necesiten su ayuda, como han hecho siempre. Escribiendo, con su dedicación, un cuento de Navidad cada día, que siempre acaba bien. Porque son cuentos llenos de amor y de vida.

 

 

 

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