Los restos de Sebastián Bretos Pérez vuelven al fin a Riglos en un emotivo acto

El 3 de agosto de 1936 fue detenido en su huerto y dos días más tarde fue fue asesinado junto a Isidro López

Carlos Neofato
22 de Octubre de 2023
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Flores en la tumba donde ya se encuentran los restos de Sebastián Bretos. Fotos Carlos Neofato
Flores en la tumba donde ya se encuentran los restos de Sebastián Bretos. Fotos Carlos Neofato

En febrero del año 2022, el Equipo Arqueológico Forense de Aragón recibe la solicitud de la familia de Sebastián Bretos Pérez para la recuperación de sus restos. De la mano de ARICO y Miguel Ángel Capapé, se inician las labores de investigación para la localización y exhumación del cuerpo, que se encuentra en el cementerio municipal de Loscorrales, localidad próxima a Ayerbe.

En julio de 2022 tuvo lugar la intervención arqueológica, con colaboración de familiares, vecinos y vecinas de Loscorrales y otras personas voluntarias, así como el Ayuntamiento de este municipio y la siempre presente Asociación de Memoria Histórica Batallón Cinco Villas, de Ejea de los Caballeros, y el Colectivo de Historia y Arqueología Memorialista Aragonesa.

Los trabajos culminan con el hallazgo de una fosa común que albergaba los restos de dos varones adultos. Tras los análisis genéticos, se confirmó que se trataba de Sebastián Bretos Pérez, a quien buscaba su sobrino nieto, Fernando Torralba Lasheras, y de Isidro López Calvo. El ADN de Fernando Torralba había sido analizado gratuitamente por Vall d´Hebron, dentro del programa de identificación genética que coordina la Dirección General de Memòria Democràtica, impulsado por la Generalitat de Catalunya.

Sebastián, de 36 años y natural de Riglos, trabajaba en la fábrica Electro-Química Aragonesa de La Peña y era enlace sindical de CNT. El 3 de agosto de 1936 fue detenido en su huerto, ya que como tantos otros no huyó, por considerar que no tenía motivos. Su compañera Francisca, su hijo y su sobrina Engracia, a la que tenía acogida como hija, nunca volvieron a verle. Guardias civiles y falangistas lo condujeron maniatado al cuartel de Ayerbe, y dos días más tarde fue trasladado a Loscorrales, donde fue asesinado junto a Isidro López y sus cuerpos dejados a la intemperie. Tras encontrarlos así, vecinos de Loscorrales los enterraron en el interior del cementerio.

Isidro López Calvo, natural de Siétamo tenía 33 años. Era albañil y residía en Huesca con su esposa, María. De allí logró escapar, pero fue posteriormente detenido en las cercanías de Loarre. Su familia guarda todavía un retrato de él ya que no conservan fotografías. Tras haber perdido la esperanza en localizar sus restos, una de sus nietas fue contactada por el Equipo Arqueológico Forense de Aragón. Quien creían que era Sebastián había sido hallado con los restos de otro varón que, tras las investigaciones, podría ser Isidro. Finalmente, los análisis genéticos confirmaron que se trataba de ambos. Los restos de Isidro fueron entregados a sus nietas y enterrados en Huesca junto a su esposa en un funeral familiar este mes de octubre.

Este domingo, 22 de octubre, los restos de Sebastián han vuelto al fin a Riglos. Esta que sigue es la crónica del acto.

El cementerio de Riglos está en lo alto. Más alto, incluso, que el centro de interpretación de aves rapaces que, junto a sus impresionantes mallos, hacen de este lugar un referente en la escalada. Junto a su entrada se encuentra una sobria caja de madera que reposa en una mesa; en la caja una pequeña placa de metal que recuerda que, en su interior, los restos de Sebastián aguardan la despedida que cerca de dos centenares de personas ansían darle recordando su nombre, honrando su memoria y depositándolo en la digna tumba que le tienen preparada.

Poco antes del mediodía de este nublado domingo, toman la caja dos personas, un hombre y una mujer, arqueólogos implicados en la exhumaciones; parsimoniosamente trasladan los restos y lo depositan en una mesa ornada con la bandera tricolor, sita junto a su futura tumba. Una rojinegra sujeta al muro del cementerio constituye el fondo adecuado que enmarca el abrazo y la entrega de los restos a la familia. Todo ello en un silencio sobrecogedor, roto tan sólo por la melodía "Somos" que un dúo de músicos versiona con delicadeza.

La primera persona en tomar la palabra es Antonio Ubieto, un muy veterano luchador contra el olvido y experimentado artífice de exhumaciones y actos de homenaje en la zona de Ayerbe y proximidades. Es quien agradecerá la asistencia de los presentes y enmarcará el hecho luctuoso que nos ocupa en los primeros embates del golpe militar que, a resultas de la famosa instrucción del general Mola, había de ser, y así lo fue, extremadamente violenta.

Referirá Antonio, a continuación, los nombres de víctimas de la zona; nombres que ilustrará con datos biográficos de los mismos y relato de su martirio.

Finalizará su intervención denunciando "lo largo que está resultando el posfranquismo y sus secuelas de hasta ahora mismo", y reivindicando que "en España es necesaria, una justicia restaurativa que se ocupe de reparar en la medida de lo posible a la víctima y sus allegados, compensando el daño sufrido…”

Suena "Al alba", suena "A las barricadas" y, casi como contrapunto, se entona  "Erase una vez" , el precioso poema de Goytisolo que evoca el mundo al revés, con príncipes malos, brujas hermosas y piratas honrados.

Será ahora Fernando Torralba quien acceda al micrófono para leer una especie de carta/bienvenida a Sebastián Bretos; una misiva en la que le informa de las últimas novedades familiares, del fallecimiento de quienes hubieran querido verle llegar pero no tuvieron vida suficiente para ello, tan larga fue la ausencia... Carta de emotividad intensa en esta mañana, como todas estas que acogen actos similares, de emociones tan encontradas; de alegría inmensa por haber conseguido, al menos, reencontrar al ser tan injustamente arrebatado; de tristeza ya serena por todo aquello que puedo ser y nunca será, por lo irreparable del daño, por el hueco en las existencias de imposible llenado...

"Quiero decirte -lee con serenidad Fernando- que tus hermanas Catalina, Leónides y Mercedes no aguantaron al espera. Tampoco tu hijo Sebastianet a quien, en brazos de su madre "Tía Francha", tus secuestradores te negaron un beso de despedida".

Está nublado. Mucho. Pero nadie se despoja de las gafas de sol.

Será, a continuación un Goytisolo recio el que, en la voz de Jesús Escartín invada los aires con el eco del joven que no quiere ser soldado para matar a su hermano; el que solo admite esa posibilidad para luchar contra el tirano. Esta voz y esta canción que son ya un telón sonoro de tantos y tantos actos memorialistas en Aragón.

Arantxa y Jaime son una pareja de veteranos republicanos. De lengua y mente abierta e imposible de censurar. Una pareja que ha conocido la injusticia, la represión y las penurias infinitas que la falta de libertad conlleva. De salud delicada ambos, a pesar de lo cual no han querido perder la oportunidad de acompañar a la familia en este trance. Tomará la palabra Arantxa para, en breve y emotiva alocución, hablar de las tristezas y el dolor que provocan las guerras y sus empeños fratricidas. Terminará su intervención con la conocida trinidad que pronunciara Manuel Azaña y que está grabada en su lápida en Montauban: PAZ, PIEDAD y PERDÓN.

Y llega el momento de las despedidas. Fotos de recuerdo de la compañía y afecto que encontró esta familia en este cierre del largo duelo, mientras que el himno republicano suena vibrante y triste, a la armónica de un improvisado músico.

Termina el acto con la interpretación coreada por los asistentes en sus versos bis, del bello tema de "La vida es bella". Imposible encontrar mejor epilogo.

 

Caen (caen)

Mis lagrimas al mar (mis lagrimas al mar)

Tú (tu)

No me veras llorar (no me veras llorar)

Es que solo tu alegria

amansa mi dolor y asi yo sé lo bello que es vivir

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