Alrededor de 120 cofrades, de los 180-200 inscritos, disfrutaban este domingo de una excepcional romería en la Ermita de Jara, en las proximidades de Huesca, donde el viejo templo antaño destruido se eleva orgulloso para acoger a los miembros de una asociación que ahora mismo ya está inscrita en el Ministerio en su condición de organización religiosa y, por tanto, dispuesta para recibir ayudas con las que mejorar el entorno y la propia estructura.
Con el recuerdo permanente de Mariano Bergua, gran benefactor y defensor de la ermita en tiempos complejos frente a tentaciones desmedidas, se congregaban los romeros en torno a un almuerzo que es una tradición. Era la previa a la celebración eucarística a cargo de Fernando Altemir, el párroco de Santo Domingo y San Martín. Homilía en torno a la figura de la Virgen de Jara, al valor de la devoción mariana y a la necesidad de preservar los valores cristianos permanentemente y de manera especial en ocasiones como ésta.
Después de las preceptivas oraciones, los congregados salieron al exterior para disfrutar de las tortas y brindar con el vino que son características de la Romería de Jara.
Momentos para que las palabras sueñen con solucionar esas necesidades del templo y sus aledaños. El mantenimiento, la mejora de unos accesos muy deteriorados, el arreglo de los tejados y algunas pequeñas reparaciones, además de ese proyecto de plantación de árboles para conseguir un entorno más amable. Es cuestión de habilitar las infraestructuras y cavar los hoyos, los voluntarios entre los cofrades se ocupan del resto. Aviso a instituciones y Diócesis.
Aunque muchos retornaron a la capital, en la comida se quedaron para seguir con la confraternización 45 personas que repartieron los elementos y también el coste, a escote, que nada hay caro. La sobremesa se prolongó en medio de alegría y buenos deseos, a la espera de ver cumplidos sus sueños entre los cuales el principal es, ni más ni menos, perpetuar la convivencia entre todos. Al depender de la juventud de todos, parece factible.