San Vicente de Paúl, el cálculo milagroso para alimentar la supervivencia de 7.000 beneficiarios

Las Conferencias de Huesca celebran una jornada de puertas abiertas para concienciar sobre las necesidades de los colectivos más desfavorecidos

05 de Mayo de 2023
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Directivos y voluntarios de la Sociedad de San Vicente de Paúl en Huesca
Directivos y voluntarios de la Sociedad de San Vicente de Paúl en Huesca

La vida nos ha entregado la curiosidad para alimentar el libre albedrío. A partir de ahí, del conocimiento, de la observación, podemos elegir entre un corazón pétreo, inaccesible a la sensibilidad, o la reflexión que desembocará en la acción. En realidad, este sábado, las Conferencias de la Sociedad San Vicente de Paúl en Huesca han ofrecido una oportunidad para conocerlas, y luego decidir. En los perfiles, como ahora se proclama pomposamente, caben los socios, los voluntarios y los donantes. Incluso los simpatizantes, porque todo ayuda.

La escena es serena. Se presenta el cronista sin previo aviso. Calle San Lorenzo, 56. Un edificio que rezuma humanismo. Antes, con los Hermanos de la Cruz Blanca. Desde hace casi dos décadas, la Sociedad San Vicente de Paúl, que fundara el escritor milanés Federico Ozanam con un grupo de laicos católicos en 1833 en París. Sentada, Carmen Garcés, vicepresidenta, junto al ordenador cuyo cometido diario es fundamental para "repartir la caridad" con rigor. De pie, el presidente, Joaquín Almerge Lax, y voluntarios. Ha sido un día especial, una jornada de puertas abiertas. Están satisfechos con la asistencia. En realidad, están siempre satisfechos. En general. Tienen clara su misión y su compromiso, y esto ayuda mucho.

Las cifras cantan, pero por debajo hay melodía. 7.000 beneficiarios, habitualmente en torno a los sesenta diarios, 4.200 bocadillos al año, distribución a los necesitados de alimentos, de ropa, de calzado, de enseres diversos imprescindibles para su supervivencia. Algunos son individuales, otros familias de dos, cuatro o seis integrantes. El presupuesto es de 79.800 euros y reparten 197.900 kilos de comida. Son números y, en algunos casos, se quedan en la fría estadística. En otros...

Cuando Carmen entró en la Sociedad San Vicente de Paúl, eran 115-120 socios. En 2016, había mermado a 95. Hoy, quedan 60. "Desde 2016, se nos han muerto 35". A más necesidades, menos respaldos. El voluntariado está en torno a als 25-30 unidades. Cuando queda apenas un año para cumplir los 170 años en Huesca, las conferencias en la ciudad se han reducido a las de San Lorenzo, San Juan Bosco (en Salesianos), La Purísima (en San Pedro), Santo Domingo y San Martín, y Santa Isabel.

Joaquín tiene una máxima. "Primero, recibir. Respeto. Las preguntas precisas, sin incomodar, con comprensión. Luego, si es menester dependiendo de la demanda, pedir el volante de convivencia para comprobar que lo que pide es justificado". En todos los casos, agrega Carmen, el carisma de San Vicente de Paúl: ningún problema de una persona es ajeno a la Sociedad. Después, cada uno aplica su máxima. Joaquín añade las suyas: lo que nos dan, damos; y, si no vale para mí, no vale para ti. Es la reivindicación de la dignidad personal y universal.

EL CÁLCULO DE LA SOLIDARIDAD

No es trigonometría, pero sí un ejercicio magnífico de rigor. Hay que analizar muchísimas variables, contemplar las aportaciones y complementar con fondos propios. Todo con escrúpulo máximo. No en vano, hay un sistema de gestión que pende del control nacional. La gestión está exigida por la verificación incluso con el Fondo Europeo de Ayuda a las personas Desfavorecidas (las últimas expediciones recibidas, de 10.000 y 17.000 kilos). Y, sobre todo, por la autoexigencia propia.

Una buena parte de la acción solidaria responde a una planificación muy estricta. Familias de distintos tamaños que mensualmente acceden a legumbres, arroces, pasta, conservas, embutido, leche, aceite, limpieza y productos de caducidad más amplia. Semanalmente, fruta y verdura homologable a la de cualquier familia acomodada. Los bocadillos, tres por pesona y día, ora de conservas, ora de embutido, más agua y postre.

El paseo por la enorme casa de la calle San Lorenzo depara imágenes sorprendentes para quien apenas ha pasado de la recepción. Un amplio patio que da a las duchas y a la zona de espera. Muchos se recrean en el aseo. Luego, la de "tienda" en la que el coste de todo es cero, aunque la exigencia y el control es meticuloso. La lavandería da paso a la sección de una ropa cuidadísima. No se admiten prendas en mal estado. Está distribuida en mujer, hombre y niños. El sector del calzado es magnífico, con aspecto prácticamente  inmaculado. novísimo. Sillas para quienes las necesiten, colchones en estupenda disponibilidad de uso, sillas de ruedas, andadores y muletas para la discapacidad. "Es fundamental entender cuál es la verdadera necesidad", afirma Joaquín Almerge.

La Sociedad cuenta con colaboradores extraordinarios. Joaquín y Carmen aluden a Éboca con sus productos de vending que hacen una gran labor, como sucede con Supermercados Altoaragón. Al Banco de Alimentos siempre dispuesto. Y en el caso de los zapatos, Merkal. "La Providencia", a la que apela Joaquín Almerge cuando explica cómo pudo afrontar 8.000 euros para una caldera, en la que repartió entre amigos y comerciantes la ocasión de ser mejores cristianos y mejores ciudadanos. Se suman fruteros y empresarios hortícolas del Bajo Cinca hacia donde se dirige, cuando hay necesidad, "a puerta fría". Les explica las emergencias, y pueden responder no a la primera. A la segunda, su corazón sucumbe.

Entramos en la zona de operaciones, donde todo se traslada a informática, hojas de cálculo, certificaciones para el Fondo Europeo, validaciones y otras tramitaciones. Donde constatan la complejidad de conseguir leche o aceite, mientras les abruman con conserva de cerdo. En ese área, "confiesan" a las familias que les manifiestan su desesperación, disponen de la sala de reuniones y hasta un gran espacio que ceden a la Coral Diego Pontac para los ensayos.

Con Juan, visitamos el espacio más "fresco", las cámaras desde las que se ofrecen berenjenas, pimientos, tomates, plátanos o naranjas. "Todo muy bueno". Es el final del recorrido. El de la ignorancia de cuanto aquí acontece hasta la consciencia de que hay un lugar en Huesca donde te reciben, primero, te escuchan después y finalmente hacen tus problemas suyos para buscar una solución. Dar de comer al hambriento, de beber al sediento, vestiar al desharrapado, calentar al desamparado. Bajo el manto de San Vicente de Paúl, abiertos desde 1844.

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