"Que el Santo Cáliz que acogemos en nuestra Catedral nos mueva a dar gracias a Dios por la entrega de Jesucristo que actualizamos en cada Eucaristía. Y pidamos al Señor que nos dé ojos para ver la verdad, corazón para vivir con profundidad, y manos para construir un mundo más justo y fraterno; antesala de la casa de Dios en el cielo". Ha sido la conclusión de la homilía pronunciada por el obispo de Teruel-Albarracín, el oscense José Antonio Satué Huerto, en la Eucaristía que ha puesto el colofón a la histórica visita de la copa sagrada a San Juan de la Peña y a Jaca.
En estas jornadas con motivo del 75 Aniversario de la Real Hermandad de San Juan de la Peña, la última etapa de su recorrido por la Jacetania remembrando su trayectoria durante siglos, la vivencia ha estado marcada por un fervor muy profundo y un extraordinario orden que es señal de respeto. Desde la tarde del martes hasta este miércoles, la afluencia de feligreses para venerar el Santo Cáliz ha sido continua. La emoción ha sido intensa, tanto como el carácter familiar, desde familias hasta personas mayores que no han atendido limitación alguna o los pequeños fascinados por el Santo Cáliz.
La exhibición de devoción popular ha sido un signo de esperanza, justamente en este año de Jubileo en el que tal virtud se ha convertido en espacio central del devenir de la Iglesia sinodal. En pleno siglo XXI, la fe derriba todo obstáculo a golpe de emoción y trascendencia.
En la Eucaristía presidida por el obispo Satué, cada simbolismo irradiaba sentido cristiano. Cuando el Santo Cáliz ha sido elevado en la señal de la Cruz, un hermoso silencio sobrecogedor se ha instalado en el gentío que rebosaba la Catedral de Jaca. Y, como colofón en una atmósfera impregnada de solidaridad y de compromiso cristiano, una invitación-incitación para disfrutar de la fiesta del Santo Cáliz en Valencia en su día, el 30 de octubre.
LOS TRES CAMINOS
Monseñor Satué ha enfatizado un hecho singular entre hombres y mujeres del siglo XXI: "Hoy tenemos cerca de nosotros uno de los objetos más buscados y reverenciados de la Historia: el Santo Cáliz que Él pudo tener en sus manos". La veneración, ha explicado el prelado de Teruel-Albarracín en tránsito hacia Málaga, no procede de "los supuestos poderes" de las leyendas, "como curar heridas o vencer enemigos. "Lo valoramos porque nos acerca a Jesús y, en particular, a uno de los momentos más significativos de su vida terrena: la Última Cena, que nos ha recordado el Evangelio. El vino que Jesús vertió en este cáliz y entregó a sus discípulos resume toda su vida: una vida ofrecida a Dios y a los hermanos, hasta la última gota de su sangre. La Última Cena condensa su existencia y, además, anticipa su entrega en la cruz, pues el vino que contuvo este cáliz refleja la sangre derramada del Crucificado, la sangre que brotó del Corazón de Cristo".
El Cáliz, ha agregado, acerca a Jesús y habfla de su vida entregada por amor que ha procurado los bienes definitivos, la "promesa de la herencia eterna, la liberación y la purificación de nuestra conciencia de las obras muertas, para que demos culto al Dios vivo". Ha añadido contexto actual para escoger tres caminos: verdad, profundidad y solidaridad.
El primero, ha agregado el jerarca de Sesa, se entronca en una época en la "que la verdad parece haber perdido valor y la falsedad no solo no se castiga, sino que a menudo se premia. La mentira se disfraza de opinión, se viraliza en redes, se normaliza en discursos públicos, en nuestras conversaciones e incluso en ciertas publicaciones pretendidamente religiosas. La llamada “post-verdad” no es otra cosa que la exaltación de la conveniencia sobre la honestidad". Esto es "un veneno para la convivencia, la justicia y la paz; un veneno que no podemos combatir con más mentiras y medias verdades, sino con sinceridad, aunque nos duela, con transparencia, aunque nos cueste".
En cuanto a la profundidad, ha defendido la recuperación del silencio, la contemplación y la reflexión que precisamos creyentes, agnósticos o ateos para evitar acabar "siendo marionetas de la ingeniería social y esclavos de nuestros caprichos". Ha estimado imprecindible "apagar las pantallas, hacer una pausa en la productividad y abrazar el silencio al menos unos minutos al día" para preguntarnos no sólo qué hacemos, sino también por qué lo hacemos y para qué lo hacemos, e incluso adónde nos conduce lo que hacemos.
"Y no olvidemos que Jesús se mantuvo fiel a su misión, hasta derramar su última gota de sangre, la sangre que nos evoca el Santo Cáliz, porque no vivió una vida superficial. Él escuchaba con atención, miraba más allá de las apariencias y pasaba largas horas, incluso noches enteras, en oración, tratando de amor con su Padre del cielo", ha apostillado José Antonio Satué.
El tercer camino, el de la solidaridad. "Estamos llamados, sobre todo quienes vivimos en sociedades privilegiadas, a renunciar a un crecimiento económico desordenado y a practicar una solidaridad más honda y más amplia, que abrace a quienes sufren a nuestro lado, a quienes vienen de lejos y a las próximas generaciones, que tienen derecho a heredar un planeta hermoso y sano". Ha abogado por un desarrollo más humano, integral y solidario, poniendo la economía al servicio de la vida, cuidando la casa común y viviendo para que otros puedan vivir. "Y no olvidemos que Jesús derramó hasta la última gota de su sangre, la sangre que nos evoca el Santo Cáliz, para derribar el muro que separa a los pueblos".
Era ya el tiempo de que el Santo Cáliz emprendiera camino de regreso hacia el lugar desde el que irradia su luz, Valencia, con la vocación universal de extender su beatífica misión por todo el universo.