Sicilia, el gozo de los sentidos

Después de este viaje sólo puedo albergar un sentimiento: mi absoluta declaración de amor por Sicilia

Marco Pascual
Viajero
18 de Diciembre de 2022
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Palermo
Palermo

Posiblemente no exista el lugar perfecto para pasar unas vacaciones. Sicilia sin embargo se aproxima bastante a esa condición. No le falta de nada para saciar las altas expectativas que uno pueda tener, la belleza plasmada de forma masiva en el conjunto de la isla es el cóctel de bienvenida en cada lugar. El rastro de distintas civilizaciones ha dejado un legado histórico dificil de igualar, con una densidad de arte y monumentos históricos tan descomunal que podría ensombrecer a cualquier otra parte del mundo. Esto sería suficiente para arrastar la voluntad de cualquier indeciso, a poco que se disponga de un mínimo de sensibilidad para apreciar los distintos tesoros nada ocultos que posee la isla. Además está el encanto que envuelve cualquier pueblo, cualquier rincón, cada matiz que podamos observar en las cosas que ofrece la seductora visualidad que uno encuentra en el camino sobre las distintas variables, sean paisajes, playas, pueblos medievales o la simple vida cotidiana de los sicilianos. Nada altera el mismo resultado cautivador, sólo se requiere una ligera capacidad de observación y una cierta agudeza en los sentidos. La comida es otra de las cosas interesantes, capaz de satisfacer estógamos exigentes o gustos refinados, pero sobre  todo se puede disfrutar de su cocina típica a precios muy accesibles, especialmente fuera de de la senda que recorren los turistas.  La gente es otro apartado que personalmente influye en el disfrute de un viaje o le da un mayor interés completando la satisfacción. En este aspecto los sicilianos son amables, acogedores, dicharacheros, dispuestos a ayudar en cualquier demanda y hacerte el momento más agradable.

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Valle de los Templos

Para ser el lugar perfecto de unas vacaciones a Sicilia no le falta de nada. En todo caso le sobra una cosa: el exceso de turismo, especialmente en los lugares clásicos como Palermo, la puerta principal de entrada, junto a Taormina o Siracusa.  Yo fui a finales de octubre pensando que sería temporada baja y no estaría masificado de turistas. Por lo visto, todos debimos pensar lo mismo.  Aun así, fuera de los lugares clásicos se puede andar con más tranquilidad, y en alguno aún pude sentirme con licencia de exclusividad al ver que no había ni un sólo turista, con lo que pude disfrutar el doble.  De todas maneras, para tener la sensación de estar solo en la ciudad y disfrutarla en plenitud, el secreto está en levantarse temprano y salir a la calle a las ocho de la mañana, como hice en Taormina y la isla de Ortigia en Siracura, donde tuve toda la ciudad para mí sólo.

Creo que la mayoría de quienes van a Sicilia alquilan un coche para desplazarse como la mejor opción. Era lo que pensaba hacer yo. Sin embargo, después de leer las malas experiencias de algunos, usuarios decidí usar el método tradicional: tren y autobús. Fue un acierto, barato, cómodo y eficaz, sin tener que preocuparse por el cuidado del coche, la búsqueda de aparcamientos o cualquier pequeña contingencia que pudiera sobrevenir.

Ragusa
Ragusa

En lo referente al  alojamiento, sólo cabe decir que fue excelente y a un precio más asequible que aquí. Me quedé en apartamentos, todos en buenas condiciones, muy completos y acogedores, salvo en dos ocasiones, que me quedé en habitaciones de casas particulares alquiladas por sus dueños. Una en el mismo centro histórico de Trapani, y otra en Palermo, donde dispuse de una habitación y un baño mejor que la de cualquier hotel, incluido el trato de Ale, su dueño, un joven extremadamente amable y servicial. 

No hace falta buscar para encontrar la esencia de Sicilia, se encuentra en cada cosa que uno mira y en cada cosa que uno siente. Todo el conjunto de la isla es un inacabable y extraordinario menú degustación colmado de atractivos turísticos, con Palermo como su plato fuerte, donde todo se devora con la vista llenando de placer el espíritu.  La belleza de la portentosa arquitectura elevada a divinidad que se extiende por doquier seguramente es la sustancia principal que compone la grandeza de Sicilia, pero no la única. Atesora otros recursos naturales singulares y magníficos para idealizar la impresión que causa visitar la isla. 

Hay una innegable e inigualable herencia que ha dejado la historia en Sicilia a través de las civilizaciones que ocuparon la isla. Antigüedad podría ser un calificativo que la identifique, pero también belleza, excelencia... y sin embargo excelencia y decadencia conviven estrechamente, términos opuestos que se unen para completar la identidad siciliana.  Es posible estar admirando un monumento o un edificio histórico, y verlos en precario estado de abandono rodeados de suciedad. Belleza sublime y una indiferente dejadez en la conservación del patrimonio histórico que a veces van juntas de la mano. 

Otra cosa que extrañé fueron los supermercados, no vi ninguno. Me preguntaba dónde comprarían los sicilianos.  Una de las respuestas puede ser que los sicilianos mantienen costumbres tradicionales olvidadas en el resto Europa: los mercados en la calle,  lo que a su vez es otro polo de atracción para los turistas, dispuestos a explorar lo ya olvidado o desconocido.  No hace falta ir a un pueblo remoto desconectado del mundo. En Palermo, la capital, se encuentran algunos de los mercados más populares  que parecen congelados en el tiempo de una época anterior, hoy día más frecuentados por turistas que por locales.

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Módica.

Planeé un itinerario para conocer lo más posible en once días de viaje, empezando por Cefalú y siguiendo el sentido de las agujas del reloj para rodear la isla.  Junto al mar y cerca de Palermo, Cefalú es un pueblo encantador cuyas casas se asoman sobre la arena de la playa, protegido por una roca imponente a sus espaldas. En medio está su parte histórica medieval, de calles adoquinadas y estrechas donde se respira un aroma de tranquilidad mientras se pasea.  Algo que tampoco le es ajeno es el encanto que discretamente proyecta la semblanza de sus rasgos arquitectónicos expuestos frente al mar, resaltados por el sol del atardecer.

Taormina fue el segundo punto del recorrido, elevada sobre un monte casi de forma vertical frente al mar. Taormina es quizá el lugar más chic, sobre todo representado por su calle principal, Corso Umberto, que recorre el pueblo de lado a lado, con un arco formando una puerta de entrada a cada extremo. Corso Umberto es el núcleo que resume los atractivos de Taormina, la calle por si misma es un escenario donde se exhibe todo el esplendor en sus edificios, en sus hoteles, restaurantes y tiendas de lujo, la plaza del Duomo y la catedral de San Nicolás de Bari, con la bella Plaza Nueve de Abril, quizá la estampa más icónica de Taormina.  En adición a esto, a un lado tiene la vista del volcán Etna y a otro el antiguo teatro griego, no se puede ofrecer más en tan poco espacio. Lo menos gratificante fue la multitud de turistas que procesionaba a lo largo de la calle de forma constante.  Para reparar esto, la única manera fue madrugar al día siguiente y abordar Taormina a las ocho de la mañana, sus calles desiertas, el silencio y una excelente luminosidad me permitió gozar de un paseo verdaderamente agradable.

Siracusa fue el siguiente destino, quedándonos en la pequeña isla de Ortigia, la parte histórica de la ciudad.  Aquí nos dedicamos a callejear para ir descubriendo el viejo corazón de Siracusa. La parte más destacable es la monumental Plaza del Duomo, con su catedral como principal referencia. Fue el tercer lugar más nutrido de turistas que encontramos.  Por la noche casi disfruté más que por el día, con la iluminación de los edificios o lugares históricos la ciudad adquiría una nueva visión más idílica. 

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Taormina

El plan del día siguiente fue hacer un recorrido por Noto, Módica y Ragusa, tres de las pequeñas ciudades medievales de la isla, enlazando una con otra en autobús.  Sorprende que unos simples pueblos atesoren semejante riqueza histórica y arquitectónica.

Después de Noto, llegamos a Módica justo al mediodia y lo primero que hicimos fue comer en un pequeño y sencillo restaurante frente al hotel Príncipe de Aragona, donde su dueña y cocinera nos deleitó con su comida y extraordinaria amabilidad. Después nos dedicamos a descubrir sus calles de la parte alta con la monumental iglesia de San Jorge, y luego la parte baja.

En la tarde llegamos a Ragusa, el tercer pueblo medieval.  De inmediato nos fuimos a Ragusa Ibla, la parte vieja e histórica. Tiene dos perspectivas, la parte alta y la parte baja. Desde la parte elevada se observan unas vistas impresionantes de la vieja ciudad Patrimonio de la humanidad, que parece encajada al fondo entre agrestres montes y colinas. En la parte baja disfrutamos en su interior haciendo un recorrido por las empinadas callejuelas, pues incluso la parte baja estaba situada sobre una colina. Ese día tuvimos la dicha de  contemplar aquellas maravillas  prácticamente en soledad en las tres ciudades.

El siguiente paso nos llevó a la Villa Romana de Casale, donde el emperador Maximiliano tuvo su residencia hace 2.400 años.  Todas las estancias están plagadas de mosaicos que representan escenas de la vida cotidiana en aquella época,  reconocidos como Patrimonio de la Humanidad.  Se podría decir que es una gigantesca y minuciosa obra de arte plasmada sobre 3.500 metros cuadrados  de suelos y paredes, a la vez que una sugerente visión del pasado.

En la Villa Romana de Casale nos encontramos con muchos turistas, pero luego en Piazza Armerina, donde nos alojamos, no vimos ni uno solo.  No esperaba nada de esta pequeña ciudad y fue una de las que más me dio.  Me sorprendió enormemente desde que empezamos a recorrer su parte antigua, armoniosa y bella, solitaria y tranquila, repleta de monumentos históricos, calles medievales empedradas donde no se escuchaba el más leve rumor, la plaza del Duomo con su imponente catedral, desde donde lo alto se divisa la panorámica  de un entorno con gran belleza paisajística formada por áreas boscosas. Todo era conmovedoramente plácido y hermoso.  Si la renta per cápita de un lugar se midiera por sus edificios históricos, por el número y valor de iglesias antiguas, casas nobles y palaciegas, Piazza Armerina sería el lugar más rico del mundo. Tiene hasta un castillo aragonés del año 1392.  Todo el conjunto histórico, con su arquitectura barroca y normanda, sus viejos edificios de piedra y calles bucólicas, transmiten placer a los sentidos mientras uno cree transitar en un inspirador viaje en el tiempo.

Agrigento fue nuestro siguiente destino, casi con el único objetivo de ir al Valle de los Templos, otro de los lugares imprescindibles, tambien Patrimonio de la Humanidad.  Esta ciudad se fundó en el año 580 a.c.,  lugar que posee el conjunto de templos griegos mejor conservado fuera de Grecia. Perfectamente podría estar catalogado como una de las maravillas del mundo.

Castillo aragonés
Castillo aragonés

Trapani no se encontraba entre los mejores lugares para visitar, pero fuimos allí.  No hay sitio en Sicilia que no valga la pena, y Trapani es una muestra.  En el centro de su parte histórica se encuentra la catedral de San Lorenzo, el monumento más destacable de la ciudad. En esa misma calle se encuentran otros edificios históricos remarcables, y es a la vez la mayor zona de restaurantes, terrazas y ambiente de la ciudad.  Una cosa peculiar que vi al dia siguiente al mediodía fue un entierro en la catedral. Enfrente, a escasos metros, había una terraza con varios clientes comiendo cuando salió el féretro.  La escasa anchura de la calle hizo que el féretro paseara delante de las mesas de los clientes hasta que lo introdujeron en el coche fúnebre sin que quienes estaban comiendo se inmutaran.  Suerte que el séquito era muy discreto, sólo de ocho personas.

En Trapani tomamos un funicular para ir al pueblo medieval de Erice, elevado casi a ochocientos metros de altitud sobre la ciudad. Por las numerosas tiendas de souvenirs, restaurantes y pastelerías que tiene, se deduce que debe llegar bastante turismo. No es muy grande ni tiene una arquitectura impresionante. Aun así cuenta con tres iglesias, un museo, un castillo en la parte más alta y el barrio español  en una parte cercana. Seguramente lo más especial de Erice sea su enclave, con maravillosas vistas panorámicas a todo su alrededor.

Los días siguientes fueron dedicados a San Vito lo Capo y Castellamare, lugares de playa y costa, como otra alternativa.  El atractivo principal de San Vito es su playa y el mar. También pensamos en ir a la reserva natural de Zingaro, sin que al final nos diera tiempo.  Castellamare no es un lugar turístico. Sin embargo tiene muy cerca el pequeño paraíso natural de Scopello, al que tampoco pudimos ir al haber sólo un autobús diario de ida y vuelta. Con todo, Castellamare nos regaló un agradable paseo por su puerto y sus calles del centro, encontrándonos con un sencillo restaurante que a la postre fue el lugar donde más barato y mejor comimos de todo el viaje en Sicilia.

Para los dos últimos días dejamos Palermo, el plato fuerte.  Se podría decir que Palermo es un inmenso museo al aire libre por sí mismo, con una impresionante arquitectura llena de monumentos históricos, iglesias sorprendentes, palacios, edificios nobles y una amalgama de estilos entre todos ellos, con el mismo valor común de lo extraordinario.  En el centro de la ciudad, allí donde uno mira se encuentra con la descomunal huella que ha dejado la historia. Sólo se puede sentir admiración y fascinación cuando uno se encuentra en esta ciudad asombrosa que es Palermo, el catálogo de cosas para conocer y quedar deslumbrado es interminable.

Aún ha quedado mucho por ver y conocer, lugares únicos como la isla de San Pantaleón, Gole de All'Cántara, Ustica, Caltagirona, Rocca di Cecere, Islas Ágatas, Foce de Belice, Cueva de Cusa, de donde salieron la mayoría de las piedras para los templos antiguos de Sicilia, Scicli, Donnalucata o Sampieri, lugares con menor impacto turístico, pero con distintos y valiosos atractivos,  pero eso será para la próxima vez.

Después de este viaje sólo puedo albergar un sentimiento: mi absoluta declaración de amor por Sicilia.  Si pienso en Sicilia únicamente puedo reprocharme una cosa: ¿por qué he tardado tanto en ir?

Sicilia, octubre de 2022

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