Las temperaturas en Texas son extremas y a veces hasta caprichosas. Su clima continental condiciona la vida en este estado americano hasta tal punto que puede llegar a paralizar la actividad cotidiana y obligar a sus habitantes a recluirse en casa durante varios días. Distintas televisiones españolas, sorprendidos los periodistas por los gélidos guarismos de sus termómetros, se han hecho eco este invierno de las difíciles situaciones que deben afrontar los texanos.
María José Jiménez Aguilera, Mary, (Algallarín, 1969) y José Juan Nasarre Sagredo, Jota, (Huesca, 1967) saben mucho de todo esto, porque llevan ya una década residiendo en este estado norteamericano. “En verano, que dura desde mayo hasta octubre o noviembre, el calor es horroroso -asegura Jota-. Tengo una pegatina que pone: Yo sobreviví a un verano en Dallas". Las temperaturas oscilan entre los 38 y los 45º, todos los días. “Esto sí -puntualiza-, si vas a un cine, llévate la chaqueta, porque puedes encontrar el aire acondicionado a 15 grados. Aquí nadie escatima en energía, aunque sea cara”.
Los oscenses decidieron en 2013 dar un giro a sus vidas. Tenían trabajo pero en Huesca no se respiraba abundancia. Un antiguo compañero de Jota, que la empresa había enviado a trabajar a Texas, le comentó que hacía falta un encargado allí y le pidió que se lo pensara un par de días. Él lo tuvo claro en apenas unos segundos.
Lo siguiente fue planteárselo a Mary y así lo hizo cuando llegó a casa. “Estaba bien tranquilita y mi marido salió a la terraza. Cuando volvió a entrar, me dijo: Que me voy a Dallas”, recuerda con guasa.
“Fue todo muy rápido porque yo tenía muchas ganas de salir de España y aquí estamos”, añade él.
Primero viajó Jota y, seis meses después, Mary y los niños volaron hacia un nuevo presente, con un montón de maletas y con mucha ilusión. Lorién había cumplido 13 años y Francho tenía casi 3.
La pareja se conoció en la localidad barcelonesa de Montgat en 1994, ha residido la mayor parte del tiempo en la capital altoaragonesa, aunque también pasó cinco años en el Puerto de Santamaría.
Jota comenzó a trabajar en Alvisa en 1988, y desde entonces se ha dedicado siempre a la construcción de puentes en distintas comunidades españolas, así como en Portugal, Francia e Irlanda. Asegura que una vida “tan errática” le convirtió en "un adicto a viajar”. Por eso, cuando le propusieron ir a Estados Unidos no se lo pensó ni un segundo.
Allí ejerce de encargado general en la filial americana de una empresa española dedicada a este tipo de obra. Su primer destino fue Richardson, muy próximo a Dallas, donde vivieron siete años. Después, hace tres se trasladaron a Fort Worth, una ciudad con mucha tradición vaquera situada a 45 millas al oeste de Dallas. Uno de sus lemas es "Where the West begins” o “Donde empieza el Oeste”.
De la unión de sus zonas metropolitanas (Metroplex), Dallas y Fort Worth crean un área habitada y transitada por casi 10 millones de personas, llamada “DFW”. En total, llevan ya una década, con sus más y sus menos, pero con un balance claramente positivo.
LA ADAPTACIÓN A TEXAS
La adaptación a esta nueva vida no fue demasiado complicada. Mary reconoce que pensaba que Texas iba a ser un estado más cerrado pero le causó una buena impresión. “Hay mucho hispanohablante y con ellos te relacionas muy bien. Hemos formado una buena comunidad, una pequeña familia, entre valencianos, gallegos, madrileños, portugueses, mexicanos y otros latinos". Lo que más le costó asumir es no poder salir a dar un paseo, o quedar en una terracita a tomar algo con los amigos. Pero se fue haciendo, "no fue tan difícil".
Jota explica que en Texas se vive bien. “No es eso de que aquí te vuelvas millonario como antes, está todo mucho más medido, pero se trabaja, tienes una buena casa y, sin derroches, llevas un buen nivel de vida”.
Sin embargo, perciben una sociedad algo cerrada, la población no se relaciona como en España y eso sí es algo que se les hace un poco cuesta arriba. Por eso, cada vez que pueden regresan a Huesca para disfrutar de unos días. Como mínimo, dos veces al año: para Navidad y en el verano. “Además de a la familia y los amigos, echas de menos salir, poder tomarte un café en el bar de abajo, ir por la calle y que te pare un montón de gente. La gente va en coche a todos lados, es todo mucho más impersonal. Se encierran en su casa y no quieren saber nada de nadie”.
También a ellos se les añora y sus amigos celebran su vuelta a España como una fiesta. Son buenas personas, empáticos y cariñosos. Valientes y trabajadores. Y un punto aventureros.
EL CLIMA EXTREMO
Las primaveras son lluviosas y los otoños e inviernos, por lo general, no son fríos. No es raro ir algún día a trabajar en manga corta en enero, aunque es verdad que la temperatura en Texas puede desplomarse 20º en apenas media hora. Hay un dicho: Si no te gusta el tiempo de Texas, espérate 5 minutos que seguro que cambia. Además, todos los años se desatan dos o tres tormentas con temperaturas muy bajas. El aire frío y seco del norte choca con el cálido y húmedo del Golfo.
Entonces, las cosas suelen ponerse un poco feas. "Se revientan tuberías y tienes que dejar que corra el agua si quieres evitarlo. El problema es que aquí no están preparados, no hay un solo quitanieves en todo Texas. Aquí nieva y te quedas en casa. Por consiguiente, el consumo eléctrico se dispara, la calefacción va a tope todo el día y se colapsan los generadores y los transformadores -relata Jota-. Muchas zonas se quedan sin energía y sin agua. Eso sí que es un marrón. A nosotros nos ha pasado en la economía número 1 del mundo. El primer año tuvimos que vivir unos días con el sofá pegado a la chimenea, dormir pegados a ella, hacer los garbanzos en el fuego y procurar que no faltara leña. Me vi como Robinson en la isla y estábamos en Estados Unidos".
Añade que la gente "suele pasarlas canutas" y que es muy común que se vaya la luz y la gente duerma en los hoteles. "En las carreteras no echan sal y en las zonas buenas de la ciudad echan arena para que se pueda circular por encima de la nieve, que en realidad tampoco es nieve, es como una lluvia helada que se convierte en el llamado black ice, que le llaman, el hielo negro, y eso es horroroso".
Mary y Jota han tenido que permanecer este invierno cuatro días sin ir a trabajar, porque no se podía salir de casa, el pavimento era una "pista de patinaje". Afortunadamente, cuando esto ocurre, el colegio, donde Mary trabaja y estudia Francho, activa un protocolo, envía un correo a las familias y pide que los niños permanezcan en sus hogares. Después, van avisando regularmente de lo que se deberá hacer al día siguiente.
"Aquellos días 'sobrevivimos' a base de mucho Netflix y con tranquilidad, porque teníamos los arcones llenos de comida", comentan.
Mary y Jota tienen planeado quedarse un tiempo más en Estados Unidos con su hijo Francho. Lorién regresó a España al cumplir los 18 años, para continuar con sus estudios. En Texas gozan de estabilidad económica y laboral y juntos son felices. Pero no se quedarán ahí "para siempre", aseguran. ¿Cuál será su próximo destino? La vida les llevará.