La Casa Familiar Cruz Blanca de Huesca ha vuelto a llenarse este verano de juventud, ilusión y convivencia gracias a la visita de un grupo de jóvenes de la Asociación Elkarbidea de Vitoria. En total son 29 chicos y chicas, acompañados por tres monitores, quienes durante diez días están compartiendo su tiempo y sus vivencias con los usuarios del centro, en una experiencia que busca fomentar la empatía, el compromiso social y el conocimiento mutuo.
No es la primera vez que esta colaboración se lleva a cabo. De hecho, ya son ocho los veranos en los que jóvenes de distintas promociones de la entidad vasca participan en esta experiencia de voluntariado en Huesca. Tal y como explica Julia Fernández, monitora de atención directa en Cruz Blanca, la convivencia se prepara cuidadosamente para que ambas partes -usuarios y voluntarios- puedan enriquecerse a nivel personal y emocional. Los jóvenes, de entre 17 y 18 años, acaban de finalizar segundo de Bachillerato y muchos de ellos se encuentran a las puertas de comenzar sus estudios universitarios en septiembre.
Las actividades se planifican conjuntamente para favorecer una convivencia real y cercana. A lo largo de esta semana, han visitado lugares como el Museo Pedagógico de Huesca, la propia ciudad y el Parque de Bomberos, al mismo tiempo que han organizado talleres y juegos dentro de la casa, con temáticas tan divertidas como los años 80, que han servido para acercar generaciones a través del ocio y la risa. La programación continuará hasta el lunes, momento de la despedida.
El sentido de esta experiencia va más allá del entretenimiento. Como recuerda Julia Fernández, se trata de que los jóvenes conozcan otras realidades muy diferentes a la suya, se acerquen a personas que han tenido que afrontar situaciones complicadas en sus vidas y aprendan a mirar el mundo con otros ojos, más humanos. Por su parte, los usuarios del centro agradecen cada año esta iniciativa, que rompe la rutina y les permite abrir sus vidas a nuevas amistades, nuevas historias y nuevas sonrisas.
Asís Pinedo, uno de los monitores del grupo, resume muy bien el espíritu que los mueve a seguir apostando por este tipo de voluntariado: “Somos un grupo de fe y tiempo libre de Vitoria, vinculado a un colegio Marianista, y organizamos campamentos y actividades durante el año. En este curso, que es 2º de Bachillerato, siempre proponemos una experiencia de voluntariado y en este caso es en el centro de Cruz Blanca. Aquí tienen la oportunidad de conocer otras realidades, de encontrarse con vidas más difíciles, y así experimentan esa vivencia de servicio, de ayuda a los demás. Es algo que les aporta mucho, convivir, compartir tiempo libre, y también a nosotros nos enriquece como experiencia formativa y vital. Es muy gratificante”.
Además, como parte de su compromiso, los propios jóvenes preparan actividades para los usuarios durante su estancia, mientras que también desarrollan otras actividades internas que combinan momentos de reflexión, formación en valores y trabajo sobre sus propias perspectivas de futuro.
Algo que llena de satisfacción al equipo de Cruz Blanca es ver cómo, año tras año, algunos de los jóvenes que comenzaron viniendo como participantes terminan implicándose como monitores, lo que confirma que esta experiencia deja huella y transforma a quienes participan en ella.
Porque, en definitiva, de eso va todo esto: de convivir, de compartir y de entender que todos, de una forma u otra, tenemos mucho que aprender los unos de los otros. Y, en Cruz Blanca Huesca, siguen esperando con ilusión cada verano, porque saben que esta experiencia merece la pena. Para todos.