Si aguzamos la vista, vemos vida. Ahí abajo. Somos hormigas en la monumentalidad de la naturaleza.
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Metafísica. Cuando abandonamos nuestro pueblo, nos abandonamos a nosotros.
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Dios escribe recto con renglones torcidos. Los caminos serpentean para unir nuestros destinos... aunque los queramos separar.
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Pastar, pacer, vivir, yacer. El ciclo de la vida. Hay rebaño, hay pastor. Se respira humanidad.
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Lo que la voluntad unió, que no lo desvanezca la dejadez. Esperanza. A lo lejos se escuchan voces de hijos pródigos.
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En la entropía, el templo se eleva y Santa Eulalia atruena. Se resiste al abandono y a la decapitación. Atrás quedan los tiempos de su martirio.
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Caminos de ida y vuelta. Nuestras vidas son los ríos que van a parar a la mar, que es el morir. Nuestras vidas son los mares que van a parar al rio, que es el renacimiento.
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¿Depauperación vegetativa? No, las fadas y las encantarias que cada noche, en el silencio, roen las techumbres. Cada día están más gordas las brujas. Sin competencia del homo sapiens.
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En la inmensidad del firmamento, se relaja la paz. En la paz, se abre el firmamento. Lato, luego existo.
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La vida es cuestión de perspectivas. Desde arriba nos creemos invencibles. Pero el precipicio nos pone los pies en el suelo.
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Villa arriba y Villa abajo. Barrio de la Vila y Barrio de Sarrau. El ser humano somos dualidad, de dos en dos. Caballera y caballero. Sin el yin, no existe el yang
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La hiedra escala sobre la iglesia. Creer es crear, crear es crecer. ¿Volverán las oscuras golondrinas?
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