San Benito de Orante, en lo alto de una colina. Templo de peregrinación. Todos buscan unas sensaciones únicas. Desvelar los enigmas. Imposible.
Hace 996 años, el rey Sancho Garcés, aconsejado por el Abad Oliba de Vic, quiso traer a la orden de los benedictinos en su lucha contra el paganismo rampante. Crearon cinco templos, y en el centro el de Orante.
Ahí, en medio del mundo, un templo modesto y, sin embargo, núcleo de la atención mundial. Dentro, un universo inquietante de extrañas sensaciones.
Cuarto Milenio, entre otros profesionales atraídos por su magnetismo, constató presencias y energías. Los visitantes están en lo cierto. Ahí pasa algo raro.
Justo detrás del altar, la experiencia es enigmática. Reacciones incontrolables, escenas de la vida que se manifiestan, impresiones de voces... ¿Sólo la imaginación? Improbable
Convergencias telúricas y misticismo en torno al sol confluyen en San Benito de Orante. Profundizan en los lazos con nuestros antepasados.
Miedos exacerbados, desmayos, llantos, pérdida de la noción del tiempo, sensación de descontrol, bostezos irremediables, angustia. Y, sin embargo, el magnetismo se apodera para atraernos hasta la ermita.
¿Qué incita al ser humano a adentrarse en vivencias zozobrantes? ¿Quizás medir la resistencia a posibles influjos de chamanes? ¿Entrar en otras dimensiones?
La energía ni se crea ni se destruye, sólo se transforma. Alrededor del vórtice de San Benito de Orante, la ermita con la orientación atípica, el ruido es cero y la nieve no se deposita. Esto sí es realidad virtual.
San Benito de Orante, en lo alto de una colina. Templo de peregrinación. Todos buscan unas sensaciones únicas. Desvelar los enigmas. Imposible.
Hace 996 años, el rey Sancho Garcés, aconsejado por el Abad Oliba de Vic, quiso traer a la orden de los benedictinos en su lucha contra el paganismo rampante. Crearon cinco templos, y en el centro el de Orante.
Ahí, en medio del mundo, un templo modesto y, sin embargo, núcleo de la atención mundial. Dentro, un universo inquietante de extrañas sensaciones.
Cuarto Milenio, entre otros profesionales atraídos por su magnetismo, constató presencias y energías. Los visitantes están en lo cierto. Ahí pasa algo raro.
Justo detrás del altar, la experiencia es enigmática. Reacciones incontrolables, escenas de la vida que se manifiestan, impresiones de voces... ¿Sólo la imaginación? Improbable
Convergencias telúricas y misticismo en torno al sol confluyen en San Benito de Orante. Profundizan en los lazos con nuestros antepasados.
Miedos exacerbados, desmayos, llantos, pérdida de la noción del tiempo, sensación de descontrol, bostezos irremediables, angustia. Y, sin embargo, el magnetismo se apodera para atraernos hasta la ermita.
¿Qué incita al ser humano a adentrarse en vivencias zozobrantes? ¿Quizás medir la resistencia a posibles influjos de chamanes? ¿Entrar en otras dimensiones?