Adiós a La Compañía de Gales: se jubilan Pedro y Ángela, dos símbolos del comercio de Huesca

Ángela Pérez y Pedro Gállego cierran una trayectoria de más de veinte años en la tienda de la que son socios y más de cuarenta en el sector

Periodista
23 de Septiembre de 2023
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Ángela Pérez y Pedro Gállego se despiden de La Compañía de Gales. Foto Mercedes Manterola
Ángela Pérez y Pedro Gállego se despiden de La Compañía de Gales. Foto Mercedes Manterola

La puerta de acceso al almacén plagada de fotografías muestra parte del corazón de La Compañía de Gales, que dos instituciones del comercio en Huesca, Pedro y Ángela, Ángela y Pedro, han ido tejiendo en el transcurso de los años con sus compañeros y clientes. Cuelgan imágenes familiares, de quienes han lucido sus trajes en momentos muy especiales de sus vidas, de montajes que han hecho para ferias, de Pedro entrando en el estadio de Anoeta marcando un tiempo de 3.15.00 en la maratón -su mejor marca es 3 horas y 9 minutos- e incluso una divertida fotografía olvidada en un bolsillo de unos amigos en una boda.

Forman parte de un mar de recuerdos que vuelven con más fuerza ahora que Pedro Vicente Gállego y Ángela Pérez se jubilan y dejan una trayectoria de más de veinte años en La Compañía de Gales y más de cuarenta trabajando en el sector del comercio textil en la capital oscense. Un recorrido impecable del que destacan que queda el trato dado al cliente y la familia que siempre han formado en este establecimiento, uno de los pocos de gran tamaño que quedan en la ciudad.

Ambos se conocieron trabajando en Berman, un amplio comercio de ropa ubicado en la plaza San Antonio, en los tiempos de otras tiendas de gran tamaño como Rodrigo López y Almacenes Simeón. Pedro había empezado antes, en 1974, con 14 años -prefirió trabajar a estudiar-. Entonces había que emplearse duro, sin apenas fiestas, e incluso cuando se iban casando sus amigos no conseguía permiso para poder asistir, “algo impensable hoy”, dice. Los empleados entonces hacían de todo, hasta tapizar toda la tienda, o, cuando llegó la ropa vaquera, realizar un montaje muy peculiar en una zona del establecimiento con tablas pintadas que muchos recordarán.

Ángela empezó en Paco Lafarga y también fue un trabajo de muchas horas, en el que no se podía disponer de festivos. Se casó y tuvo que dejarlo. “Es como se hacía entonces, cuando te casabas, te despedían y como después di a luz tampoco me contrataban. Dejé cinco años de trabajar. He sufrido todas las trabas que había entonces por ser mujer y luego he luchado porque las cosas fueran mejor para las mujeres”, apunta.  

El encuentro laboral de ambos en Berman se produjo al irse un dependiente en un verano de más trabajo del habitual. “No podíamos ni coger vacaciones, y entonces incorporaron a Ángela”, recuerda Pedro.

La ropa que se vendía entonces se puede ver en series españolas actuales que vuelven la vista atrás. “Es alucinante cómo llevan a rajatabla la indumentaria. Con mi mujer nos acordamos y sabemos encajar hasta las fechas -dice Pedro-; "ese del 82", lo miramos y así es”. “Un vestido que llevaba la protagonista de “Amar en tiempo revueltos” era el mismo que tenía yo, hasta en el color”, apunta Ángela.

El negocio “iba bien” y nada hacía presagiar el día en que la propietaria les dijo: “Esto en dos meses se cierra”; “nos quedamos con una cara…”, dice Pedro, que sumaba 27 años y medio en Berman. De ahí, a la oficina del paro, donde le apuntaron de antigüedad desde 1994, no daban crédito a que fuera desde 1974.

Eran jóvenes y había que buscar alternativas de empleo. “Nos fuimos a tomar un vermú y dijimos: ¿nos montamos un negocio? En principio no iba a ser conmigo, pero al final lo creamos Pedro y yo”, rememora Ángela. “Fue muy bonito, recuerdo la gran ilusión que me produjo empezar”, agrega.

“Como todos nos conocían, nos daban ánimo, y eso fue muy majo. Abrimos el 1 de marzo de 2002, justo el día que empezaba el euro. Desde el primer momento nos pudimos olvidar de las pesetas”, señala Pedro.

Para crear La Compañía de Gales, en la calle del Parque, recibieron el paro en un pago único –“porque de indemnización por despido no nos dieron nada”, puntualiza Ángela- y contaron con apoyo de la Cámara de Comercio. “Había un servicio gratuito que era un tocho con no sé cuántas preguntas, desde el coste del seguro hasta de las bolsas de distintos tamaños multiplicadas por 3.000. Nos sirvió para poder ir al banco con este análisis que nos daba más de un 90 % de éxito y nos dieron el crédito”, dice Pedro.

Ángela y Pedro en los inicios en La Compañía de Gales.
Ángela y Pedro en los inicios en La Compañía de Gales.

Para decorar su comercio, que luego ampliarían creando un espacio espectacular, realizaron viajes a “tiendas de nivel” en Barcelona y Madrid para tomar ideas. “Esos espejos -señala Pedro- son de Purificación García, y pusimos unos probadores con puertas de tres metros translúcidas, sin luz, donde con solo girar la vista te veías la espalda”. Y todo en La Compañía de Gales “ha sido fabricado en Huesca”, resalta.

Ángela recuerda especialmente la visita a una tienda de una marca francesa que estaba de inauguración. “Nos preguntaron qué buscábamos y les dijimos que nada, que veníamos a mirar porque íbamos a montar una tienda. Entonces, nos lo enseñaron todo, nos trajeron una bandeja de plata con dos copas de champán y al marcharnos nos desearon mucha suerte”.

El nombre de “Gales” viene de unir el inicio del apellido de Pedro (Gállego) y el segundo de Ángela (Lles). Finalmente, no lo pudieron emplear solo y le añadieron La Compañía. “Era muy gracioso, porque al principio nos llamaban los ingleses, los de Lady Di…”, comenta Ángela.

Nacía un nuevo negocio del que estaban al frente como socios, pero que no supuso cambios en la forma de trabajar. “Siempre he pensado que es exactamente igual”, apunta Pedro. “Nosotros nos sentimos trabajadores, eres empleado igual”, señala Ángela. “En Berman habíamos estado todos esos años sin tener a los dueños al lado. Era un poco raro, pero sólo venían una mañana de visita a la semana. Por eso estábamos acostumbrados a hacer cada uno una cosa, y hemos seguido igual”.

Desde los inicios, “como nos conocía, la gente venía -señala Ángela-. Siempre nos han tenido un cariño especial, de eso no nos podemos quejar. Para mucha gente somos Pedro y Ángela, y ese cariño lo hemos sentido”. Han llegado a estar seis personas trabajando en la tienda, entre ellas Paloma suma más años, y María Jesús, la modista, que trabaja con ellos desde el inicio.

Pedro y Ángela en su negocio.
Pedro y Ángela en su negocio. Foto Mercedes Manterola

Comenzaron con todas las líneas para hombre y en mujer más centrado en ropa vaquera y más sport, que luego se ha ido ampliando. “En aquella época sólo había cuatro o cinco tiendas de caballero y podían llegar a 14 o 16 de mujer. Era más razonable”, explica Pedro.

La línea de ceremonia les ha caracterizado. “Hemos tenido muchísimos novios y eso es muy bonito porque vives la ilusión con ellos”, dice Ángela. Han sido un referente no solo para la provincia de Huesca. Pedro comenta cómo han acudido a buscar sus trajes desde Barcelona, Pamplona, País Vasco, Zaragoza… “Muchos nos han comentado que el trato era mejor que el de otras tiendas. Nosotros -explica- les dejamos en las pruebas zapatos, camisas, hacemos fotos… algo que nos parece de sentido común y sorprende que otros no lo hagan”.

De los novios que han pasado queda mucho cariño y muestras de agradecimiento. Especialmente, recuerdan a un novio que pidió el mismo traje para su hijo pequeño. Y es que son muchísimas las parejas que ahora acuden a comprarse el traje con sus hijos. “Oírlos decir: “Papá, estás guapísimo” es una sensación…”, dice emocionado Pedro.

También da para muchas anécdotas como quien no pudo comprarse el traje que deseaba cuando se casó, pero decidió utilizarlo en sus bodas de plata, en este caso de un inusual blanco; “pudo cumplir esa ilusión”. También hay quien -comenta entre risas Ángela- se ha comprado aquí el primer traje de novio, el segundo, e incluso el tercero”. “Hace poco también nos mandó un novio con toda la ilusión una foto de su boda a la que su hija había acudido con un traje de comunión”, agrega. Porque son más que clientes. “El otro día me paró para saludarme un chico de 22 años al que hemos vestido desde pequeño. Eso te llena”, asegura.

Ahora llega el momento de dejarlo tras 49 años cotizados, “que casi me da vergüenza”, dice Pedro, y 44 Ángela, lo que deja claro que ha sido una vida entregada al sector por ambos.

“Le tengo mucho cariño. La tienda me ha ayudado mucho en momentos de tristeza -traslada Ángela-. La gente me demuestra el cariño y eso me ha ayudado a salir del bache que tuve bastante complicado. El trabajo y mis compañeros me ayudaron a salir del fango”, porque han formado “una familia”. “Pedro y yo somos como un matrimonio mal avenido”, dice para bajar la emoción. “Yo soy un poco cabezuda e impulsiva, él es más tranquilo, sosegado, pero nos hemos llevado muy bien, igual que con todas las personas que han trabajado con nosotros. Tenemos muy buenos recuerdos”, culmina.

Ahora están en liquidación y ya no pueden hacer más compras. Esperan clausurar la tienda e iniciar otra etapa y nuevos proyectos al finalizar este año. Ángela resume su próxima actividad como abuela, y Pedro, gran montañero y deportista, piensa que, estando físicamente bien, podrá marcar por el monte senderos que estén en desuso. También es un “manitas” que sabe “hacer un poco de todo”, y alguna rehabilitación ya debe tener en mente.

Lo que les gustaría es que alguien asuma el traspasado del negocio, que cuenta con un inmenso local, ampliado hasta la calle posterior. Se ofrecen a ayudar en lo necesario para que alguien continúe con este comercio, y, ante la petición de algún consejo de quienes han estado siempre en el sector responden: “Temple” y “escuchar un poco más; eso sería muy majo”.

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