Ramón Campillo: "Seguimos procurando un pronóstico feliz para el afligido, ahora con neopreno, crampones, esquís y cuerdas"

El fuera jefe del servicio de montaña de la Guardia Civil con sede en Jaca hizo un repaso en Huesca de la creación y trayectoria de estos grupos

Periodista
01 de Mayo de 2023
Guardar
Ramón Campillo, en primer plano, habló en Huesca sobre el servicio de montaña en la Guardia Civil.
Ramón Campillo, en primer plano, habló en Huesca sobre el servicio de montaña en la Guardia Civil.

El que fuera jefe del servicio de montaña de la Guardia Civil con sede en Jaca, el coronel en la reserva Ramón Campillo del Río, hizo en Huesca un repaso del nacimiento y trayectoria del Servicio de Montaña de la Guardia Civil, en la que han tenido gran protagonismo nombres propios como, citó, los coroneles Juan Atarés, Francisco García Laclaustra y José Fernando Abós Coto, el teniente Fulgencio Carbonell “Chencho”, y aunque no lo apuntó, también Ramón Campillo.

El coronel en la reserva visitó Huesca para participar en el X Ciclo de Conferencias de la Subdelegación de Defensa en Huesca, en la que colabora la Real Hermandad de Veteranos de las Fuerzas Armadas y de la Guardia Civil y la Asociación Española de Soldados Veteranos de Montaña, que se celebra en el Centro Cultural Ibercaja.

Campillo pertenece a la 41 promoción de la Academia General Militar, egresó como teniente en 1986. Ha ocupado destinos de las comandancias de Guipúzcoa, Gerona, Castilla y León y Canarias. Como teniente y capitán ha sido jefe de la Sección de Montaña de la Guardia Civil en Jaca; como comandante, estuvo en la plana mayor del Servicio de Montaña de la Guardia Civil; y como coronel en 2016 fue destinado como jefe del Servicio de Montaña en Jaca.

El coronel en la reserva inició su relato en 1844, con el encargo que recibió el duque de Ahumada de crear un cuerpo policial de carácter estatal para España, con un reglamento de servicio, del que destacó la cartilla, “porque da fundamento a la Guardia Civil de Montaña”, dijo. “El guardia civil -recoge ese texto- procurará ser un pronóstico feliz para el afligido, y que a su presentación el que se creía cercado de asesinos, se vea libre de ellos; el que tenía su casa presa de las llamas, considere el incendio apagado; el que veía a su hijo arrastrado por la corriente de las aguas, lo crea salvado; y, por último, siempre debe velar por la propiedad y seguridad de todos”. “Es lo que hacemos en la Guardia Civil desde que entramos, y algunos entran para poder hacerlo; es la vocación de casi todos los guardias civiles”, aseveró Campillo.

Continuó el relato tras la Guerra Civil, en 1940, cuando la Guardia Civil absorbió el Cuerpo de Carabineros y la Benemérita pasó a su vez a ser un cuerpo del Ejercito de Tierra. “Si absorbes el personal, también las misiones y había que vigilar las fronteras, por lo que se crean las comandancias de fronteras. Los jefes del cuerpo del Ejército de Aragón deciden que los guardias civiles que tienen que realizar esas misiones de vigilancia y control de las fronteras lo hagan con las capacidades necesarias para ello”.

Así comienzan los cursos de esquí, con las 51 y 52 divisiones del Ejército, y su zona de adaptación era fundamentalmente el Valle de Aragón, donde las instalaciones de Rioseta permitían el aprendizaje de las técnicas de esquí. “Siempre había guardias civiles en el refugio de La Mina, también en Bujaruelo y en otro junto al de la Casa de Piedra. Vigilaban esas fronteras en cotas 1400, 1600, 1800 y debían tener capacidad para sobrevivir e incluso para combatir”, recordó Campillo.

En 1954 ya se inician cursos en Coll de Ladrones, en Canfranc, donde quienes ha recibido formación la trasladan a los nuevos guardias de ingreso; "solo a las tropas destinadas en las comandancias de fronteras", y en dos turnos de "tres semanas, un mes... lo que se podía”. Las tropas de montaña portaban entonces el “pulguero” -un “tejido que picaba mucho”-, bastones y esquís de madera, tricornio con “cogotera”, subfusil “naranjero”...

El coronel Campillo se refirió a los cambios que se producían al mismo tiempo en la sociedad civil, con un progreso que llevó a la "tendencia al disfrute organizado del ocio", basado en el deporte y la naturaleza. “Una sociedad, cuanto más desarrollada, más ama la naturaleza, quizá porque es lo que más echa de menos, y ahí la montaña ofrece ambas fácilmente, y además te enseña a arreglarte en la vida”.

Es cuando empiezan a producirse accidentes de montaña, y para hacerles frente, la Federación Española de Montaña crea los Grupos de Socorro de Montaña, con una estructura “compleja, que se basa en voluntarios”, y con la creación de la ENAM (Escuela Nacional de Alta Montaña) “se fijan unos parámetros para crear los Grupos de Salvamento de Montaña (GSM). Era grupo voluntario y sus miembros acudían cuando podían. Algunos tendrían grandes capacidades, gran preparación personal, pero no como equipo, porque era muy difícil que practicaran juntos”. El ejemplo de los franceses ayudó a una mejor organización", citó Campillo.

Entonces era presidente de la Federación de Montaña Félix Méndez, "que hizo muchísimo" por solucionar el problema de los rescates en montaña. “Pero, por ejemplo, Ursicinio Abajo, gran montañero y escalador, vivía en Zaragoza. ¿Cómo iba “Ursi” a socorrer a alguien que tenía un accidente en el tozal del Mallo, en Ordesa?. Los que iban entonces, quienes estaban capacitados para atreverse a escalar el tozal, acudían en moto, algunos también desde Barcelona”, rememora. Era una problemática que se suscitaba en todos lados”.

En Aragón se producían la mayoría de los accidentes de montaña, pero la población aragonesa capacitada para intervenir era muy poca. “Cuando había accidentes, el gobernador civil reclutaba al equipo para intervenir. La noticia normalmente llegaba desde un cuartel de la Guardia Civil, y el gobernador civil mandaba que fuera una pareja con ellos, tomaran nota y levantaran atestado de lo que suceda. Ahí que iba la pareja o trío de la guardia civil que fuese con su capa y su fusil”, explicó. Pero “si recibían la noticia, iban a tener que ir y escribir, pues ¿por qué no hacemos lo que hacen los franceses al otro lado? -fue la reflexión-. En Francia, desde los aludes de finales de los 50 y principios de los 60 en los Alpes, hubo un escándalo porque no tenían a nadie para reaccionar. La Gendarmería dio un paso adelante y formó a sus pelotones y tropas de montaña, y lo mismo hicieron los Carabinieri y la gendarmería austriaca; en Suiza optaron por un modelo privado”.

Félix Méndez planteó esta situación al director general de la Guardia Civil y el resultado fue que se desechó el sistema voluntario y se optó por un modelo profesional y público. “Creo que fue un acierto. Tenemos la base de los guardias civiles de las unidades de fronteras, les formamos, reclutamos más, les damos equipo y ya están desplegados”, apuntó Campillo. “En el modelo profesional y público encaja muy bien con el aspecto vocacional de la Guardia Civil -agregó-, porque somos policía judicial, sujetos a una estructura de mando compleja pero probada y estamos acostumbrados a obedecer a varios”, añadió.

Se habían creado las unidades de esquador-escalador. “En el puesto de Torla había tres, pero lo justo tenían un poco más de ropa, adquirieron conocimientos cuando les dieron el curso y no aprendieron nada más, y hacían su servicio ordinario y si había algún problema tenían que acudir. Es muy difícil en esa situación enfrentarte con lo que hay en el Parque Nacional de Ordesa: grandes desniveles, grandes caminatas, mucho frío, mucho calor, lluvia, nieve...”, comentó.

“A veces hay suerte y hay protagonistas que intervienen, y Juan Atarés (que murió víctima de ETA), jefe del Tercio de Pamplona, se convierte en el inspector del curso. Con él va a salir perfecto por su interés en que vayan adelante las Unidades de Montaña de la Guardia Civil”, trasladó Campillo.

Otro protagonista fue el coronel García Laclaustra, que era el jefe del Tercio de Zaragoza, donde quedan incardinadas todas las tropas de montaña de Aragón y Navarra. "Laclaustra instala un grupo en Jaca y otro en Boltaña, y como jefe en Jaca pone a un amigo suyo, el sargento Fulgencio Carbonell “Chencho”, porque quiere vigilar lo que pasa ya que lo considera novedoso y bueno”.

Como “va funcionando y dando resultado -las intervenciones van aumentando y son fructíferas-, en 1971 nombran un teniente para mandar la sección (Chencho lo hizo muy bien). Teníamos los cursos de Coll Ladrones, donde además de esquiar, se rapelaba, se hacía escalada, se planteaba el rescate… Y va creciendo el despliegue, las unidades dependen de jefe de comandancia o tercio y cada uno le da más o menos importancia".

“Lo mismo que las unidades de trafico se esfuerzan por mantener permanentemente funcionando las grandes vías de comunicación, los guardias de montaña intentaban posibilitar que las estaciones de esquí funcionasen. La EMMOE, con su compañía de esquiadores, ayudaba proveyendo de socorristas a Candanchú, y en Astún y Formigal el socorro lo hacíamos nosotros”, recuerda.

Hacen falta personas para que las cosas den un giro -continuó Campillo-, y lo mismo que Laclaustra salvó las unidades de montaña que seguramente hubieran desaparecido sin él, en 1979, el coronel Fernando Iraizoz, jefe del Estado Mayor de la Guardia Civil, que era diplomado en montaña, dice que esto hay que organizarlo porque cada uno va de cualquier manera; vamos a intentar que haya un curso unificado, que la gente tenga actividades de prácticas… y lanza una orden en 1981 de organización de los equiadores-escaladores, y decide que haya un centro de formación propio y una Inspección. Hace falta inspector, y ese fue José Fernando Abós, entonces capitán y ahora general de división retirado. Fue el gran hito, la suerte que tuvo la Guardia Civil y España de que este hombre con sus capacidades, su preparación y su voluntad se pusiese a la labor. Estuvo de capitán, comandante, teniente coronel, coronel y general; mi jefe en todos esos empleos”, señaló Campillo.

A pesar de la reticencia, Abós convence a Iraizoz de llevar a cabo una reorganización y ya se plantean de manera ineludible los planes de instrucción relativamente duros. “Todos sabemos que la formación, además de capacidades, te proporciona motivación, y si además la formación la provee el mismo que tiene que ejecutar contigo esas actividades, también sirve para cohesionar la unidad, y para que al que no valga se le vea el plumero”, explicó.

El Centro de Adiestramientos Especiales de Montaña (CAEM), centro de formación para esquiadores-escaladores, lo dirigía Abós y también era inspector nacional de todas las unidades de montaña. “Organizaba las clases, cogía el Citroën Visa y se iba a revistar las unidades donde fuese”, como hasta Granada o Arenas de San Pedro, en la otra punta de España. Contaba con la escala intermedia, que eran las áreas. “Yo vine mandar la Sección de Montaña de Jaca -contó Campillo-, el área que incluía entonces Aragón, Navarra y la Rioja. Ese teniente era el interlocutor del inspector para que salieran adelante los planes de instrucción, exigir los niveles técnicos… de ahí salieron lo que luego fueron los Greim y Sereim”.

Los cursos en Coll de Ladrones se simultaneaban con de mando de montaña de la Emmoe; "el último fue el 42, el que yo realicé y acabé en el 1987". Desde entonces, todos realizan el curso de Especialista en Montaña del CAEM, que se crea en 1981 junto con la Inspección de Montaña, ya bajo mando único de Abós.

CURSOS MÁS EXIGENTES DE LA GUARDIA CIVIL

Antes, para ingresar en los cursos había que pasar unas pruebas físicas y "entraba el que más corría, el que hacía más flexiones y el que más saltaba. Ahora, hay pruebas físico técnicas, en las que hay que hacer recorridos complejos; pruebas de escalada, espeleología, además de psicológicas y test de aptitud, que hace que realmente el que llega al curso de montaña ya sabe escalar y esquiar un poco y tiene aptitudes para hacerlo. Además, la recluta se hace sobre guardias civiles que ya lo son, son personas que ya pasaron un proceso de selección y que han acreditado su voluntad de servir a España; los estamos reclutado de una parte seleccionada de la población”, destacó.

Durante el curso, el especialista tiene que aprender a vivir y moverse en la montaña; a autosocorrerse y solucionar sus problemas en la montaña; y a socorrer a otros. "Esa es la esencia del curso. Se comprueba las capacidades, se le ayuda a mejorarlas hasta niveles que le den una amplia autonomía; luego se enseña autosocorro en todos los ambientes, y mientras, se sientan las bases para que tengan lo que hace falta para participar como socorrista en cualquier situación -detalló Campillo-. Es perfectamente autónomo para hacer intervención con helicóptero, con o sin grúa; trabajar con un equipo en una cueva; con un equipo o solo con el compañero en un barranco, en una pared, en la nieve, en el hielo, con lluvia, nieve, de día y de noche. Dura casi un año y es de los cursos físicamente más exigentes que hay en la Guardia Civil”, constató.

Ya en 1990 se hace cargo del servicio a un coronel, “subió el estatus", y el primero fue Jesús del Val Antolín; en 1991 hubo una remodelación y se separaron todos los centros de formación de especialidades de los propios servicios; y en 1992, se incluyen en los planes de formación el espeleosocorro -"hasta entonces los rescates en cuevas eran… no sabías cómo ibas a salir-", rememoró.

“El esfuerzo en clarificar todo, ayudó a, cuando hizo falta a todos los españoles que en los rescates hubiese médicos, ver qué teníamos que pedirles, qué enseñarles, cómo hacerlo para que lo acreditasen…, todos estos procesos tienen mucha historia detrás”, confirmó.

Citó también Campillo el grupo de expedicionario, que "no existe". "Cuando había alguna expedición, se veía cuál el objetivo, cómo alcanzarlo y quién podía ayudar a hacerlo. En 2003 -rememoró- llegamos al Everest, y esto fue culpa de general Abós”. Campillo le transmitió que si se alcanzaba a la cima del Everest ya no había nada más alto para afrontar, pero él le contestó que tenían que hacerlo porque en ese año se marchaba. “Y así fue, ahí se murió de éxito, poco se ha hecho desde entonces, esa es la realidad”.

Por otro lado, Campillo se refirió a que en 1997 termina la implantación del teléfono único de emergencias 112, cuyos responsables son las comunidades autónomas. “Da como resultado que las salas de 112 consideren como recursos propios los autonómicos. La Guardia Civil es un recurso estatal, y los 112 prefieren sistemáticamente atender con recursos de las comunidades autónomas las emergencias que se producen”, relató.

Sobre las estadísticas de los rescates, Campillo valoró que, desde el 81 -también obra de Abós- se asume la responsabilidad de ese escalón estadístico de las actividades. "La oficina de la Inspección del Servicio de Montaña atendía el contar los accidentes, estudiar cómo se producía y tomaba nota de si iba en zapatillas, si era hombre o mujer, edad, de dónde era... Hemos sido una fuente de datos muy fiable para que tanto las federaciones como las comunidades autónomas con interés lancen sus campaña de prevención”, valoró.

Finalizó Campillo hablando de por qué la Guardia Civil hace socorro. “El marco legal es la Constitución, que en su artículo 104, dice que hay que proteger el libre ejercicio de los derechos y libertades; el primer derecho el que te habilita para tener los demás es el derecho a la vida, por eso estamos”.

"Nuestra misión es auxiliar y proteger a las personas; volvemos donde empezamos, será un pronóstico feliz para el afligido -cartilla del duque de Ahumada-, ahora con neopreno, crampones, esquís, cuerdas… y si hay suerte no seremos arrastrados por la corriente como los héroes del barranco de Bellver", en Castellón, primeros agentes del cuerpo fallecidos en acto de servicio humanitario en 1850, a quienes había recordado Campillo al inicio de su intervención.

Suscríbete a Diario de Huesca
Suscríbete a Diario de Huesca
Apoya el periodismo independiente de tu provincia, suscríbete al Club del amigo militante