El lunes pasado, 10 de octubre, falleció en Huesca el guitarrista Albert Cubero. La noticia que apareció en el Diario de Huesca se divulgó rápidamente, de manera especial entre los músicos y los aficionados al jazz. No voy a insistir en su biografía musical que podéis consultar en esa necrológica.
Muchos habréis estado presentes en los conciertos que ofreció estos últimos años en Zaragoza, en el Casino y el Matadero de Huesca, en Graus, etc. Yo lo escuché por primera vez en Secastilla. En el video de hoy me gustaría presentarlo en su faceta más jazzística, la que desplegó con la banda Ònix en los años 80 con músicos muy relevantes de su generación. Os propongo una grabación de 1985 para Televisión Española que recoge muy bien tanto su trabajo melódico como sus brillantes solos. Con Albert están también Lluís Vidal (piano), Zé Eduardo (contrabajo) y Jorge Rossy (batería) en un tema de este último, Una Suiza en Granada.
Los funerales de músicos de jazz siempre han tenido su aquél. Las procesiones fúnebres de Nueva Orleans eran un espectáculo musical que integraba costumbres europeas y africanas. When the Saints go Marching In era una de las canciones obligadas. Todavía en 2002 el trompetista Wynton Marsalis dirigió la procesión que escoltaba el ataúd de Lionel Hampton en Nueva York. Todos recordamos -y hay video en Youtube- el funeral de John Coltrane en el que tocó Albert Ayler. En nuestro caso hay que agradecer a Enrique Lleida que tocara con el órgano de la basílica de San Lorenzo Stella by Starlight, a la entrada del féretro, y Blue in Green de Miles Davis, la canción más triste de Kind of Blue, al término de la ceremonia. Gran detalle de un músico que tocó con Albert en el primer Festival San Sebastián de Castejón Sos en 2008.
También agradecemos a Joan Manel Serrat su llamada -de él o de su representante- a la familia. Y muchas gracias a la familia por el detalle de regalar una púa de Albert a los que estuvimos en el acto.
Esta semana no sé si despedir esta columna con el habitual ¡Feliz domingo de Jazz! Creo que sí, porque Albert se marchó feliz y reconciliado con su familia, con sus amigos, con sus cuidadores, con la música, con el mundo y con Dios.