En el vibrante escenario musical de la Gran Manzana, la ciudad que nunca duerme, destaca la brillante figura del pianista aragonés Alberto Menjón. Profesor asistente en la prestigiosa Manhattan School of Music de Nueva York y egresado destacado del Conservatorio Superior de Música de Aragón, su trayectoria resulta impresionante, vive un presente lleno de oportunidades y su futuro no parece tener límites.
Este sábado, ha sido la estrella invitada de la minigira que ha llevado a la Orquesta Sinfónica del Conservatorio Superior de Música de Aragón (CSMA), dirigida por Borja Quintas, al Palacio de Congresos de Huesca y este domingo, a la sala Mozart del auditorio de Zaragoza. Estos eventos forman parte del 44º ciclo de introducción a la música y marcan el ecuador de las temporadas musicales en ambas ciudades.
En este concierto, ha interpretado el Concierto nº2 para piano y Orquesta de Serguéi Rachmaninov, una obra maestra con la que ha demostrado su destreza. "Los compositores rusos, hoy estarían en la cárcel, muertos, o serían proscritos", considera el pianista aragonés, contento de poder reivindicarlos.
Previamente, la Orquesta ha tocado la Obertura Ruslán y Ludmila, de M. Glinka, y después de Menjón, la Sinfonía núm.1, op. 13, de P. Tchaikovsky.
Sus manos han volado por las teclas del piano, las ha acariciado y les ha arrancado con energía todos los sonidos inimaginables, en una exhibición de virtuosismo y sensibilidad. Y todo ello, de memoria, sin partitura.

Alberto Menjón nació en Zaragoza en 1993 y la música salió a su encuentro, le dio la bienvenida y, de manera natural, comenzó a acompañarle ya en sus primeros años de vida, en sus primeros pasos y en sus primeros juegos.
Su padre, que había estudiado un poco, tenía un piano en casa con el que Alberto enredaba ya desde bebé. Y le fue enseñando algunas nociones, hasta que sus progenitores se dieron pronto cuenta de que necesitaba un instructor más profesional.
Pero la edad de admisión en los centros era más elevada, así que comenzó a dar clases con una profesora de nacionalidad española y origen armenio Nairi Grigorian Avakimov, que tenía una academia de música. A los 7 años, Alberto Menjón ya había ganado un premio. "La música me gustaba muchísimo y, por lo visto, aprendía muy rápido -relata-. A mí siempre me ha gustado tocar el piano; y salir a compartir lo que uno ha trabajado y de repente que te estén viendo mil personas, es muy bonito".
Ingresó en el conservatorio a la temprana edad de 15 años (lo habitual es a los 18) y su talento le permitió estudiar en Alemania y, posteriormente, en Estados Unidos. "El Conservatorio apostó por mi, vieron que realmente esa era la la formación que necesitaba en ese momento y me dejaron entrar", destaca. Su profesor fue Iván Citera, obtuvo el título de Licenciado con matrícula de honor y fue primero en su promoción.
Sus compañeros siempre eran mayores que él y reconoce que eso le hizo madurar más deprisa que otros chicos de su edad. "He reflexionado mucho sobre eso. El entorno donde uno está puede ser muy, muy favorable o muy desfavorable, influye mucho. Cuando luego me fui a Alemania o me fui a Estados Unidos, había gente de todo el mundo y aprendías cosas de una manera muy natural, que a lo mejor en otros ambientes no habrías podido".

ALEMANIA Y ESTADOS UNIDOS
Decidió estudiar un Máster de Música y, como no había en España, se presentó a varias pruebas de acceso en diversos países y todas las superó. Finalmente, se decantó por Alemania, por la Meisterklasse de la Hochschule für Musik “Carl Maria von Weber” de Dresde, y allí se fue con sus 20 primaveras para seguir creciendo cuatro años más.
La ciudad, situada más al sur que Berlín, le recordaba a Zaragoza por su tamaño. Allí completó el Máster en Música en julio de 2016 también con la mejor nota, bajo la dirección del profesor Winfried Apel. "Allí está una de las orquestas más antiguas del mundo, la ópera es estupenda, yo vivía rodeado de de cultura por todos lados y tenía compañeros que venían de todo el mundo -Japón, Corea, América- a buscar lo que yo buscaba y eso es muy bonito y enriquecedor. Fueron cuatro años estupendos".
Su profesor le recomendó que continuase con su formación. Había logrado a los 24 años, lo que la mayoría no alcanza hasta los 30, así que decidió estudiar un doctorado y cambiar de aires.
Alberto Menjón puso rumbo a Nueva York. "Cambiar de continente era también una manera de ver cómo se entiende la música allí y tener una visión muchísimo más general".
Al proceso de selección para entrar en la Manhattan School of Music de Nueva Yorkse se presentaron 400 aspirantes y sólo se invitó a realizar las pruebas a 30. De estos candidatos, se seleccionaron a 6, pero sólo tres como profesores asistentes: uno de ellos, Alberto. "Esto es muy bueno, porque estás en una escuela estupenda y haces currículum. Y estás con gente extraordinaria, la verdad es que es un privilegio".
En cuanto a las diferencias entre la visión de la música en Estados Unidos y Europa, el pianista cree que a menudo están determinadas por el mercado económico. En Estados Unidos, se enfatiza la eficiencia económica, ya que las instituciones culturales dependen en gran medida de financiación privada y donaciones. A pesar de que esto acelera el proceso, también puede tener aspectos negativos al buscar abaratar costos. No obstante, se destaca el dinamismo y el sentimiento de comunidad entre artistas, quienes contribuyen significativamente a la riqueza cultural del país.
Esta colaboración y apertura son menos evidentes en Europa, donde la financiación pública de instituciones culturales puede plantear preocupaciones sobre su sostenibilidad a largo plazo. Se sugiere la necesidad de una mayor pedagogía y publicidad para comprender el valor y los beneficios de la inversión pública en cultura, especialmente en el contexto español.
El año que viene entregará su tesis doctoral, que versa sobre el compositor español Óscar Esplá (Alicante, 1886-Madrid, 1976). "Es un poco desconocido, en general, pero es un gran compositor. Fue alumno de Manuel de Falla y tiene una música de muy buena calidad".
Añade que tuvo mala suerte y se lamenta de que no sea tan conocido como otros autores importantes de la época como Joaquín Rodrigo, por ejemplo, pero insiste en que "tiene música de suficiente calidad como para estar en el podio de los compositores españoles del siglo XX". Esplá también está muy vinculado a Zaragoza, porque Pilar Bayona y Eduardo del Pueyo estrenaban sus obras y se hicieron muy amigos.

SUS REFERENTES Y EL FUTURO
Alberto Menjón reconoce que, aunque todos los músicos suelen hacerlo, él no se considera un compositor y admira a muchos que lo hacen mejor que él. Y como intérprete, destaca a pianistas del siglo XX como Sviatoslav Richter y Arthur Rubinstein, sobre todo por "la frescura en las interpretaciones, es muy fácil empatizar y una maravilla escucharles".
Menciona la influencia que han ejercido sobre él us profesores y, especialmente, todo lo que aprendió del pianista aragonés Pedro Carboné, fallecido el año pasado, al que tuvo la oportunidad de conocer personalmente y que le ayudó "muchísimo" en sus inicios. "Yo creo que en parte soy lo que soy gracias a que alguien recorrió el mismo camino que yo unas décadas antes, y al final no es un camino tan diferente", comenta.
Ante el futuro, Alberto Menjón mantiene una actitud abierta y flexible. Desde la posibilidad de convertirse en profesor universitario o regresar a España, su deseo más profundo es estar a gusto con lo que hace, sea en el lugar que sea.
No obstante, se muestra agradecido al Conservatorio Superior de Música de Aragón por la "muy buena formación" que recibió, por lo que le gustaría también tener la oportunidad de aportar algo. "La idea es tender los puentes", resume.
Menjón afronta con ilusión el concierto que se va a celebrar en Huesca, porque en un principio el destino iba a ser únicamente Zaragoza, y también se muestra encantado con el repertorio. "Estamos en una época en la que a lo mejor los rusos no están muy bien vistos, pero yo creo que hay que reivindicarles, probablemente, todos estos compositores que se interpretarán en los conciertos, hoy estarían en la cárcel, muertos, o serían proscritos".
El pianista aragonés recuerda, además, que en Rusia hay mucha gente y mucha cultura, y no toda la ciudadanía abraza el pensamiento oficial.
Desde su nacimiento, el pianista aragonés ha integrado la música en su vida como una forma de comunicarse y expresarse. Considera que interpretar la obra de compositores es una conexión íntima con sus pensamientos y emociones. A diferencia de pintores o escultores, los músicos dan vida continuamente a la obra, lo que les permite sumergirse en la mente del creador. Menjón valora la intemporalidad de los sentimientos, capaz de transmitir experiencias de hace 300 años.