Alberto Sabio recorre los años americanos de Sender hasta su reencuentro con el Cinca

El catedrático de la Universidad de Zaragoza participó en el ciclo de conferencias organizado por el Instituto de Estudios Altoaragoneses

Periodista
08 de Marzo de 2025
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Alberto Sabio con Luis Gómez y Susana Villacampa, en el arranque de la conferencia que impartió sobre Ramón J. Sender.
Alberto Sabio con Luis Gómez y Susana Villacampa, en el arranque de la conferencia que impartió sobre Ramón J. Sender.

El catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Zaragoza Alberto Sabio Alcutén ofreció en el Instituto de Estudios Altoaragoneses (IEA) una conferencia en la que abordó los años de estancia de Ramón J. Sender en Estados Unidos y su participación en la Guerra Fría cultural, con la que continuó el ciclo de charlas por los treinta años del I Congreso sobre Ramón J. Sender, que inició la profesora Donatella Pini y que cerrará el 2 de abril el profesor José Domingo Dueñas.

El acto, celebrado este jueves, fue presentado por el coordinador del Centro de Estudios Ramón J. Sender del IEA, organizador del ciclo, Luis Gómez Caldú, de quien Sabio recordó que fue quien lanzó la “feliz iniciativa allá por 1985 de crear un centro, que entonces se llamó senderiano”, por lo que "hay otro aniversario que celebrar", dijo.

Alberto Sabio Alcutén desgranó la trayectoria de Ramón J. Sender en Estados Unidos desde su primer viaje en 1938 hasta su primer regreso a España en 1974, en una amena exposición cargada de anécdotas y palabras del propio escritor, y profundizó en su papel dentro de la Guerra Fría cultural, a través del Congreso por la Libertad de la Cultura, la revista Cuadernos y también desde la agencia literaria y periodística de su amigo Joaquín Maurín.

En 1938, Sender llegó por primera vez a Estados Unidos como parte de una delegación que buscaba difundir la causa republicana y recaudar fondos solidarios. Como relató Sabio Alcutén, el escritor de Chalamera habló en el mitin de clausura, que se celebró en el Madison Square Garden ante 22.000 personas. Poco después, Sender tuvo que salir de España definitivamente. En marzo de 1939, embarcó con sus hijos en el buque Manhattan rumbo a Nueva York, donde Ramón, que tenía entonces 4 años, y Andrés, con 3, fueron acogidos por la familia de Julia Davis, hija del ex candidato presidencial demócrata John W. Davis. Como contaba Sender a Maurín, "Julia gozaba con estos pequeños como si fueran los hijos que no tenía" y le pidió que se quedaran con ella cuando el escritor fue a México, donde pasó una estancia "bastante lastimosa", contó Sabio. 

En sus cartas, el escritor de Chalamera confesaba su temor a permanecer en México. "Los rusos, por orden de Moscú, han decidido actuar contra algunas personas, entre ellas yo. Me amenazaron dos veces", escribió. Sabio subrayó que "Sender temía por su vida y no quería que sus hijos sufrieran otro shock tras la Guerra Civil". Sobre este asunto, en 1955 le escribe a Maurín: “Creo que los comunistas han renunciado y se conforman con lo que ellos llaman la muerte civil, es decir, la persecución sistemática por la calumnia”.

En México, "siempre pensó que los exiliados comunistas le ponían obstáculos e impedían la promoción de su trabajo. Tenía reticencias especiales hacia Rafael Alberti", señaló Sabio. Solo encontró apoyo en el editor Bartolomé Costa-Amic, quien le facilitó una entrevista con Trotsky, donde se produjo un intercambio de impresiones sobre la historia de España y Rusia. Sender le dijo a Trotsky: "En España los abuelos de mis abuelos eran ya libres y en mi patria aragonesa de Sobrarbe hubo en plena Edad Media antes leyes que reyes".

Regresó a EE.UU. en 1942 con una beca Guggenheim y la ayuda de Eleanor Roosevelt y se instaló en Nuevo México. "Siempre vivió en lugares como una marcada huella española", recordó Sabio. Primero en Santa Fe y luego en Las Vegas, donde colaboró con un programa de ayuda cultural a los ciudadanos de habla hispana más modestos. Allí conoció a Florence Hall, que trabajaba en el Departamento de Estado, con quien se casó en 1943.

Fue nombrado miembro de la Sociedad Hispánica de América, una institución creada en 1908 por Archer Milton Huntington, magnate estadounidense que fue protector del pintor Miquel Viladrich, al que compró cuadros para la sede de esta fundación. Sender se maravilla al “contemplar un jardín del Cinca en el cogollo de Nueva York”, como describió. "Había conocido a Viladrich antes de la guerra y ahora contemplaba esos cuadros con años de alejamiento, y dice Sender que encontrar esa colección en el fondo de Manhattan “es como una llamada al orden simple de las cosas y a la inmensa trascendencia de esa sencillez”", relató.

Parte del público que asistió a la conferencia de Alberto Sabio.
Parte del público que asistió a la conferencia de Alberto Sabio.

Otra curiosidad que contó Alberto Sabio es que Sender trabajó en la Metro Goldwyn Mayer como adaptador de películas al español, aunque exigió que su nombre no apareciera en pantalla y firmó con el seudónimo "Clemente Azlor", en honor a su tierra. Se nacionalizó estadounidense en 1946 y en esa época fue cuando más escribió en las revistas Aragón y Las Españas, que dirigía otro aragonés, José Ramón Aranda, y también colaboró con intelectuales exiliados como José Manuel Blecua.

Desde 1947, Sender fue profesor de literatura española en la Universidad de Nuevo México y su puesto en la Metro Golden Mayer lo pasó a ocupar Francisco García Lorca, hermano de Federico, aportó como detalle Sabio. Sender y Florence se compraron su casa en Alburquerque y la decoraron a la manera española. “Este aragonés no ha dejado nunca de vivir en España”, escribió un periodista italiano, al trasladar detalles de la vivienda del matrimonio, testimonio de su “incorruptible fidelidad”. "Sender, junto a la nostalgia de su tierra aragonesa y española, siempre se impregnó de la cultura de Nuevo México, y esto le vino muy bien para redactar El bandido adolescente”, aportó Sabio.

En sus clases, Ramón J. Sender prestaba especial atención a Don Quijote, siguiendo el esfuerzo desde el exilio "por identificar la causa republicana con algunos símbolos culturales netamente españoles. En ese sentido -abundó Alberto Sabio- una figura emblemática era Don Quijote, referente y modelo español de justiciero y ejemplo de resistencia. Sender llegó a escribir que era "un libro exiliado"".

El escritor de Chalamera tuvo dificultades para la publicación de El rey y la reina, rechazada por editoriales como Losada de Buenos Aires, debido, según él, a influencias de Guillermo de Torre y Rafael Alberti, acerca del que mencionó como causa "nubecitas estalinistas". Como explicó Sabio, el libro se publicó antes en inglés que en castellano, e incluia "una sentida dedicatoria a su hermano Manuel Sender, exalcalde de Huesca, que no apareció en la edición de la editorial Destino de 1970 a causa de la censura".

En 1953 se produce el decisivo encuentro con Joaquín Maurín y su agencia literaria, aunque los primeros contactos habían sido anteriores. "Maurín le planteó escribir un artículo semanal de unas 1.500 palabras" y acabaron "colaborando durante más de 25 años", relató Sabio.

En los años 50, Sender se involucró en la Guerra Fría cultural, por una parte, a través del Congreso por la Libertad de la Cultura, que "nació para hacer frente a la ofensiva soviética en propaganda e influencia ideológica". Como explicó Sabio, "se impuso la necesidad de demostrar la superioridad cultural, ideológica y también científica, y la capacidad para persuadir mental y emocionalmente se convirtió en un instrumento de poder blando, pero implacable. Se trataba de subrayar los peligros totalitarios que podían acabar con las democracias liberales”.

Alberto Sabio y Luis Gómez.
Alberto Sabio y Luis Gómez.

"La diplomacia encubierta de la CIA resultó fundamental, con un programa de guerra psicológica y cultural, uno de cuyos engranajes fue el Congreso por la Libertad de la Cultura. Las superpotencias se arrogaban las funciones de policía internacional -apuntó- y es importante matizarlo para entender mejor la proximidad de Sender a la CIA, porque dentro de la órbita de la agencia había reaccionarios redomados, pero también liberales y socialistas, siempre que cumpliesen con el requisito anticomunista”, explicó Sabio Alcutén. Además, en la línea oficial del Congreso "no se contemplaba con buenos ojos a los intelectuales neutrales, las medias tintas se interpretaba como traición", abundó. 

La segunda forma de unirse fue a través de la revista Cuadernos que recogía al exilio intelectual español y que apostó por el diálogo entre los intelectuales del exilio y los que se habían quedado en España y desarrolló la idea del puente entre ambos espacios. "Esta idea le resultaba a Sender irritante y hasta se burlaba abiertamente de su viabilidad, pero mudó posteriormente de opinión y él mismo transitó este puente en varias ocasiones, porque no había otra opción", expuso Sabio.

Finalmente se inmiscuyó a través de la agencia de Joaquín Maurín, que no estaba financiada por ninguna fundación, pero "contribuyó a defender los intereses estadounidenses y se llenó de prestigiosos colaboradores". Aunque despacio, los artículos que Sender publicaba a través de esta agencia fueron calando y eran cada vez más exitosos", dijo Sabio. 

Recordó que Sender escribió cientos de artículos para la agencia. "En el IEA tenemos la gran mayoría, pero no todos", apuntó, y también se refirió a que se prodigó en revistas como España libre, Ibérica y la de la CNT en el exilio. “Nos hace falta una recopilación de estos materiales, tenemos mucho en el Instituto, pero la labor no está cerrada”, consideró Alberto Sabio.

El público llenó el salón de actos del IEA.
El público llenó el salón de actos del IEA.

Las trabas con la censura continuaban y, ante el veto de varias editoriales iberoamericanas, Ramón J. Sender pidió a Maurín que se pusiera en contacto con José Janés en España. Le envió La quinta Julieta, que fue vetada por Florentino Pérez Embid, quien afirmó que "actualizar ahora el recuerdo de Sender con una novela autobiográfica es como echar los cimientos de un nuevo caso Miguel Hernández". "Esta censura indignó profundamente a Sender, sobre todo porque no se consideraba para nada un escritor comunista a estas alturas", apuntó Sabio.

También trasladó Sabio que la agencia de prensa de Maurín "iba contribuyendo a agrandar la fama de Sender en Iberoamérica, aunque él siempre relativizase estas cuestiones”. La segunda mitad de los años 50 fue de trabajo intensísimo para el escritor. “La vejez me hace apresurarme un poco”, comentó Sabio que decía el escritor.

A partir de 1960 llega el interés del editor italiano Giulio Einaudi, que le hizo a Sender contratos para varios de sus libros. “Menos mal que puedo tener en italiano lo que no tengo en español”, escribió a Maurín. Sender estaba convencido de que en este interés de Einaudi había influido Aldo Garosci, que formó parte de las Brigadas Internacionales durante la Guerra Civil y estuvo en el frente de Huesca.

Se trasladó a Los Ángeles desde Alburquerque, donde se quedó Florence, ya que se habían divorciado, aunque luego se volvieron a casar y también a divorciar, recordó Sabio. Le propusieron entonces llevar a la gran pantalla El rey y la reina Epitalamio del pietro Trinidad. Hablando de cine, Sabio recordó que Sender público en el 64 La aventura equinoccial de Lope de Aguirre, que a Carlos Saura le pareció un material extraordinario y acabó creando El Dorado. También le propuso adquirir los derechos de Requiem por un campesino español para hacer la película en Italia, pero no se llegó a concretar.

El primer regreso de Sender a España fue "en letra impresa", citó Sabio. En 1965 publicó El bandido adolescente en España. Carmen Laforet fue a verlo y le dijo: “Es hora de que España te rinda el eco de los lectores y, en efecto, a partir de aquí su incidencia en el mercado editorial español fue cada vez mayor y más exitosa”, recordó Sabio.

Imagen de la conferencia de Alberto Sabio en el IEA.
Imagen de la conferencia de Alberto Sabio en el IEA.

En 1968 fue nombrado doctor honoris causa por la Universidad de Nuevo México. "Por entonces publicó varios libros que se editaron en España, aunque El lugar de un hombre "durmió en los almacenes de la editorial hasta 1974, fecha en la que Sender puso como condición para regresar a España la publicación de algunos libros prohibidos", trasladó Sabio  

En 1969 le concedieron el Premio Planeta, y en el 72 se trasladó debido a su asma a San Diego, con un clima con menos contaminación. Siguió trabajando y en 1972 empezó a publicar en el diario zaragozano Aragón Expres. "Poco a poco va entrando en el mercado español y por entonces Maurín y Sender bromeaban diciendo que ambos querían convertirse en presidentes de la república federal de Sobrarbe. Visto este clima de amistad, cabe suponer el dolor que inundó a Sender con la muerte de su amigo en 1973. A la viuda de Maurin -contó Sabio- le dice: “Es verdad que, a mi edad, cuando muere un verdadero amigo, y yo no tenía ni tengo ninguno como Joaquín, muere uno también un poco”.

El regreso de Ramón J. Sender a España estaba cerca. En 1974, el historiador Ricardo de la Cierva, director general de Cultura Popular, le comunicó que "iba a resolver favorablemente la libre circulación de sus libros en España si lo solicitaban las editoriales Destino y Aguilar, y en efecto, en 1974 se editó en España Réquiem por un campesino español, la novela que había aparecido con el título de Mosén Millán en 1953", recordó Sabio.

El primer retorno de Sender a España fue en el 74 para participar en un ciclo de la Fundación General Mediterránea. "Fue calurosamente recibido en todos los sitios -comentó Sabio-. Sender dijo que se trataba simplemente de un campesino aragonés que escribe libros y explica en universidades, pero que quiere volver a casa. Se emociona especialmente al ver el Cinca y, en el viaje de 1976 a Chalamera, besa una colcha que había bordado su madre".

“Para entonces el perfil político de Sender se había suavizado, pero la profunda conciencia social y moral la mantuvo hasta el final de sus días y presidió toda su obra”, culminó Alberto Sabio.

 

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