La Muestra de Teatro y Danza Joven de Huesca puso este miércoles el foco en los márgenes de la ciudad, donde las luces del escenario rara vez llegan. El Centro Cultural Manuel Benito Moliner acogió una velada de teatro profundamente humano.
Procedentes de la Casa familiar de la Cruz Blanca y bajo la dirección infatigable de Yeimy Cruz, dos grupos escénicos, Los Auténticos y Los Fantásticos, llevaron a cabo un acto de arte y redención con sus representaciones, cuyo valor trasciende lo estético para abrazar lo esencial: la dignidad, la empatía y la búsqueda de sentido.

El grupo Los Auténticos, formado por Yolanda Aranjuelo, Chelo Brunet, Antonio Delgado, José Antonio Fernández, Pilar Torguet, José Antonio Panzano, Laura Salazar, Ana Cañizares y Sonia Sánchez, presentó dos obras distintas pero complementarias en su poética.
La primera, Las tres preguntas, original de José Luis García, transporta al espectador a un reino de fábula donde el amor se gana no por linaje, sino por inteligencia emocional. Una princesa astuta pone a prueba a su padre, y en su argucia se esconde una lección de justicia afectiva: los prejuicios pueden desmontarse con ingenio y ternura. La sencillez de la puesta en escena no resta fuerza al mensaje, que se despliega con honestidad en cada gesto, en cada mirada entre actores.
A continuación, el grupo presentó Una sonrisa, un número de mimo creado colectivamente -que ya se presentó en Diversario-, que demuestra cómo el teatro gestual puede decir lo indecible. En él, una sonrisa, símbolo tan sencillo y a menudo subestimado, se convierte en el revulsivo que transforma un día sombrío en una posibilidad de luz. El silencio se cargó de significado.

Por su parte, Los Fantásticos llevaron al escenario la obra Agencia de viajes un tanto espacial, escrita por Montxo Iturbide. El elenco, compuesto por José Luis Sarrate, Samer Khashan, Viky Villacampa, Merche Santiago, Javier Calvo, Juan Gutiérrez, José Antonio Fernán, Lola Seral, Joaquín Ciria, Tricenia Ruck y Luisa Torres, supo articular con desparpajo y frescura una sátira mordaz sobre la codicia, el engaño y la justicia poética.
La propuesta, que mezcla lo costumbrista con lo fantástico, imagina una agencia que promete viajes interplanetarios a precios irresistibles. Pero tras la promesa, se esconde la trampa. La resolución, con los estafados tomando las riendas del relato, arranca no sólo sonrisas, sino también una reflexión amarga sobre la desconfianza, el deseo de escapar y las segundas oportunidades.
YEIMY CRUZ: “ESTO ES TEATRO TERAPÉUTICO”
Al finalizar las representaciones, Yeimy Cruz mostraba su satisfacción por el resultado y explicaba que estas obras no son sólo espectáculos. “El trabajo con los chicos en la Cruz Blanca es un trabajo duro en el sentido de que son personas que sufren exclusión social y tienen situaciones muy diversas. Por eso yo lo llamo teatro terapéutico. Lo único que quiero es que el tiempo que estén allí trabajen en equipo, que aprendan a superarse, a depender unos de otros, a aceptarse tal y como son y a buscar la parte buena que todos tenemos”.
Cruz, que lleva años dedicando su talento al trabajo escénico con colectivos en situación de vulnerabilidad, subraya el valor de la escena como herramienta de reconstrucción identitaria. “Son personas que arrastran historias de abandono, de fractura, y por ello hay que trabajar más con la psicología que con la técnica teatral”.
Por otro lado, lamentó que el público no haya sido más numeroso. “Es una pena que no vaya mucha gente al teatro a ver a estas personas, que en su mayoría no tienen familia que les acompañe. Pero mi objetivo es que ellos se sientan por una vez observados de una manera diferente. Y creo que eso se ha cumplido”.
Sus palabras son espejo del compromiso que rebasa lo escénico. “Siempre trato de que las obras tengan una enseñanza sencilla. Que hablen de empatía, de ponerse en el lugar del otro. A veces una sonrisa puede más que cualquier cosa. Y si logramos arrancar una sonrisa en la Cruz Blanca, ya hemos cambiado el día”.