Buscando los sillares del Colegio de la Merced para elevar un recuerdo digno de la Huesca Universitaria de 500 años

La Asociación Studiosi pro Universitate Sertoriana reivindica la perpetuación de la memoria de un convento-colegio crucial en la Corona de Aragón

12 de Diciembre de 2022
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Sillares en el solar de La Merced
Sillares en el solar de La Merced

Colegios adscritos de Santiago, San Vicente, Santa Orosia, La Merced y Seminario; colegios-convento de San Francisco, del Carmen calzado, Santo Domingo, Agustinos calzados, Agustinos descalzos, Capuchinos, Carmelo descalzo, Jesuitas, Cistercienses y Monjes de Montserrat; la Catedral, Casa-Montearagón, Campo del Toro... El presidente de Studiosi pro Universitate Sertoriana, Pablo Cuevas, entregó a todos los asistentes al coloquio "El patrimonio cultural de Huesca y el de la Universidad de Huesca (a propósito de la urbanización del solar de La Merced") una cuartilla en la que exponía los fundamentos jurídicos, los bienes legados (también libros, manuscritos, cuadros, mobiliario y material pedagógico) y los bienes inmateriales (tradiciones como el Tota Pulchra) de la institución fundada en 1354 por decisión de Pedro IV el Ceremonioso, un devoto de la Virgen de Salas y un admirador de la ciudad como este domingo mismo revela Francisco Bartol, secretario de Studiosi.

La vocación de perpetuar la identidad con la que la Universidad dotó a la ciudad es la que mueve a esta asociación cuyo objetivo inmediato, además de la divulgación que fructifique en el imaginario de los oscenses con lluvia fina, es conseguir en este caso concreto el compromiso y la ejecución de una manifestación digna de la existencia del Convento-Colegio de La Merced desde mediados del siglo XIII hasta 1835 en que fue desamortizado y 1921 en que fue destruido, en el entorno en el que se desplegó su rica ejecutoriaconventual, docente y estudiantil. Corría septiembre de 2014 cuando Pablo Cuevas era coordinador del grupo de trabajo "La herencia de la Universidad de Huesca" del Instituto Ramón y Cajal. Preservar la memoria de la Sertoriana era el foco fundamental, y trabajaron con el Ayuntamiento, Instituto Ramón y Cajal y Catedral en una colaboración que dio sus frutos con la declaración como Bien de Interés Cultural de Tota Pulchra prácticamente con la unanimidad de las tres instituciones antes fundamentales en la ciudad. Junto con Sergio Paúl, comisarió Cuevas una exposición en la Catedral sobre el rito del 7 de diciembre, y otra en el Museo Provincial fue organizada por el propio Paúl, Lorenzo Mur y José Ramón Laplana, todos ellos profesores del Instituto heredero de la Universidad.

En sus paseos "sertorianos", Pablo Cuevas comprobó entonces que en el solar de La Merced se anunciaba una construcción de Suelo y Vivienda de Aragón (SVA). Se dirigió a la concejala de Relaciones Institucionales, Antonia Alcalá (con quien el Ayuntamiento ayudó en un curso coordinado por Cuevas, la conferencia del profesor José Luis Lahoz y la representación teatral de alumnos del Instituto dirigidos por Jesús Arbués), para explicarle que presumiblemente habría sillares del viejo Colegio de la Merced en la base, en esa tapia que rodeaba la angosta calle con el nombre de La Merced. "Sillares antiguos que es lógico pensar que pertenecían al colegio que fue destruido en 1921 y que habrían aprovechado de los originales". El hoy presidente de Studiosi solicitó "que se guardaran para construir un recuerdo en memoria del Colegio Oficial de Estudios Superiores de los Mercedarios de la Corona Aragón sito en la ciudad de Huesca", colegio y no convento desde 1579 en que el destino académico se sobrepuso al conventual.

En aquella época de obras de teatro, celebraciones, cursos y exposiciones por el Tota Pulchra (Bien de Interés Cultural en 2014), ante el retranqueo de la calle de La Merced, Cuevas pidió al Ayuntamiento que velara por "un recuerdo digno del Colegio de la Merced, porque era el más importante de la orden en la Corona de Aragón y estaba especialmente capacitado para los estudios teológicos". Antonia Alcalá, a través de la jefa de gabinete, Carmen Biarge, remitió un escrito a SVA (a Jesús Andreu) pidiendo permiso para guardar los sillares y utilizarlos cuando se construyera. La respuesta fue que "sin problema, que el ayuntamiento podría preservarlos. Biarge trasladó a las brigadas que los recogieran, en teoría en las naves municipales". SVA los quitó, los dejó en el solar acopiados y los operarios municipales quedaron encargados. Hoy, su paradero es una incógnita.

En noviembre de 2021 se empiezan a producir los trabajos en el solar, se avecinan las obras y, cuando haya casas de vecinos, no habrá recuerdo visible del Colegio. La Asociación Studiosi, ya en funcionamiento, entra en contacto con La Orden de la Merced. "El General de Roma expone su apoyo a través de su secretario general, Manuel Anglés -quien, por cierto, clausuró las jornadas de la Federación de Barrios y Studiosi de hace dos semanaas-, y envía una carta al Ayuntamiento apoyando nuestra petición". El consistorio remite la solicitud conjunta de la Orden y de Studiosi a Javier Albisu, de Suelo y Vivienda de Aragón, el 3 de febrero de este año.

En agosto pasado, Pablo Cuevas ve unos sillares a mano izquierda amontonados. "Son pocos y blanquecinos". No sabe si son los de 2014, pero es poco probable por la diferencia de la tonalidad pues aquellos estaban oscurecidos por los siglos a la intemperie y porque las antiguas tapias encerraban muchos más. El presidente de Studiosi se pone en contacto con SVA, donde unos y otros le aseguran que no tenían constancia del asunto, tampoco de la comunicación del ayuntamiento, a pesar de que existe constatación escrita del día y hora de salida del mensaje municipal.

En el misterio de la ubicación de los sillares primigenios, se mueve el núcleo de la cuestión. Pablo Cuevas recuerda habitualmente que "los oscenses son condueños morales, pues ellos levantaron la Universidad. Y, por tanto, tienen derecho a saber qué se hace con los vestigios de su patrimonio. Y a conocer la importancia del Colegio de la Merced, que tuvo una biblioteca sobresaliente, el mejor museo de Numismática de la Corona de Aragón y cerca de 50 catedráticos por oposición en la Sertoriana". Agrega con su serenidad providencial que "pueden parecer sólo sillares, pero con ellos se puede consolidar un recuerdo en consonancia con la relevancia de este convento. Y de paso se resarcirá aunque sea parcialmente el desprecio al patrimonio de una Ciudad-Universidad durante 500 años". "Ese es el objetivo, tener una constancia digna, no una placa que las hay a cientos. Los propios sillares o una recreación, que podría ser en poliexpán, de elementos del colegio". Con las fotografías de Ricardo Compairé, no parece complejo (sobre todo teniendo a mano a Julio Luzán).

SAN BERNARDO, OTRO DESPROPÓSITO PARA LA CIUDAD

Otra inquietud de Studiosi, que además expresa el desafecto de la ciudad hacia su patrimonio, es el Colegio San Bernardo, que lo fue de los jóvenes cistercienses de Aragón (surgió por iniciativa de los miembros de esta orden del Monasterio de Piedra), para cursar estudios en la prestigiosa Facultad de Teología de Huesca. Un edificio histórico del siglo XVII que desde 1845 pasó a albergar estudios de Magisterio. Fue derribado en época moderna. "De dicho Colegio -también destruido- tan sólo quedarían restos, algunos sillares como basamento del edificio que hoy alberga Derechos Sociales e Igualdad del Ayuntamiento de Huesca, en la parte de detrás, Costanilla del Suspiró. Es muy poco, pero sus restos son igualmente venerables".

En el caso del edificio cisterciense que fue derribado, se da la circunstancia de que han sido varios los testimonios que apuntan que en la localidad de Velillas, prácticamente abandonados, se encontrarían los sillares de las tres puertas del Colegio San Bernardo, una buena oportunidad para que "el Ayuntamiento de Huesca busque la oportunidad de instalarlas en la plaza de San Bernardo y que sirvan de recuerdo visible de otro edificio universitario desaparecido".

El arsenal de testimonios de destrucción patrimonial es inagotable. Es el caso del Colegio de Jesuitas, para el que se demanda en su fachada o alrededores algún tipo de imagen a Baltasar Gracián. "Es uno de los mayores exponentes universales de las letras españolas y sus obras más importantes fueron escritas en Huesca". Y, sin embargo, la ciudad le ha aplicado su propio adagio para la memoria del egregio escritor: "Lo bueno, si breve".

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