Dia Internacional de la Fotografía, segundo Centenario del invento de Niépce

Niépce trabajaba en Borgoña cuando consiguió en el año 1825 las primeras imágenes  fotográficas de la historia

Cronista de la Comarca de La Hoya de Huesca. Académico de la Real de San Luis
17 de Agosto de 2025
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Cámara panoramica  autofabricada de Fernando Alvira
Cámara panoramica autofabricada de Fernando Alvira

En los días finales de agosto de 1925 se celebró el primer centenario de la fotografía, siendo varios los diarios españoles que los días de la segunda quincena del caluroso agosto recordaron esta efeméride importantísima para la fotografía industrial y artística, la fotografía científica, para el reportaje fotográfico de la prensa gráfica de información  y del cinematógrafo. Como bien decía un gacetillero hace cien años, Niépce, el pobre Niépce, el oscuro Niépce, padre de la fotografía, bien era merecedor de un homenaje o acto de contrición de los ingratos periodistas.

Joseph Nicéphore Niépce nació en Chalon-sur-Saône, en la Borgoña, el 7 de marzo de 1765. Era hijo de un empleado, en su juventud había querido dedicarse a la carrera de las armas y tuvo que abandonar, volviendo a su pueblo natal y, aprovechando los profundos conocimientos científicos adquiridos merced a sus estudios, se consagró con su hermano Claudio a la investigación. Fruto de sus trabajos fue el primer motor de explosiones al que llamaron “ireolofo”, así como una máquina hidraúlica para la elevación de las aguas. En 1811 separado de su hermano, se instaló en una casa de campo del Gras cerca de Chalon, comenzando a estudiar el problema secular cuya resolución le había de inmortalizar.

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Entre la gente de ciencia se hablaba mucho entonces de un nuevo método de grabado, la litografía ideada por el alemán Senefelder, que introdujo en Francia Lastayrie, consagrándose Niépce al estudio de tal procedimiento. Buscando la manera de que la luz impresionara la imagen sobre la piedra, experimentó la acción de los rayos solares sobre ciertas materias químicas. Fue entonces cuando, apartándose de la litografía, dedicó sus trabajos a la creación de una fórmula capaz de fijar sobre una plancha de grabado un dibujo traslucido  expuesto a la acción del sol. Para ello, Niépce extendía sobre una placa de estaño pulimentada una composición sensible a la acción de la luz solar. Los primeros ensayos fueron muy deficientes y pensó en emplear la cámara oscura con objeto de trasladar a la placa las imágenes directas, obteniendo algunas impresiones medianas, tropezando con el problema de la imposibilidad de fijar la imagen al sacarla de la cámara oscura.

Tanto el profesor Charles, que en 1780 había obtenido en la cámara oscura y utilizando el cloruro de plata imágenes que desaparecían al quedar expuestas a la luz; como el físico Wedgwood, el químico Humpry Baby , el profesor James Watt inventor de la máquina de vapor, no lograron encontrar un medio de hacer fijas las impresiones obtenidas sobre la placa sensible. Pero Niépce no se desalentó, abandonó el empleo de sales de plata y buscó otra materia capaz de recibir y conservar inalterada la impresión de los rayos lumínicos. Ensayó el fósforo sin resultado, luego recurrió al betún de judea con mejor fortuna, pero esta sustancia tenía el grave problema de no dejarse impresionar por la luz sino de una manera muy lenta, siendo necesarias diez o doce horas para obtener una imagen que nunca resultaba vigorosa. Pero mediante la inmersión prolongada en una sustancia de espliego y petróleo, la placa podía ser liberada del exceso de betún impresionado por la luz, y la imagen obtenida quedaba intacta y fijada.

Esta fue la primera solución al problema tenido hasta entonces por insoluble y que había hecho desistir a otros investigadores. Niépce dio a su procedimiento el nombre de heliografía, y para perfeccionarlo modificó la cámara oscura mediante la aplicación de un objetivo lenticular, dando así origen a la cámara fotográfica. Un poco más tarde, el inventor transformó el objetivo fijo en móvil, colocando dentro de un doble tubo metálico, cuyas piezas resbalaban una dentro de otra hasta obtener de la lente el foco exacto sobre la placa sensible. Por último, al cubrir los bordes de la lente con un disco de cartón perforado en su centro, de modo que sólo el centro de la lente recibiera los rayos lumínicos Niépce inventaba así el diafragma.

A pesar de todo, las imágenes impresionadas sobre placas de betún de judea resultaban siempre borrosas, porque era muy débil la imagen. Para reforzar las impresiones, Nièpce, después de ensayar en vano los vapores de yodo, empleó los ácidos y obtuvo la plancha heliográfica utilizable para reproducir un pequeño número de pruebas.

Nicéphore Niépce
Nicéphore Niépce

Niépce trabajaba en Borgoña, obteniendo en el año 1825 las primeras imágenes  fotográficas de la historia, pero en un momento de sus investigaciones, necesitó una lente nueva que encargó a un pariente que viajaba a París para que la consiguiera en la óptica de la familia Chevallier, dándole algunas pruebas fotográficas de sus experimentos, junto a la descripción de la óptica que necesitaba. Los Chevallier, padre e hijo, que conocían a Louis Daguerre, que por otra parte, estudiaba también desde hacía tiempo los mismos problemas,  le hablaron a este de los trabajos de Niépce y sus heliografías, siendo desde este momento que Daguerre intentó asociarse, poniéndose en contacto  con Nièpce en 1826. Ambos investigadores firmaron en 1929 un contrato de asociación  por diez años, contrato en el que  Daguerre reconocía que el invento era de Nièpce y que él se proponía solamente cooperar en el desarrollo del procedimiento.

A causa de una apoplejía sufrida en su estudio de Saint Loup de Varennes (Borgoña), fallecía Joseph Nicéphore Niépce el 4 de julio de 1833, a los 68 años, y seis más tarde, Louis Daguerre, en 1839, ante el desinterés de Isidore Niépce,  hijo del inventor, vendía el invento al Estado francés, ocultando claro está los trabajos y la verdadera historia del invento de Niépce, que murió ignorado y en la miseria. Un invento que ha enriquecido a muchos hombres, que lo usaron de gran trampolín de la vanidad contemporánea.

  • In memoriam del fotógrafo Fernando Alvira Lizano, creador de sus propias cámaras         

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