Nacido en Tierz junto a las puertas de Huesca el año 1770, realizó sus estudios becado en el Colegio Imperial de Santiago de la Universidad Sertoriana, obteniendo las titulaciones de Bachiller en Leyes el 21 de marzo de 1791, Licenciado en Leyes el 25 de septiembre de 1792 y Bachiller en Cánones el 26 de abril de 1794. Tras salir del Colegio Mayor de Santiago, ejerció la abogacía en la ciudad de Huesca durante dieciséis años. Fue a su vez Catedrático por oposición de Código, Decretales, Prima de Leyes, y Derecho Patrio. En la rivalidad desatada entre Barbastro y Huesca, fue un defensor acérrimo de la capitalidad de Huesca.
Vocal de la Junta de Aragón, fue nombrado ministro del Tribunal de Vigilancia y Seguridad creado por la Junta de Molina de Aragón, y aprobada por la Central, en 1809. Preconizado también ministro del Tribunal de Seguridad Pública, por su postura patriótica, le privaron de su Cátedra y secuestraron todos sus bienes.
Estuvo en el asedio de Zaragoza por su estrecha relación con el General Palafox luchando contra los franceses, donde daría ejemplo en la defensa de la ciudad contra el invasor. Una vez expulsados los franceses en 1814 recuperó su Cátedra en la Sertoriana y como ejemplo de político liberal, la Diputación de Huesca le encargaba la enseñanza de la Constitución, toda una trayectoria que le haría resultar elegido, por unanimidad de votos en 1820, primer Alcalde Constitucional de Huesca.
Ocupó como magistrado la Audiencia de Sevilla en 1822 donde estuvo poco tiempo al ser nombrado diputado a Cortes, por la circunscripción de Huesca y tener que hacer el traslado rápido de Sevilla a Cádiz, siendo en este viaje cuando le fue robado todo su equipaje, no siendo esto óbice para que se presentara y comenzara su trabajo en la Comisión de Legislación, pues era consciente de que ser liberal en aquellas fechas suponía la obligación de intentar, a toda costa, introducir reformas necesarias que el país necesitaba, para cambiar de rumbo y acercarse a planteamientos igualitarios, que desecharan los privilegios de algunos.
Tras el restablecimiento absolutista de Fernando VII, al fracasar el periodo constitucional, fue desterrado a Méjico, a esto sucedería la sentencia de muerte pronunciada en Sevilla y aprobada por el propio don Fernando contra 66 diputados de las Córtes de 1822 y 1823 que votaron el destronamiento del Rey, nombrando una supuesta Regencia; en consecuencia, se declararon reos de “garrote vil”, figurando entre ellos Mariano La Gasca y Pablo Santafé ambos de Aragón .
En Méjico se instaló en la ciudad de Querétaro, solo, sin su mujer e hijos, sin recurso alguno, por ello se vio obligado el 11 de mayo de 1826 a presentar, ante el Congreso, la solicitud para ejercer la abogacía en esa República. El día 12 la Comisión de Justicia promulga un dictamen que acredita que los datos aportados por Pablo de Santafé eran de una carrera brillante de abogacía, con lo cual logra sobrevivir pero solamente dos años, pues son expulsados los españoles peninsulares.
En su exilio había conocido al agente diplomático de las Provincias Unidas del Río de la Plata, Bernardino Rivadavia, que lo convenció para trasladarse a la joven república sudamericana. Allí al amparo del ya presidente Rivadavia colaboró activamente en la opinión pública. Posteriormente en Chile participó en la redacción de la Constitución de 1828 y en Bolivia más tarde, igualmente siguió con sus labores publicistas como liberal defensor del sistema constitucional.
Debido a las medidas hispanófobas se ve nuevamente exiliado y se refugia como medio centenar de liberales españoles en Estados Unidos en 1828, en la ciudad de Bardstown (Missouri), donde imparte clases de Lengua Castellana en el Colegio de San José fundado por los jesuitas y posteriormente, impartirá Lengua y Literatura Española en la Universidad de Nueva York.
Con el fallecimiento de Fernando VII en 1833, Pablo Santafé decidió volver a España, con ánimo de reconciliación ante la nueva etapa política que se abría. Cuando viajaba por Francia en ese regreso, se enteró de que había sido nombrado por la provincia de Huesca el primero de sus Procuradores a Cortes, y ya en nuestro país el 19 de agosto de 1834 la Reina Gobernadora le nombraba para la plaza de Oidor de la Real Audiencia de Zaragoza, plaza que ocupa desde 1835 hasta el 17 de octubre de 1837, en que fue propuesto para la Cámara Alta, cargo que no llegó a ocupar al ser elegido para ejercer la Regencia de la Real Audiencia de Puerto Príncipe en Cuba.
Don Pablo Santafé de Otamendi y Torres Solanot se formó en las estructuras universitarias de la Sertoriana Universidad de Huesca, vivió como un patriota la Guerra de la Independencia, abrazó y enseñó el ideario liberal sirviendo a España en los cargos políticos y en la magistratura surgida del orden constitucional y en las Cortes del Trienio. Por ello se vio condenado al exilio y a pena de muerte, un exilio que le llevó a países Hispanos como Méjico y Estados Unidos. Con una gran experiencia regresó a España para participar en la vida activa durante la Regencia de María Cristina y el reinado de Isabel II, junto a otros, apuntaló las estructuras del nuevo régimen político liberal en España.