Dos circunstancias hacen especial el yacimiento arqueológico que se excava en Sariñena, por un lado, que se trata de un campamento efímero, sin restos que se solapen de varias ocupaciones, y por otro, que se ha datado hace 8.200 años, una época muy interesante porque se produce el evento más frío y árido de la época geológica actual, el Holoceno. Es, además, el más antiguo localizado en Los Monegros. Los materiales recogidos permitirán saber qué estaba haciendo el grupo humano que lo ocupaba en esta zona monegrina.
Los restos en superficie se encontraron en esta zona cercana a Pallaruelo de Monegros hace décadas y la excavación comenzó en 2021. Hubo suerte y se halló un yacimiento, en el que ahora se lleva a cabo la tercera campaña de excavación arqueológica con la participación de estudiantes de las universidades de Pisa y Zaragoza.
Estos trabajos se integran en el proyecto “MesoHistories”, dirigido por Niccolò Mazzucco, profesor de la Universidad de Pisa (Italia), y el arquólogo de la DGA Javier Rey Lanaspa. En el equipo científico se integra Aitor Ruiz-Redondo, profesor de la Universidad de Zaragoza e investigador del Instituto Universitario de Investigación en Ciencias Ambientales (IUCA) de la Universidad de Zaragoza, el investigador del CSIC Ignacio Clemente y Ermengol Gassiot, de la Universidad Autónoma de Barcelona.
“Es un yacimiento modesto, porque es un campamento -de momento tenemos documentada una sola cabaña-, pero es bastante interesante, porque es una ocupación muy efímera, que son difíciles de detectar. En una cueva o un yacimiento en el que se ha vivido 30.000, 40.000 años se dejan muchos restos, pero éste es un campamento quizá utilizado durante unos pocos días hace 8.000 años, y justo hemos excavado y lo hemos detectado”, explica Aitor Ruiz-Redondo. Encontrarlo ha sido "una casualidad enorme”.
Esta circunstancia hace que no se solapen restos que haga difícil distinguir unos asentamientos de otros. En este yacimiento, denominado ‘PBM’, “cuando documentamos espacialmente dónde está cada cosa, podemos asumir que viene de un momento muy concreto en el tiempo. Así, si vemos dos fuegos, sabemos que los estaban utilizando más o menos a la vez y podemos reconstruir sus modos de vida mejor que cuando tenemos un montón de ocupaciones a lo largo del tiempo solapadas unas con otras”, relata Ruiz-Redondo.
La cruz es que “evidentemente no tiene la entidad de algo que ha estado ocupado durante miles de años”. Sí se han hallado más de mil restos de sílex del que se aprovisionaban en la Sierra de Alcubierre, donde aparece de forma natural. “Y tenemos -añade el profesor e investigador- con seguridad dos, pero posiblemente tres, hogares en cubetas, que los habían excavado y habían creado su fuego del campamento; también algunas evidencias de agujeros de postes que colocaban para instalar tiendas donde vivían; y algunas áreas donde estaban tallando sus herramientas, puntas de flechas, armamentos para cazar”.
Aitor Ruiz-Redondo traslada que lo más interesante es la cronología. “Tiene 8.200 años -contamos con tres dataciones de radiocarbono que son perfectamente coincidentes- y es interesante porque, por una casualidad que a veces ocurre, es una fecha muy señalada para los geólogos y los arqueólogos, dado que existe un evento denominado el 8.2 que significa hace 8.2 miles de años, que es posiblemente el más frío y árido de la época geológica actual, el Holoceno, que empieza hace 10.000 años. En el 8.2 hay un repunte, una especie de cambio climático”. Por ello, “muchos arqueólogos nos interesamos en cómo reaccionaron las poblaciones a ese cambio, cómo lo afrontaron y se adaptaron los grupos humanos de cazadores-recolectores”. También resalta Ruiz-Redondo la circunstancia de que Los Monegros “ya de por sí es un sitio árido y frío, sin embargo, ahí los tenemos, algo estarían haciendo”.
En principio, no se conservan muchos restos óseos, porque la matriz de la tierra los ha atacado, y no se puede saber si era un sitio de caza o de pesca…, pero sí se analizan las marcas en herramientas para conocer para qué se usaban.
El director de la excavación, Niccolò Mazzucco, e Ignacio Clemente están llevando a cabo los análisis de traciología, para estudiar las marcas en las herramientas. “Cada vez que se ha utilizado una herramienta han quedado unas huellas microscópicas y ellos las están analizando a lo largo de este mes y los dos próximos. Así sabremos para qué se han utilizado, qué tipo de actividades se han desarrollado en este pequeño campamento. Nos va a dar una información esencial de realmente para qué servía este pequeño campamento”, señala.
Este año podría ser el último en el que se trabaje en el yacimiento, porque se está terminando de definir la última zona de ocupación humana, donde termina la cabaña. “Ya hemos llegado a la base, porque al final no es muy profundo, si este año no pudiéramos terminar podríamos continuar una cuarta campaña”, explica.
En estos últimos días “hemos encontrado un nuevo hogar, que es el tercero que está excavado ahora, y queremos terminar de definir hasta donde llegaba este pequeñito campamento. Hay que estar seguros, no vaya a ser que fuera más grande de los previsto”.
También se han tomado muestras del sedimento que cubre la ocupación para analizarlos y ver si, como parece a simple vista, pueden estar relacionados con episodios de agua que pudieron cubrir el yacimiento, lo que indicaría que estaba cerca de una zona de acuífero.
Todas las huellas de este asentamiento que se escondían bajo una capa de unos 15-20 centímetros de sedimento han sido minuciosamente documentadas y quedan todos los materiales a disposición de los expertos para descubrir más sobre lo que se escondía en este punto cercano a la Cartuja de las Fuentes.