Hay lugares donde las palabras no alcanzan, donde solo la música, ese idioma antiguo y universal, logra decir lo que sentimos. Espacios donde la emoción no se explica, se comparte. Aspace Huesca es uno de ellos. Y esta semana, el Coro de la Universidad Ciudadana ha podido vivirlo y disfrutarlo.
No era una actuación más. Era una cita largamente esperada, con la ilusión de quienes viven la música como puente, como refugio, como herramienta de dignidad. Porque en ese espacio de afecto y cuidados que es Aspace, cada persona, más allá de sus capacidades físicas, habita el mundo con una profundidad que emociona. Allí donde el cuerpo impone límites, la música los disuelve.
Y ocurre algo que desarma: quien llega a este centro asistencial con el propósito de dar, pronto comprende que, en realidad, lo que va es a recibir. Montañas de cariño. Sonrisas que no esconden dobleces. Abrazos que reconfortan. Miradas que atraviesan la superficie y se clavan en lo mejor que una lleva dentro. Y esa sacudida del alma, ese ponerse bocabajo y del revés, es tan refrescante, tan real, que uno regresa a sus cosas con energía renovada y una súbita claridad.
Porque allí, junto a los amigos aspacianos, es más fácil reconocer que somos seres necesitados de amor. Y como bien decía este año el lema de la Marcha Aspace, hay que celebrar "la suerte de conocernos".

Miguel Montori, responsable del área de adultos, con su habitual sinceridad luminosa y apasionada, terminó por poner las palabras a las imágenes y los silencios. "De los 202 que somos, aquí estamos más de 80 personas: casi 60 adultos y 30 escolares. La parálisis cerebral es una lesión que al que le toca, le toca. Pero, probablemente, somos la discapacidad más proactiva, divertida y cachonda del mundo. ¡Nos encantan los saraos!”
Y rieron, claro. Porque en Aspace se vive con intensidad y sentido del humor que, ya se sabe, es un signo de inteligencia. Montori recordó también una verdad incontestable: “El problema no es la discapacidad, es la dependencia. Lo que complica el mundo es estar a expensas de lo que otros hacen por ti.” Y, aun así, o precisamente por eso, la alegría en Aspace no tiene límites.
El Coro, dirigido por Isabel Arilla, ofreció mucho más que un repertorio: regaló cercanía, emoción, presencia. Se inició el repertorio con el "Do, Re, Mi" de Sonrisas y lágrimas, y continuó con una travesía musical y afectivo: Zamba de mi esperanza, Olvidar, La lechuza, No se va la paloma, Banaha, Te quiero (con versos de Mario Benedetti), Cielito Lindo, y Al partir, de Nino Bravo, la más especial, en esta ocasión, porque iba dedicada a Paco Ratia y Pilar Cortés Fernández, dos referentes del centro, ambos próximos a emprender ese otro viaje sereno que es la jubilación.

Isabel Arilla, como suele hacer, explicó el objetivo del Coro de la Universidad Ciudadana: “Somos una asociación que intercambia conocimientos, habilidades, pensamientos y todo aquello que nos ayude a crecer como personas. La música coral nos enseña valores como el esfuerzo, la escucha y la solidaridad. Cantar nos ayuda a vivir, y hoy hemos querido compartir con vosotros la felicidad que nos transmite la música".
Al finalizar, los anfitriones entregaron a Isabel una de las preciosas cestas artesanales que elaboran los usuarios de Aspace: un símbolo, más que un obsequio. Un lazo que une a quienes creen que, cuando se canta con el corazón, no hay diferencia que valga.
Y sí, ante la pregunta de Miguel Montori al público de si querían escuchar otra… la respuesta fue unánime, entusiasta, inapelable: “¡Siiiií!”