Extrarradios inaugura su eclosión sonora en Ayerbe

La nave del SENPA acogió la primera velada musical del festival, con las actuaciones de La C.O.S.A., Stranded Horse & Boubacar Cissokho, El Nido y Dulzaro

D.H.
02 de Noviembre de 2025
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Extrarradios inaugura su eclosión sonora en Ayerbe.
Extrarradios inaugura su eclosión sonora en Ayerbe.

La primera velada musical de Extrarradios 2025 llenó la nave del SENPA de Ayerbe con un público dispuesto a dejarse sorprender. Bajo el título Orgullo Rural y Eclosión Sonora I, el festival propuso un recorrido de cuatro propuestas que, pese a su eclecticismo, compartieron algo esencial: una energía honesta nacida de artistas que miran al territorio no como nostalgia, sino como presente. Creadores que dialogan con lo rural desde el siglo XXI: reinterpretan sus músicas, sus costumbres y sus paisajes con lenguajes contemporáneos, sin perder el pulso de lo colectivo. El resultado fue una noche viva y profundamente emocional.

La sesión se abrió con La C.O.S.A. (Centro Organizado de Sonido Ambulante), la caravana-estudio del colectivo madrileño Chico Trópico, que llevaba varios días grabando sonidos, voces y melodías en Ayerbe. Durante ese tiempo grabaron gaitas, jotas, conversaciones, campanas e incluso las historias de los vecinos más mayores. Con ese material, mezclado con bases electrónicas, samplers y una buena dosis de humor, construyeron un directo que convertía al propio pueblo en banda sonora.

La C.O.S.A. hizo un relato sonoro de Ayerbe.
La C.O.S.A. hizo un relato sonoro de Ayerbe.

Tras sus máscaras, los dos integrantes de La C.O.S.A. hilvanaron un viaje musical en el que convivían drones, reggae mutante o ambient house, mientras se colaban fragmentos reconocibles: la voz de Roberto Ciria, las gaitas de Os Barfulaires, el Orfeón Reino de los Mallos, o el sonido metálico de las campanas.

Más que un concierto, fue un retrato sonoro de Ayerbe, un experimento de cultura de proximidad donde la comunidad se convertía en materia musical en el que el pueblo se escuchó a sí mismo.

El segundo turno trajo calma y una emoción más introspectiva. El francés Yann Tambour (Stranded Horse) y el senegalés Boubacar Cissokho, heredero de una larga tradición de griots, ofrecieron un concierto delicado y magnético. Ambos tocaban la kora, ese instrumento de 21 cuerdas con cuerpo de calabaza que, en manos de Cissokho, adquiere un brillo hipnótico.

Yann Tambour y Boubacar Cissokho.
Yann Tambour y Boubacar Cissokho.

Entre la guitarra de Tambour y la kora africana se tejió un diálogo sin fronteras, lleno de matices, en el que se mezclaban inglés, francés y wolof con la naturalidad de quien se conoce desde hace años —porque en su caso, es así: la colaboración entre ambos nació en Dakar y se ha consolidado en una década de trabajo conjunto. Interpretaron temas de su nuevo disco The Warmth You Deserve, y durante casi una hora mantuvieron al público en un silencio reverente, completamente atrapado por la textura luminosa de sus cuerdas. Una atmósfera suspendida, casi espiritual, que dejó en el aire una sensación de serenidad difícil de describir.

Con El Nido cambió el ritmo de la noche. El cuarteto burgalés subió al escenario con la intención —y el talento— de poner a bailar a la nave entera, y lo consiguió desde el primer acorde. Su música bebe del folclore castellano-leonés, pero se mezcla con post-rock, indie y electrónica sin perder identidad. La voz de Nacho Prada, emocional y cercana,  fue el hilo conductor de un repertorio que combinó tradición y contemporaneidad con absoluta naturalidad. Sonaron Dejarse caer, Lo que siento, Aire y De corazón, entre jotas, muiñeiras y un homenaje a los grandes folkloristas con la canción Somos castellanos del grupo Orégano.

El Nido puso a bailar a todos los asistentes.
El Nido puso a bailar a todos los asistentes.

Hubo un momento especialmente celebrado cuando bajaron del escenario para cantar entre el público: un gesto sencillo pero potente, que convirtió la actuación en una fiesta colectiva. La despedida llegó con Tucucu, ese contagioso “reguetón castellano” que grabaron con Rodrigo Cuevas, y que terminó con toda la sala bailando y aplaudiendo mientras sonaba el remix de Delaporte.

El cierre de la velada fue para Dulzaro, también castellano-leonés, que apareció vestido completamente de blanco, con velo incluido, para inaugurar su propio ritual escénico. Comenzó con La Tarara en versión ambient, y desde ahí desplegó un repertorio donde la tradición se mezcla con la electrónica más atrevida. Entre cucharas, panderetas y sintetizadores, interpretó La niña de la arena, Levántate morenita o Jota de la luna, siempre desde una puesta en escena intensa y envolvente.

Dulzaro.
Dulzaro.

Dulzaro es un artista completo: voz, presencia y movimiento. Su registro vocal es amplio y poderoso, capaz de emocionar a capella, y su forma de bailar es explosiva,  precisa y contagiosa.

A esas horas, el público ya acumulaba horas de música, pero respondió con entusiasmo, bailando, cantando y acompañando hasta el final. Finalizada la velada Orgullo Rural y Eclosión sonora I pero aún quedaba más música con DJ Teste, un DJ afincado en Ayerbe desde hace tres años, que hizo bailar al público que quedaba en la nave del SENPA.

La primera cita musical de Extrarradios fue, en el fondo, un retrato coral de esas nuevas ruralidades que el festival explora desde sus inicios: la experimentación vecinal de La C.O.S.A., el diálogo intercultural de Stranded Horse & Cissokho, la celebración popular de El Nido y la reinvención contemporánea del folclore castellano con Dulzaro.

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