Huesca ha despedido este sábado uno de esos espectáculos que dejan un eco largo. En un Teatro Olimpia abarrotado y disfrutando aún de su centenario, Marta Borraz ha cerrado el gran proyecto que es “Años de vida”, un libro que ha crecido pueblo a pueblo hasta regresar a casa convertido en un acto de celebración de la amistad.
La autora oscense vivió la noche “muy arropada” por un público que la ha acompañado durante casi dos años de presentaciones, lecturas y conversaciones que han dado forma a un montaje donde la literatura se escucha y la música se recuerda.
Borraz ha subrayado que este cierre ha llegado cargado de emociones y de agradecimiento. Se siente “muy afortunada” por haber podido compartir escenario con artistas a los que ha admirado desde joven y con quienes, asegura, ha nacido una amistad real o ha reforzado la que ya existía. Ese vínculo, ha recordado, hunde sus raíces en una tradición familiar donde la música siempre ha estado presente.

La semilla de este formato musical se plantó en Boltaña, durante una presentación breve que dejó a todos con ganas de más. Allí, Manuel Domínguez, de La Ronda de Boltaña, percibió la potencia del proyecto: la historia le había “maravillado” y le sorprendió la capacidad de la autora para unir a personas y generar trabajo compartido. Aquella tarde conectaron de inmediato y, desde entonces, fueron dando forma a la idea que ayer cristalizó en el Olimpia.
El diseño musical del espectáculo ha sido impulsado directamente por Borraz, que ha coordinado estilos, voces y repertorios. Domínguez ha reconocido que todos los músicos han trabajado a su disposición, confiando en su visión.
Así, La Ronda ha recuperado canciones tradicionales que dialogan con momentos clave del libro, desde melodías de tuna y habaneras hasta fragmentos vinculados al contexto histórico de la novela.
El proyecto ha tenido desde el inicio un corazón familiar: la "Factoría Aquilué", formada por Javier Aquilué padre e hijo, Carlos Aquilué y el guitarrista Benja Aparicio. Todos ellos crecieron con guitarras en casa, improvisaciones en las sobremesas y veranos en Alquézar que terminaban siempre en torno a una canción. No es casual que Borraz los considere la pieza más orgánica del montaje.
Javier padre ha defendido la “energía activa” de su sobrina y la forma en que ha sabido convertir la novela en un espectáculo vivo. Su hijo mayor, por su parte, obseerva que la autora los ha asociado siempre a aquellas reuniones espontáneas que marcaron su infancia.

El jotero Javier Badules, figura indispensable en las rondas de Alquézar, aportó al concierto una de las capas más aragonesas del espectáculo. Lleva rondando a la familia Borraz desde que la autora era niña, con esas "charradas" en los balcones de Casa Médico que forman parte de la iconografía sentimental de “Años de vida”. Al leer la novela quedó impresionado por la capacidad de la autora para narrar aquella memoria común.
Para él, este proyecto nació con naturalidad: muchos lectores, como ha señalado, tarareaban los temas mencionados en la historia. Pero nunca imaginó que esa intuición acabaría en un Olimpia lleno.
Actuó acompañado por músicos muy cercanos, el guitarrista Rafael Casanova, su hijo Pedro Badules al bajo, Elena Valdés con la bandurria e Iván Sampietro, a quien considera “hijo adoptivo” y que además ha compuesto unas variaciones expresamente para este espectáculo.
Uno de los momentos más especiales de la noche fue cuando Badules cantó una jota dedicada a cada uno de los grupos o artistas -incluida Marta Borraz- que participaron en el espectáculo. El público reforzó cada una de sus coplas con un aplauso cargado de cariño.
La noche ensambló boleros, canciones radiadas de los años sesenta, temas populares como “Rascayú”, el Twist and Shout de The Beatles, y, por supuesto, la reconocible “Juanita Banana”, en conexión con la maravillosa voz de la soprano Anaïs Oliveras, acompañada al piano por Gerard Alonso.

La cantante conoció a Borraz en Casbas, en una presentación que ya antes de leer el libro le dejó una fuerte impresión. Cuando lo tuvo entre manos, lo leyó en tres días. Poco después escribió a la autora para expresarle cuánto le había emocionado.
La colaboración surgió en una comida, cuando Borraz le propuso encarnar la parte femenina del relato. Oliveras asumió un desafío vocal alejado de su repertorio habitual -centrado en música barroca y clásica- para abordar coplas, tangos y personajes diversos.
Explica que lo vivió como "un reto artístico" y también como un acto de responsabilidad simbólica: entendió que representaba a las mujeres de la novela, sus silencios, su lucha y su capacidad de resistencia. “Tenía la oportunidad de darles voz y luz”, indica.
A nivel personal, ha descrito el libro como “sanador”. En su familia, la guerra y la posguerra han sido temas silenciados, y la novela le ha permitido devolver vida a un paisaje histórico que sentía lejano.
También ha celebrado la experiencia de trabajar con músicos aragoneses a los que no conocía: La Ronda de Boltaña, Badules y los Aquilué. De este último ha destacado la “comunión musical” que se ha creado. Y del jotero oscense, su “fuerza” y su interpretación “exquisita”.
El vestuario utilizado por Marta Borraz en el escenario ha sido otro "personaje" más del espectáculo, procedente de L’arca de l’avia de Barcelona, auténtico de los años 30.
El cierre emocional lo ha puesto Marc Muntañola, que ha acompañado a Borraz, su pareja, durante todo el proceso. Se refiere con admiración a su perfeccionismo, y su capacidad para multiplicarse entre su trabajo, su familia y su pasión por la escritura.
Ha recordado también el momento mágico en que la autora recibió la llamada de Xordica para anunciarle que publicarían la novela, una escena que ocurrió en el jardín de la casa familiar de Alquézar y que marcó el inicio de este largo viaje. Para él, terminar la gira en un Olimpia lleno es “la mejor forma posible de cerrar un proyectazo”.
Y, pese a que anoche se anunció como un final, pocos en el Olimpia parecían dispuestos a creerlo del todo. Entre comentarios de pasillo y abrazos de despedida, comenzó a repetirse una pregunta que ya suena en clubes de lectura y presentaciones: si una historia que ha crecido tanto en manos de su autora puede detenerse aquí. Algunos ya apuntan al cine, otros imaginan nuevos escenarios. Borraz no ha confirmado nada, pero la salida del público dejó la sensación de que el proyecto todavía tiene "muchos años de vida" por delante.