Dentro del ciclo Historia y Patrimonio del Instituto de Estudios Altoaragoneses (IEA), este martes arrancó la doble jornada titulada Cómo los Cosos nos cuentan la historia de Huesca. En los seguimientos arqueológicos realizados en los últimos doce años con motivo de la reurbanización de estas vías, se ha recuperado una cantidad ingente de datos arqueológicos e históricos de los casi 850 metros de longitud de los actuales Coso Alto y Coso Bajo.
La primera de las charlas, Fosos, conventos, túneles y otros barros: arqueología en el Coso Alto y el Coso Bajo (2013-2025), fue impartida por los arqueólogos Julia Justes, Ignacio Lafragüeta y Héctor Arcusa. A lo largo de sus intervenciones se ofreció una visión general de la riqueza histórica que yace bajo esta céntrica arteria de la ciudad. Además, contar con los tres arqueólogos, sirvió para poner de manifiesto la falta de una visión global de todos los hallazgos bajo esta la céntrica arteria de la ciudad, y se pidió que se plasmen en una publicación todos los datos que se han extraído de estas actuaciones arqueológicas para que se conviertan en conocimiento histórico de la ciudad antigua.

El espacio exterior del IEA se llenó por completo, muestra del interés que suscita este tema entre los oscenses, que pudieron conocer detalles sorprendentes sobre lo que permanece oculto bajo sus pies. Héctor Arcusa avanzó que ha hallado en las obras actuales del Coso Alto una inscripción romana, que se presentará proximamente. "Es una pieza muy importante -adelantó-, de lo poco que hay de epigrafía en Huesca, y además habla sobre un duunviro, que es uno de los dos cargos equivalentes a los alcaldes de Huesca. Eran cargos anuales, eran dos y se iban renovando cada año".
Otro de los momentos más destacados fue el recorrido de Julia Justes por los hallazgos en el Coso Bajo, donde se detuvo especialmente en lo que definió como “la joya de la corona: el teatro romano”. Según explicó, aunque ya se conocía la existencia de este edificio gracias a los trabajos previos de los arqueólogos José Luis Cebolla y Francisco Javier Ruiz, en los últimos años se ha podido avanzar en su identificación, en especial en lo relativo a su morfología.
“Lo que hemos localizado ahora sería la cimentación de la escena”, detalló Justes, quien añadió que existe una alta probabilidad de que en la zona también hubiera un pórtico e incluso unas termas, elementos típicos de este tipo de complejos. “Es muy posible que en esa parte de la ciudad, que no cuenta con gran protección arqueológica, tengamos restos fundamentales de la Huesca romana”, afirmó.
La arqueóloga relató que, a partir de los fragmentos hallados, ha planteado una hipótesis de trabajo basada en el teatro romano de Clunia, con un diseño proporcional al tamaño de Osca. “Sé que es un ejercicio de riesgo, pero si tengo un poco de razón, el teatro era bastante más grande de lo que se pensaba y la escena no estaría bajo las casas, como se creía, sino bajo la calle, en el actual Coso Bajo”, explicó. Esta interpretación, señaló, encajaría bien con la estructura del parcelario actual de la zona norte del casco urbano.

Durante los trabajos se documentaron elementos arquitectónicos de gran interés, como un potente hormigón romano, sillares de grandes dimensiones con morfologías poco comunes y un desagüe con elementos constructivos típicos de la época altoimperial. También se halló, en la actual plaza de Santo Domingo, un gran capitel dórico que podría haber formado parte de la decoración monumental del teatro.
“Creo que esta es una importantísima labor de conocimiento de la ciudad antigua”, afirmó Justes, quien lamentó que no se lograra instalar en su momento alguna señal física que recordara la existencia del teatro, aunque se mostró esperanzada: “Nunca es tarde. Yo creo que esto aún se puede hacer”.
Justes repasó otros hallazgos de gran interés detectados en diferentes puntos del Coso durante los seguimientos arqueológicos, como la existencia de túneles en la Huesca tardomedieval, y citó “esas cloacas romanas que todo el mundo ha visto. Voy a desmentir el bulo -dijo-, no son romanas. Son muy recientes, pero están muy bien hechas. Da pena tener que deshacerse de ellas, pero en algunos puntos las hemos documentado lo mejor posible”.
También se refirió a que “el límite entre el suelo público y el privado, en el subsuelo, a veces se difumina”. Relató que, haciendo una zanja, un obrero desapareció gritando. “No le pasó nada, pero apareció en el probador de una tienda, que, curiosamente, está debajo de la acera, o sea, en suelo público”.
Otro de los puntos mencionados fue la posible ubicación del Almudí, un antiguo espacio público dedicado a la compraventa de cereales. "No sabemos exactamente si estaba entre la Farmacia Marro y Montovelaz, pero en esos puntos aparecieron una serie de muros. No supe clasificarlos, solo documentarlos y dibujarlos. Esa es nuestra labor en estos seguimientos arqueológicos”, explicó.
En el Coso Bajo también se localizaron restos del antiguo convento de Santo Domingo, derribado por orden de Pedro IV en el siglo XIV para despejar el entorno de la muralla. En concreto, se halló una esquina del edificio con muros de sillería de gran calidad, mortero muy duro y una tipología constructiva cristiana medieval. A escasos metros apareció una tumba antropomorfa, de la que se conservaban los pies. Estos restos estarían sobre los muros de la escena del teatro romano.
Otro hallazgo fue la localización parcial de un horno de barras datado en el siglo XI, en el entorno del antiguo arrabal de Benahaon, cerca del convento de Santo Domingo. Se trata del primer alfar andalusí más o menos intacto descubierto en la ciudad. En su interior se encontraron útiles del alfarero, productos calcinados y restos de las propias barras del horno, que confirman su uso en época musulmana. Además, sobre este nivel apareció un testar, con restos de cerámica de tradición andalusí ya evolucionada, lo que demuestra que la actividad alfarera continuó al menos hasta los siglos XIII y XIV. “O sea, que eso de que manda el rey de que se desplacen a otros sitios… bueno, pues si se desplazaron, volvieron”, dijo.
FUENTE DE SAN VICENTE
Ignacio Lafragüeta recordó una intervención realizada en la zona de Correos, junto a la antigua entrada a los calabozos de la Audiencia Provincial, donde apareció una acequia formada por sillares de gran tamaño —algunos de hasta un metro por 90 centímetros—, datada entre los siglos I y II . La estructura apareció acompañada de abundante cerámica romana, especialmente terra sigillata hispánica y tégulas. Esta canalización ha sido documentada también en otros puntos de Huesca como los lavaderos de San Julián, la plaza Lizana, el Teatro Olimpia, Simeón o la calle Moya, y suele aparecer asociada al antiguo foso ibérico. "han pasado 10 años y a mí verlo desmontado aún me duele en el alma", dijo.
Una de sus experiencias más singulares tuvo lugar en la intersección de las calles Lastanosa y Miguel Servet, donde hallaron una sala abovedada de 4,4 por 3 metros con una altura de 2,6 metros, dotada de dos entradas y una escalera. Lafragüeta cree que puede tratarse de la fuente de San Vicente, un elemento histórico documentado en varias ocasiones, como en 1446, y cuyo desmantelamiento fue aprobado por el Concejo en 1692 por obstaculizar el tránsito en el Coso. "No lo pudimos excavar, porque los arquitectos del Ayuntamiento temían que la bóveda cediese y que arrastrara las casas", recordó.
"Lo que es la sala abovedada de la fuente está frente de la tienda Woman's Secret. Si vais paseando por la calle, cuando lleguéis ahí veréis que hay alguna junta y que un embaldosado desalineado. Marca dónde está la fuente", indicó.
En calle Miguel Servet, también halló un muro de gran tamaño que, aunque no pudo ser excavado, relaciona con la Casa de Lastanosa.

CLOACAS, MUROS Y CERÁMICA
El arqueólogo Héctor Arcusa trabaja en la actual fase de obras del Coso Alto, desde la plaza de la Inmaculada hasta la calle Amistad. En este tramo, ha podido documentar el sistema de saneamiento de la ciudad: desde las cloacas de sillería del último cuarto del siglo XIX. "Es un canal enorme, uno principal, que es el que centraliza todas las aguas residuales, y una serie de acometidas individuales a cada una de las casas, que están hechas también con sillería, con tapa de arenisca de una sola pieza", explicó.
El segundo saneamiento es con tubo de hormigón, el que se ha tenido en el Coso hasta hace relativamente poco. "Lo tenemos bien fechado, es cuando se pone el adoquín del Coso en los años 30 y se instala este saneamiento", apuntó Arcusa. El modelo actual son grandes tuberías de hormigón de un metro de diámetro.
Durante estas excavaciones para este saneamiento ha abierto zanjas de hasta 4 metros de profundidad, lo que ha permitido alcanzar niveles arqueológicos más antiguos. En varios puntos -especialmente entre la plaza de la Inmaculada y la plaza Lizana- han aparecido muros de sillería, que Arcusa interpreta como parte del muro de contención exterior del foso medieval. En algunos sectores los muros son transversales, posiblemente vinculados a estructuras accesos por la puerta que existía en la actual plaza Lizana.
En la zona frente al edificio de Ibercaja, a casi cuatro metros de profundidad, se hallaron abundantes restos cerámicos y óseos, muchos de ellos de cocina (ollería, escudillas, vidriados en verde y amarillo...), datados entre los siglos XIII y XIV. Arcusa explicó que el foso se rellenó con desperdicios urbanos, lo que ha favorecido la conservación de estos materiales.
"¿Y qué tenemos de los romanos?", preguntó. "Prácticamente nada", contestó. "El material romano que encontramos en el foso, que no es mucho, lo asocio precisamente a esos movimientos de tierra que hacen que lleguen de forma casual. Sin embargo -agregó- entre los hallazgos hay una inscripción romana, que presentaremos oficialmente. Es una pieza muy importante, de lo poco que hay de epigrafía en Huesca, y además habla sobre un duunviro, uno de los dos cargos equivalentes a los alcaldes de Huesca".
Finalmente, en la plaza de la Inmaculada se documentaron restos del convento de los Agustinos Recoletos, fundado en el siglo XVII tras años de negociaciones con el Obispado y el Concejo. Fue uno de los primeros conventos clausurados tras la desamortización de 1836, y en diez años ya se había construido el teatro real. Las excavaciones permitieron identificar muros y un osario.