Isabel Arilla o el arte de conectar almas a través de la música

El Coro del IES Ramón y Cajal y el de la Universidad Ciudadana comparten escenario y repertorio

28 de Mayo de 2025
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Encuentro de coros con Isabel Arilla a la batuta. Vídeo Myriam Martínez

Isabel Arilla no dirige desde un podio, sino desde una geografía más íntima: la del corazón. No se trata de una metáfora blanda, sino de una realidad tangible. En cada gesto, en cada mirada directa o de soslayo, hay algo de precisión y algo de ternura. Como quien da cuerda a un mecanismo precioso y frágil a la vez. No impone, acompaña. No marca el compás, sugiere una respiración común.

A veces, claro, le hacemos resoplar un poco. Es lo que sucede cuando el azar entra en escena. Ponemos a prueba su paciencia con entradas vacilantes, voces que buscan su sitio, notas advenedizas y florituras fuera de lugar. Pequeñas disonancias que, sin embargo, no alteran su pulso.

Coro de Profesores del IES Ramón y Cajal y el Coro de la Universidad Ciudadana. Foto Myriam Martínez
Dando las últimas instrucciones antes del concierto. Foto Myriam Martínez

Pero al final, siempre se impone su templanza. Esa habilidad para reconducir sin aspavientos, sin alzar la voz, de volver al compás con una media sonrisa y un gesto breve, como si la música le hablara al oído, le pidiera tranquilidad y le diera ánimo.

Este martes, en el IES Ramón y Cajal de Huesca, la música se volvió punto de encuentro y el concierto se convirtió en algo más: una reunión entre personas unidas por una pasión que no necesita grandes palabras para justificarse.

Isabel Arilla y el Coro de Profesores del IES Ramón y Cajal. Foto Myriam Martínez
Isabel Arilla y el Coro de Profesores del IES Ramón y Cajal. Foto Myriam Martínez

Al comenzar, dijo algo que ya era una melodía: “Estos coros son como bujías que me dan chispas y me ayudan a circular cada día". Y fue imposible no pensar que, si ella necesita esa chispa, es porque ha encendido tantas ajenas que ha hecho de la música una forma sostenida de existir.

El Coro de Profesores del Ramón y Cajal ofreció tres piezas: Gaudeamus igitur, un brindis académico que fue también un canto al presente; Moon River, suspendido como un pensamiento suave; y Vois sur ton chemin, con la ternura contenida de quien canta lo que necesita compartir. Profesores que, entre horarios imposibles y contratos fugaces, encuentran en el canto una forma insólita de permanencia.

"Hay que señalar que a lo largo de todos estos años hemos contado con el apoyo del centro y con la ayuda, nunca suficientemente valorada, del genial Manuel Franco, todo un lujo", recordó Isabel Arilla.

Después llegó el Coro Popular de la Universidad Ciudadana, diverso en edades y orígenes, y profundamente unitario en su propósito: hacer comunidad desde la música. Destacó de él, sobre todo, su calidad humana. "Dejando aparte la calidad artística, que es mucha, nos sirve de encuentro, de relajación, de olvido de problemas", aseguró. Su Signore delle cime fue plegaria y paisaje; Olvidar, raíces y memoria; y Tourdion, el placer de la vida.

Y luego, la suma. O mejor dicho, la conversación. Cuando ambos coros cantaron juntos, no se trató de un apilamiento de voces, sino de una mezcla auténtica, como si se reconocieran por primera vez en un idioma compartido. I Can’t Help Falling in Love se convirtió en declaración implícita. No se va la paloma trajo un aire popular y Hello Django cerró la velada con ritmo.

Y en medio de ese tejido, Isabel. Más que directora, médium. Artífice de lo improbable. Su papel no fue el de quien ejecuta un plan, sino el de quien provoca un encuentro. Como una celestina musical que propicia la armonía entre trayectorias que, de otro modo, quizás jamás se hubieran rozado. 

Isabel Arilla dirigiendo al Coro de la Universidad Ciudadana.
Isabel Arilla dirigiendo al Coro de la Universidad Ciudadana.

Disfrutó especialmente la tarde Jorge Arias, partícipe de ambos coros, figura discreta y luminosa, que compartió con Isabel esa alegría particular que nace cuando uno logra reunir, en un mismo lugar, a personas que verdaderamente aprecia. Como anfitrión silencioso de una amistad en expansión.

Lo que quedó no fue solo música -aunque la hubo: afinada, honesta, profundamente humana-, sino algo más inasible: la impresión de haber presenciado un comienzo. No solo un sonido, sino una trama en formación. Una comunidad coral aún por consolidarse, pero con voluntad de camino.

Quizá esa sea la verdadera música de Isabel Arilla. Esas chispas que menciona son una energía discreta pero contagiosa, que no solo la sostiene a ella -ahora lo sabemos-, sino que nos arrastra a su paso, con la certeza de estar en sintonía. Con gratitud, con admiración. Y con la profunda alegría de formar parte de algo verdadero.

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