Viernes por la noche. El Centro Cultural Manuel Benito Moliner no fue un teatro más: se convirtió en un pequeño templo del goce y el desparpajo, en una especie de cabaret castizo, picante y glorioso, cortesía del grupo Kandelicas Teatro Musical, que estrenó su nuevo espectáculo: El jardín de las delicias (Tríptico sicalíptico). Y como el título promete, se trató de un tríptico, sí, pero nada sacro: festivo, pícaro y profundamente libre.
Una creación colectiva nacida del taller de teatro del Ayuntamiento de Huesca, bajo la dirección de Javier García "Javito", que ya el año pasado se atrevieron con El bolero y este año han cambiado de tercio para sumergirse en el cuplé. Pero no como pieza de museo, sino como lo que fue y vuelve a ser: “Un arte emancipador, subversivo, con una mezcla única de erotismo y humor”, explicaba el propio García. Y, sobre todo, se convirtió en una auténtica fiesta.

Porque eso fue lo que sucedió en escena: una fiesta completa, atrevida y generosa, en la que los trece miembros del elenco (casi todos veteranos, pero también con algunas incorporaciones nuevas) se entregaron al juego, al baile, a la sátira y al puro goce musical. El teatro estaba lleno, las entrada se vendieron días atrás, en cuanto salieron a taquilla, y no se descarta que vuelvan a programarlo, porque quien no lo vio quiere verlo y quien lo vio, quiere repetir.
El elenco, formado por trece talentosos intérpretes -Anika Burrel, Ana Cristina Zurita, Ana Montoro, Chus Yerno, Desirée Pueyo, Gaby Laliena, Mª José Naya, Olga Bellón, Puri Broto, Gonzalo de Frutos, Raúl Betrán, Sandra Casanueva e Isabel Luna-, se mostró entregado y lleno de complicidad.

Este grupo, veterano pero abierto a nuevas incorporaciones, demostró que la amistad y la pasión por el cuplé pueden dar lugar a una química escénica excepcional, capaz de hacer reír y de contagiar la alegría.
El apoyo musical corrió a cargo de Pedro Sierra y Álex Lasaosa, e Isabel Luna hizo sonar su guitarra..
El repertorio, compuesto por grandes clásicos del cuplé (La regadera, Ven y ven, Fumando espero, La chica del 17, Las tardes del Ritz, El suicidio de la Balbina, La Vaselina y otros muchos más), se hilvanó en forma de escenas cargadas de humor, pluma, danza y sorpresas. Desde el primer minuto, el público comprendió que no estaba en una función al uso: aquí se venía a mirar y también a ser mirado.
Las alegres cuñadas, no sabiendo qué hacer con sus vidas, deciden meterse en política y, entre perrea y perrea, rindieron sus homenajes burlones tanto a José Luis Ábalos, como a Álvaro García Ortiz: “Yo te lamía toda la fiscalía”, dijeron co descaro. Teatro de revista en clave 2025.

Parte del público también hizo sus propios descubrimientos, al conocer, por ejemplo, que El Novio de La Muerte, el himno por excelencia de La Legión Española, nació como un cuplé de cabaret que se convirtio en la musica para honrar a los caidos de esa sección del ejército
Y qué decir del vestuario: un despliegue de color, de brillos, de puntillas y plumas que arrancó suspiros y dejó al público boquiabierto. No había escena sin coreografía ni canción sin escenografía cuidada. Kandelicas, que ya llevan años trabajando juntas, se nota que disfrutan no solo del escenario, sino del proceso entero.
Este año incluso se retiraron a Aguinaliu para un “retiro creativo” donde pulieron texto, canciones y escenas, apunta Javier García. Y el resultado se nota: lo que se vio fue coral, poderoso, se nota que se quieren. Y eso se contagia.
Otros personajes afloraron en el texto, como Raquel Meller, Charlie Chaplin y Olga Ramos; y otros de manera inesperada, a requerimiento de las actrices, como David Cano y Josete Martín Retortillo.

Y es que, además de la música en directo y el brillante vestuario, uno de los aciertos de El jardín de las delicias fue la constante interacción de los actores con el público, que convirtió la sala en un espacio vivo y cómplice.
La energía no decayó en ningún momento gracias a las coreografías vibrantes y el protagonismo del baile, que sumó ritmo y color a cada número, manteniendo el pulso festivo y dinámico que caracteriza al cuplé.
La puesta en escena, con una iluminación cuidada y un sonido impecable, reforzó el ambiente de cabaret moderno, mientras que la regiduría de Miriam Aparicio y la dirección artística de Javier García consiguieron un equilibrio perfecto entre tradición y frescura contemporánea.
El jardín de las delicias reafirmó al cuplé como una forma de arte que, lejos de ser un simple vestigio, sigue siendo un vehículo potente de expresión y liberación.