Ricardo Compairé, farmacéutico de Huesca y uno de los fotógrafos más importantes de España en el primer tercio del siglo XX es el protagonista la décima entrega de la colección Altoaragoneses del Instituto de Estudios Altoaragoneses (IEA), una serie dedicada a acercar al público figuras esenciales de la historia provincial con rigor accesible y un cuidado álbum de imágenes. Bajo el título “Ricardo Compairé: el farmacéutico que retrató el alma del Alto Aragón”, la autora María Jesús Hernández Viñerta reconstruye la vida y la obra de un hombre cuya mirada dejó una de las huellas visuales más profundas del territorio.
La presentación se ha celebrado este jueves ante numeroso público en el salón de actos de la Diputación Provincial de Huesca y se ha iniciado con la apertura por parte de la directora del IEA, Susana Villacampa, y han participado la autora María Jesús Hernández, Enrique Carbó, doctor en Bellas Artes y uno de los mayores expertos en la obra de Ricardo Compairé, y Enrique Chabier Compairé Angulo, nieto de Ricardo Compairé y autor del prólogo de esta edición.
El libro, de 160 páginas y un álbum de imágenes, nace de una amistad, pero también de una necesidad emocional. Enrique Chabier Compairé llevaba "nada menos que 43 años" indagando y custodiando el legado familiar. “Una vez que desapareció mi padre me pregunté ¿qué memoria quedará de mi abuelo?, y tenía mucho interés en que no se perdiera”, confiesa. Su empeño paciente se ha materializado ahora en una obra que, según admite emocionado, “ha hecho realidad un sueño”.
Para la autora, este proyecto llegó casi sin buscarlo. “No me había planteado escribir este libro, porque la fotografía no es mi campo. Mi línea es la historia de linajes o la jota y el folclore”, reconoce Hernández. Sin embargo, la insistencia de Enrique y el contacto continuado con el archivo familiar terminaron convenciéndola. “Me pasaba materiales, fotografías, artículos... me fue envolviendo con el trabajo de su abuelo”.

Tras cinco años y cuando finalizó otro libro, María Jesús Hernández se decidió para alegría de Enrique. "Este libro de tu abuelo ¿cómo lo encaramos?" fue la pregunta que arrancó el proyecto y que ha seguido un proceso largo, minucioso y lleno de hallazgos inesperados. Como señala la autora, “soy un ratón de archivo, y tirando de hemerotecas y bibliografía" completó los datos. El resultado, asegura, es “una biografía construida desde la emoción, pero también desde la investigación profunda”.
ATRAPAR UN MUNDO QUE DESAPARECÍA
Compairé, nacido en Villanúa, era "montañés y también montañero. Subía a los picos cargado con las máquinas fotográficas de principios del siglo XX y tenía interés en recoger imágenes de Cotiella, Marboré, del Posets o Monte Perdido", rememora Enrique Compairé. El paisaje fue lo primero que le impulsó para hacer la fotografía, pero hubo otra cosa que también le llamó mucho la atención. Compairé estudió Farmacia en Barcelona en 1900. Al regresar a Hecho en 1905, donde empezó a regentar una farmacia, "se da cuenta de que el calzón, cachirulo y albarcas se iban cambiando por ropas modernas. Tuvo la visión de que debía retratarlo porque se está perdiendo".
María Jesús Hernández agrega "una frase preciosa" de Ricardo Compairé en la que señaló que "eso tiene mucho valor en este momento, pero que tendrá mucho más cuando muera. Y es lo que ha pasado. Desde principios del siglo pasado que empezó a fotografiar, realmente ahora su legado está más vivo que nunca".

Su fotografía es hoy un referente, y detrás había un método riguroso. Las escenas se componían como si fueran cuadros. "Al parecer, aprendió a componer estas escenas maravillosas de un pintor francés", explica Hernández. “Nada era improvisado”, destaca. “Estudiaba el lugar, la luz, la orientación… incluso repetía una fotografía 12 o 15 veces”. Un perfeccionismo que, según su nieto, derivaba de su carácter: “Era muy minucioso. También era serio, pero cercano. Tenía don de gentes”.
Como explica Hernández, cuando el fotógrafo llegaba a una localidad "todo el pueblo se ponía a su disposición para lo que hiciera falta. Rebuscaban en arcones y se vestían aunque fuera con ropas incluso de sus antepasados. Podía ser ropa muy humilde o de juez de paz o alcalde, incluso podían tener zapatos o sombreros franceses, ropa que hemos visto como si fuera realmente aragonesa o de esa época, pero sobre la que hay que hacer una diferenciación", indica.
"Ricardo Compairé fue una persona extraordinaria. En el proceso de la fotografía lo hacía todo, desde el disparo, el revelado, las copias..., hacía hasta los sobrecitos para guardar los clicés. También era experto en botánica, en micología, pintaba… De hecho, dicen sus biógrafos que la pasión por la fotografía le llegó con la pintura. Acudió a un estudio de pintura cuando estaba estudiando en Barcelona y después a una academia. Dicen que descubrió en la fotografía quizá lo que no se le daba tan bien en la pintura. Hacía la misma composición, pero la plasmaba con la cámara", cuenta la autora.
ARCHIVO ESCONDIDO EN LA GUERRA CIVIL
El libro recupera anécdotas entrañables. Su nieto recuerda los contrabandistas que posaron para él tras insistentes peticiones. Aunque lo eran, le respondía en cheso: “Hombre don Ricardo, qué cosas tiene usted, nosotros no somos contrabandistas”. Seguía también viajando a la montaña cargado con cámaras enormes y placas de cristal. Un pastor ansotano recuerda que la primera vez que lo vio le pareció un extraterrestre. "Al final del texto que escribió para el homenaje a Compairé cuenta que se quedó muy sorprendido de la amabilidad, lo afable y cercano que era para provenir la capital", recuerda Hernández.
Una de las historias se refiere al archivo que huyó de la Guerra Civil. Compairé se lo llevó a Borja, donde estuvo de boticario tres años, por temor a que se destruyera un trabajo tan valioso. "Lo escondió durante ese tiempo en una bodega de vino, porque se dan las condiciones de temperatura y humedad adecuadas para que las placas no se estropearan; los negativos son una materia viva", explica Ricardo Compairé. Hernández relata que estuvieron en el Centro de Estudios Borjanos. "Su presidente me contó que tenían noticia de eso, pero que ahora nadie lo recordaba. Sin embargo, a las tertulias con gente mayor durante el verano, acudió un señor que recordaba esta anécdota y tenía identificada la bodega. Nos quitamos esa espinita. Ha sido un trabajo gratificante, lo mires por donde lo mires", traslada Hernández.

La fotografía fue la pasión de Ricardo Compairé, pero no se puede olvidar que fue "un gran profesional de la farmacia en tiempos en que las medicinas tenían que prepararlas el farmacéutico a base de recetas magistrales", recuerda su nieto. Se relacionó en Huesca con Ricardo del Arco, Ramón J. Sender -del que era contrapariente- o Ramón Acín, con quien compuso escaparates para su farmacia con envases de medicamentos. "Lástima es que no quede ninguna imagen de esos dos escaparates que montaban de suertes taurinas, y cada día lo cambiaba", recuerda Compairé. "Llegó incluso a recrear algunas de sus fotografías en el escaparate", aporta Hernández.
También fue promotor de turismo en Huesca. "Hace cien años ya hizo promoción y fue un increíble embajador de su tierra -expone Hernández-. Fue presidente de la Sociedad Turismo del Alto Aragón y lo primero que hizo fue promocionar Huesca con sus fotografías, y entre sus primeros objetivos estuvo hacer una guía turística"
"UN LIBRO HECHO DESDE EL CARIÑO"
Compairé dejó de fotografiar en 1945, cuando ya no tenía tanta fuerza en las piernas y llegaron problemas de visión. Pero siguió vinculado a su archivo hasta el final. “Todos los días cogía una caja del archivo e iba sacando una placa tras otra y las miraba al trasluz. Decía que la verdadera fotografía era el negativo”, recuerda su nieto. “Hubo muchas que nunca vio en positivo”, corrobora.
Hernández y Compairé coinciden en que el propósito final no era elaborar un tratado fotográfico, sino rescatar la humanidad del personaje. “Es un libro hecho desde el cariño”, afirma la autora. "Para leer este libro no hace falta que te guste la fotografía. Es la biografía de un vecino de Huesca que era farmacéutico, cuya farmacia y su legado profesional sigue todavía en pie gestionada por sus bisnietos, y que sin embargo era un fotógrafo que en 1926 fue considerado uno de los mejores de España".
Como apunta Enrique Compairé, "libros sobre mi abuelo como fotógrafo hay varios, pero desde el primer momento le recalqué a María Jesús que yo quería detalles de su vida". "De este lado humano, familiar y cotidiano no se había publicado nada, y este es el objetivo del libro", remacha Hernández.