Larga vida al Rock and Roll: Robe y Jorge

En cada concierto de rock’n roll ahora también las campanas doblarán por Robe y Jorge

Sergio Bernués Coré
Consultor, conferenciante y autor.
12 de Diciembre de 2025
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Larga vida a Robe y Jorge
Larga vida a Robe y Jorge

Dicen que hay días en los que el viento trae murmullos extraños, como si el mundo suspirara cansado. Jornadas en las que las campanas no dejan de tañer pues en el país del rock’n roll faltan dos estrellas. Las guitarras reverberan regando el aire con un temblor triste y nervioso que sólo deja la ausencia de los imprescindibles.

Nos dejó Jorge Martínez, líder de Ilegales. Amarrado a su guitarra, vivió a su manera, componiendo la banda sonora de unos tiempos en los que comenzábamos a descubrir de qué iba esto de vivir, y un tipo dentro del espejo nos miraba con cara de conejo.

Un día despues, como un pajarillo de negro pelaje y pico anaranjado, volaba Robe Iniesta. En un mar de palabras descansarán para siempre los restos de un naufragio en forma de himnos inmortales. Poesías que nos ensanchan el alma y nos invitan a reflexionar en tiempos de autómatas y corderos.

No tuve el gusto de conocer personalmente a ninguno de los dos; compartí con ellos su música, sus conciertos y disfruté de sus palabras. Dos artistas eternos que guardaban en sus entrañas las esencias de canciones eternas. Ese rock que jamás morirá porque hay tipos que dejan un legado excelso: una música nacida de la mezcla, contestataria e inconformista, fruto de la rabia y de cuestionarse lo establecido.

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El rock’n roll es un latido salvaje, que se escucha con el corazón. Una sacudida que atraviesa la piel y golpea directamente al alma. Es el eco de quienes se atrevieron a decir lo que nadie quería escuchar, el rugido de los marginados, la prosa de los que no encajan. Mensajes eléctricos que buscan despertar, incomodar, hacer sentir. Su fuerza reside en la autenticidad, en la imperfección, en la verdad gritada que rasga el lienzo de la corrección.

Jorge fue el puñetazo en la mesa, el sarcasmo afilado, el riff que te entra como un disparo y te recuerda que vivir también es luchar. Era un intelectual disfrazado de macarra, un filósofo eléctrico. En cada canción parecía decirnos que la vida duele, pero que aun así merece ser vivida con rabia, con deseo y con una buena guitarra. Su voz seguirá siendo ese despertador que no deja que la conciencia se duerma.

Robe, por su parte, fue la herida convertida en poesía. Su lenguaje, a veces crudo, a veces celestial, nos llevó a lugares donde sólo llegan los que saben mirar hacia dentro sin miedo. Cantó a las sombras, pero también a la ternura; habló de naufragios, pero también de amaneceres; nos enseñó que la vulnerabilidad puede ser un arma poderosa. En cada verso suyo caben la angustia, la duda, el amor, la calma y el vértigo. Su música fue, y seguirá siendo, un refugio para los que sienten demasiado.

En cada concierto de rock’n roll ahora también las campanas doblarán por Robe y Jorge. Aunque hoy el cielo sea de cemento, gracias a ellos nunca estará en silencio. Sus acordes, su insolencia, su poesía, su furia, su ternura escondida permanecerán acompañándonos como un rumor inmortal al ritmo de guitarras eléctricas.

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