La II Muestra de Cine Etnográfico Altoaragonés prosigue este miércoles con una velada que trasciende lo cinematográfico para erigirse como acto de resistencia cultural y testimonio tangible de regeneración rural.
A las 22:00, en el Instituto de Estudios Altoaragoneses (IEA), se proyectará Ascaso, capítulo de la serie documental Beatus Ille (RTVE, 2024), dirigido por José María Mas y David Riol.
La sesión será presentada por Isabel García Ballarín (IAA) y Miguel Cordero, codirector de la Muestra de Cine de Ascaso, la más pequeña del mundo y, paradójicamente, una de las más significativas del panorama nacional.
La programación de esta segunda edición se inauguró este martes con la intervención de Silvia Orós, quien presentó Ixigoleta y bordó, una pieza íntima y evocadora que entreteje arte, memoria y pertenencia.
Ascaso, rodada íntegramente en castellano, rebasa el mero retrato costumbrista. En palabras de Cordero, “no es simplemente un documental sobre un festival, sino sobre cómo la cultura puede recuperar un pueblo: su arquitectura, pero también su vida”.
El episodio –accesible en abierto a través de RTVE Play– documenta con sobriedad el proceso de transformación de una aldea que, al borde del olvido, ha sabido reinventarse desde la acción cultural.
El germen del festival, cuya primera edición data de 2012, nace de un impulso contracultural. “Surgimos en lo peor de la crisis de 2008 –recuerda Cordero–, cuando todo en el ámbito cultural parecía condenado a desaparecer o tenía que ser lo más grande que se había hecho nunca".
Miguel Cordero y Néstor Prades, ambos vinculados al mundo audiovisual y con casa en Ascaso, imaginaron que las noches de cine entre amigos podían adquirir una vocación pública y transformadora. Y apostaron por lo pequeño, lo sostenible, lo humano.
La primera edición fue un acto de tenacidad. La proyección tuvo lugar en la antigua era, cubierta de zarzas tras medio siglo de abandono. Una tormenta obligó al público a guarecerse en una borda en ruinas. “Llovía más dentro que fuera”, rememora Cordero.
Al año siguiente, una campaña de micromecenazgo permitió restaurar el edificio, y el mensaje se volvió evidente: no solo se proyectaban películas, se reconstruía un pueblo. Las televisiones subían y descubrían a vecinos levantando tejados y rehabilitando paredes de piedra.
"La prensa nos ha querido desde el primer momento, lo complicado han sido las administraciones"
Desde entonces, el festival ha gozado de un respaldo mediático entusiasta. “La prensa nos ha querido desde el primer momento. Lo complicado han sido las administraciones –apunta Cordero–, esas mismas que abandonaron no solo Ascaso, sino cerca de 300 núcleos en la provincia de Huesca”.
“A estas alturas del año -detalla-, ni el Gobierno de Aragón ni la Diputación de Huesca han publicado las convocatorias de ayudas a festivales. Es un salto al vacío. A veces lo organizamos sin saber si recibiremos un solo euro. Nos hacen caminar sobre la cuerda floja”.
A la par que crecía el festival, Ascaso comenzaba a cambiar. “Cuando empezamos, no había agua corriente, ni luz suficiente, ni carretera asfaltada. El agua llegó en 2000, pero hasta 2020 no se asfaltó la pista de acceso. Durante años tuvimos que proyectar con generadores de gasolina, porque la antigua central solar –de los años 90– apenas daba servicio a un par de casas. Fue en 2022, gracias a una subvención provincial y al respaldo del ayuntamiento, cuando se construyó una nueva central fotovoltaica, que permite a quienes rehabilitan casas tener suministro eléctrico estable”.
La llegada de Internet –a través del plan de “zonas blancas” impulsado por la Diputación– trajo consigo la posibilidad de teletrabajar, realizar llamadas, recibir envíos. “Hoy, si te pones enfermo puedes bajar al médico, ir a la farmacia, pedir por Amazon. Eso, antes, era impensable”.
Todo ello, directa o indirectamente, ha sido catalizado por la muestra. “No nos corresponde a nosotros decirlo –admite con humildad Cordero–, pero es evidente. El festival ha traído cineastas, periodistas, espectadores. Y todos preguntaban lo mismo: ¿cómo puede este lugar seguir en estas condiciones en pleno siglo XXI?”
Hoy, más de una década después de aquella quimera que nació entre zarzas y piedras, Miguel Cordero asegura que lo que más alegría le proporciona es "seguir vivo y con fuerzas para seguir montando el festival”.
Pero hay más. Una satisfacción profunda le acompaña al ver cómo esta aldea ha dejado de ser una reliquia del abandono para convertirse en ejemplo de resiliencia. “Estos días, en Zaragoza, durante unos encuentros de festivales de toda España, el nombre de Ascaso ha salido varias veces como modelo de cómo recuperar un pueblo a través de la cultura. Y lo más valioso –subraya– es que nadie vino a salvarnos con un plan desde arriba. Esto lo hemos hecho nosotros, la gente del pueblo”.