El Teatro Olimpia vivió este viernes una nuevo noche de auténtico delirio y emoción de la mano de Kandelikas Teatro Musical, con la representación de El jardín de las delicias. Tríptico sicalíptico, bajo la dirección de Javier García Ortega "Javito". El público llenó por completo el aforo en una función que combinó teatro, danza y humor picante con un fin solidario: recaudar fondos para la Asociación de Enfermos Neurológicos Oscenses (AENO).
Antes de levantarse el telón, José Sá, presidente de la Asociación de Enfermos Neurológicos Oscenses (AENO), dirigió unas palabras de gratitud al público y al grupo Kandelikas, recordando la importancia de gestos como este para una entidad que vive del compromiso social. Explicó que la asociación trabaja desde hace años para mejorar la calidad de vida de las personas con enfermedades neurológicas y de sus familias, y lo hace desde una premisa muy clara: “La rehabilitación, la cercanía y la dignidad deben estar al alcance de todos”.
Cada día, su equipo ofrece fisioterapia, logopedia, terapia ocupacional, actividades grupales y apoyo emocional, un conjunto de servicios que actúan -en sus palabras- como “los cimientos de un hogar donde la vida vuelve a tener equilibrio y sentido”. No se trata solo de tratamientos, insistió, sino de reconstruir rutinas, recuperar autonomía y mantener la esperanza. “Estamos muy contentos porque esta función llena el teatro y nos da el impulso que necesitamos para seguir comprando material y reforzando nuestras terapias”, añadió.
Desde los primeros acordes, el Olimpia se transformó en un cabaré castizo, picante y glorioso, donde las luces, el vestuario y la energía del elenco crearon una atmósfera de fiesta. Kandelikas recuperó el espíritu del cuplé, ese género que a comienzos del siglo XX escandalizó y fascinó a partes iguales, devolviéndolo al presente con una mezcla irreverente de erotismo y humor.
El repertorio -con clásicos como La regadera, Ven y ven, Fumando espero o La chica del 17, entre otros muchos- se hiló en una sucesión de escenas llenas de pluma, sátira y coreografías vibrantes. El público, cómplice desde el primer minuto, no solo observó: participó, rió y aplaudió a rabiar.
Entre los intérpretes, se repitió el entusiasmo coral que caracteriza al grupo, que se inscribe en los Talleres de Teatro y Danza de Huesca ITHEC. No faltaron las referencias y guiños locales: los actores mencionaron varias veces a Santiago Cano, sentado en primera fila junto a Antonia Piedrafita -se da la circunstancia de que en el estreno de este espectáculo, en junio de 2025 en el Centro Cultural Manuel Benito Moliner, quien participó desde el público fue su hijo, David-, mientras que José Martín-Retortillo volvió a subir al escenario para marcarse un baile, esta vez como Valero, vecino de Zaragoza.
El trabajo de Javier García volvió a demostrar su sello: una dirección viva y profundamente festiva, que reivindica el teatro popular sin perder rigor artístico. Bajo su batuta, El jardín de las delicias se convirtió en una experiencia sensorial completa, con música en directo, danza y una cuidada escenografía.
A medida que avanzaba la función, el público redescubrió la vigencia del cuplé, género libre y descarado, y su poder para cuestionar y reírse de todo, desde la política hasta la moral. No faltaron momentos de sátira actual, ni homenajes a figuras míticas como Raquel Meller, Charlie Chaplin u Olga Ramos, íconos de un tiempo en que el humor era también un acto de valentía.
La velada concluyó entre ovaciones. El Olimpia fue testigo de una fiesta teatral y solidaria que unió arte y compromiso social, reivindicando que el goce, la risa y la empatía pueden convivir -y multiplicarse- sobre el mismo escenario.