El ciclo de conferencias organizado por el Instituto de Estudios Altoaragoneses (IEA) para conmemorar los 350 años de San Juan de la Peña ha comenzado con un gran éxito de público. La primera ponencia, titulada El final del monasterio medieval de San Juan de la Peña y el intento de su reconstrucción, ha estado a cargo de la doctora en Historia Medieval Ana Isabel Lapeña Paúl, quien ha realizado un detallado recorrido por los episodios que marcaron el declive del emblemático enclave.
La conferencia ha llenado de público tanto la sala como la zona de entrada, donde se ha habilitado una pantalla para con la exposición de Lapeña, y algunos la han seguido de pie, por lo que la organización ha anunciado la decisión de trasladar las próximas sesiones al salón de actos de la Diputación Provincial de Huesca. El ciclo de conferencias continuará celebrándose todos los martes hasta el próximo 25 de marzo, cuando culminará con la mesa redonda "San Juan de la Peña: reflexión sobre su importancia y su aportación a la historia y al arte".
La directora del Área de Arte del IEA, Natalia Juan Gracia, que coordina este ciclo, ha abierto la sesión recordando que el 25 de febrero de 1675, tal día como hoy hace 350 años, un terrible incendio acabó con la vida monástica en el cenobio medieval de San Juan de la Peña. “Como decían los monjes, San Matías, San Matías, buen santo, pero malos días”, ha recordado.

“Este fatídico hecho conllevó una difícil decisión para la comunidad de monjes que vivió en primera persona este incendio. Una comunidad que había vivido durante siglos bajo la gran roca y que sentía un fuerte apego no solo emocional, sino que cuando se produjo el incendio sintieron que el peso de la historia recaía sobre sus hombros. A partir de 1675 comenzó un nuevo capítulo en la historia de esta legendaria fundación. A partir de aquellas cenizas y a partir de ese momento, comenzó la historia del edificio barroco situado en la pradera de San Indalecio”, ha expuesto.
Natalia Juan ha apuntado que este ciclo conmemora esta circunstancia histórica, y que pretende ofrecer “una visión plural y de conjunto de uno de los lugares más emblemáticos e identitarios de Aragón”. Se trata de un ciclo interdisciplinar, se ha contado con diversos especialistas, “los mejores en su campo -ha destacado-, para que analicen desde las ópticas histórica, artística y la archivística, con el fin de tener una perspectiva global de un mismo fenómeno, un monumento que es clave en nuestro patrimonio”.

Y “nadie mejor que la doctora Ana Isabel Lapeña para inaugurar este ciclo”, ha señalado Natalia Juan, y ha destacado que es la precursora de los estudios científicos sobre San Juan de la Peña. “Aproximaciones e incursiones a este lugar tan emblemático ha habido muchas, pero en enfoques con una metodología científica, fue la pionera en dedicarse a este monasterio”.
Lapeña Paul ha ofrecido un recorrido por los acontecimientos que marcaron el devenir del monasterio, desde su auge medieval hasta el devastador incendio de 1675, que supuso el fin de una era y el inicio de una nueva etapa con la construcción del monasterio barroco. “Mi vida la he dedicado a San Juan de la Peña”, ha afirmado para arrancar la investigadora y divulgadora, que se ha referido a su trabajo sobre distintas épocas y al manuscrito que encontró, que recoge los intentos de reconstrucción, “de no abandonar la cueva de San Juan. Eso era algo que enganchaba a los monjes. Pero al llegar un día como esta noche pasada de hace 350 años cambió el rumbo de San Juan de la Peña. Era necesario el traslado a un monasterio superior, aunque la entraña del monasterio no iba a desaparecer. Fue el final de una época, pero el inicio de una nueva que iba a significar la construcción del monasterio barroco”, ha apuntado.
A lo largo de la conferencia ha mostrado que “hay muchos San Juan de la Peña metidos en la cueva, porque ha ido variando el monasterio. Tenemos obras en muy distintas épocas, hoy en día estamos acostumbrados a ver en el monasterio un claustro abierto a los ojos del mundo, algo que no tiene sentido. Ha habido muchas otras dependencias, sabemos que hay mucho más monasterio que el que actualmente vemos”, ha resaltado.
Se ha mostrado totalmente segura de la zona donde se encontraba el refectorio y las caballerizas y el punto que albergaba el dormitorio de los monjes. “Los claustros no están abiertos, sino que organizan un espacio monástico -ha puesto de manifiesto-. Otro elemento que hay que tener en cuenta, utilizando el grabado del s. XVIII, es que la iglesia tenía una torre campanario, que servía de vigía y de cárcel, y que había dos plantas más en el centro. En los siglos medievales es muy diferente. Hay una parte que tiene que aparecer. Son necesarias excavaciones o cuando menos que se hagan prospecciones”, ha pedido.
Ana Isabel Lapeña ha explicado que se puede encontrar documentación de las restauraciones que se llevaba a determinados archivos, aunque también ha apuntado que no se tiene excesivamente claro qué parte corresponde a cada una de las épocas en las que se hicieron obras entre los siglos XIV y XVI.
“San Juan de la Peña es un emblema irreal, mítico, de leyendas que empañan parte de su historia de mil años. Sabemos que en 1025 se funda el monasterio de San Juan bajo la orden Benedictina, son muchos cientos de años lo que tenemos”, ha apuntado.

El primer San Juan de la Peña fue el de la época gloriosa, “que formó un amplísimo monasterio, más rico que el de San Victorián. Pero desde finales del s. XIII las cosas empezaron a no marchar bien. Lapeña ha relatado que cesaron las donaciones de la monarquía aragonesa “cuando se instaura la casa de los Aragón -que no eran lo mismo que los Ramírez-, que ya no se sienten tan ligados al monasterio, que estaba lejos de los centros de poder”. Se sumaron otros acontecimientos, como la peste negra. “La Baja Edad Media fue otra cosa, los vasallos incluso se revelaron en ocasiones y algunos intentaron huir del dominio monástico y ser protegidos por nobles. Cuando un siervo huye de su señor, es que algo le resulta agobiante”, ha afirmado. También perdieron poder, y tuvieron pleitos que duraron décadas con poblaciones cercanas, como Berdún, que no permitían que pastaran los ganados del monasterio.
“La descripción a final del s. XIII y principios del XIV, es un monasterio disipado, destruido, desheredado. La gestión empezaba a ser francamente mala. No se respetaba el monasterio, ni a los monjes ni al abad. Todo iba a empeorar con la terrible guerra con Castilla, de la que fue aliada Navarra”, ha recordado.
TRES INCENDIOS DOCUMENTADOS
El primer incendio documentado se produjo el 3 de septiembre de 1375. Se quemaron las cámaras abaciales, el dormitorio conjunto de los monjes y otras edificaciones. “Eso significa que hubo que volverlas a reconstruir. De cada época de San Juan de la Peña hay un monasterio diferente. El fuego es lo que más temían y afectó seriamente, no fue algo pequeño”.
Posteriormente, hubo un “absentismo abadial realmente importante”, como en muchos monasterios benedictinos. “San Juan de la Peña duró porque tuvo tal dominio en las donaciones precedentes del s. XI al XII que realmente podía vivir, pero no por generar riqueza en los siglos finales de la Edad Media”.
El segundo incendio fue a las 19.00 del 17 de noviembre de 1494. “No quedó palmo de madera, se derritieron las campanas, el coro y todos los libros que había en él. Se quemaron las cajas de reliquias, los cálices de plata, desapareció un cáliz de oro, los cetros, las casullas, las mitas. Fue un pavoroso incendio que desde luego no superó al de 1675”, trasladó Lapeña.
En el s. XV no hay documentadas obras, aunque se debieron llevar a cabo porque los monjes siguieron viviendo. “Sí hay documentación de la construcción de una capilla -entre 1426 y 1433- hermosísima por su bóveda y su decoración. Es lo único, no sabemos de más obras. Antes fue la sala capitular, de gobierno de monasterio, y luego fue capilla funeraria, la de el abad Juan Marqués”, ha detallado.
La investigadora ha reiterado que “hay distintos sanjuanes, con constantes cambios”, y ha detallado el manuscrito de Pedro Iriarte, conocido como Pedro Peralta, que también fue quien acabó la Seo de Zaragoza, que describe los peligros del monasterio, como el fuego al ser todo de madera pura, los carámbanos que se formaban o la roca que caía. También realizó la traza fundamental para conocer el monasterio en aquella época.
Finalmente, el 24 de febrero de 1675 el monasterio ardió “de forma imposible de remediar. Es el final de cientos de años en esta cueva y el final del monasterio de San Juan de la Peña medieval y de la edad moderna -ha señalado-. Las campanas ya no llamaban a los oficios, dejaron de resonar los cantos, en el horno no se cocina, en San Juan de la Peña no se podía vivir”.
Después llegó “la desamortización, cuando ambos monasterios quedaron abandonados, la desidia y el olvido, hasta que San Juan de la Peña empieza a coger nombre otra vez. Es nuestro patrimonio, aquí se ha creado nuestra monarquía y empezaron las restauraciones, no siempre con acierto -ha señalado-. Pero si un monje de San Juan de la Peña, da igual de la Edad Media como de la Edad Moderna, se paseara ahora por el monasterio se quedaría estupefacto, no tiene nada que ver con lo que ha habido”.
“Simplemente es una cuestión de supervivencia, el monasterio se ha ido adecuando al paso de los siglos”, ha finalizado.