Ventana Teatro se subió a las tablas de la Muestra Joven de Huesca para llenar el espacio, no de decorados espectaculares ni de efectos llamativos, sino de algo mucho más valioso: jóvenes comprometidos con contar sus historias.
Fabulando, la obra dirigida por Misael Hernández e inspirada en fábulas de Esopo, fue una experiencia teatral en la que un grupo de chicos y chicas de 13 y 14 años transformó las moralejas clásicas en escenas vivas que hablan de identidad, amistad, presión social y tolerancia, con humor, emoción y autenticidad.
El montaje nace como una adaptación libre del texto original De Fábula (Lo que no cabe en las moralejas), de Juan Pablo Heras, y forma parte de la apuesta pedagógica y artística del propio taller de teatro juvenil, que Hernández coordina con pasión y mirada larga. “Estoy ahí con los benjamines”, comenta con tono de hermano mayor orgulloso, refiriéndose a este grupo de adolescentes que, entre sus primeras experiencias teatrales, comienzan a descubrir que el escenario también puede ser un espacio donde encontrarse, expresarse y ser escuchados.
"Muchos vienen de muestras infantiles, acostumbrados a piezas breves, de 15 o 20 minutos, y ahora, se enfrentan a una obra de más de una hora", explica el director.
En Fabulando, el elenco -Abel Aljibe, Ángela Blázquez, Celia Tormo, Claudia Estonllo, Daniela Fañanás, Jorge Sardoy, Laura Eito, Léon Palacios, Noa Cejalvo, Nora Testillano, Paula Martínez, Quique Morillo, Sasha Ananieva y Valentina Pujol- traslada fábulas de Esopo, como la del labrador y el águila, o la del zorro sociólogo, a situaciones cotidianas del instituto: un pasillo, una clase, una conversación incómoda, una presión silenciosa.

El resultado es un conjunto de escenas enlazadas que, sin perder el tono de comedia, tocan temas tan importantes como la renuncia a uno mismo para agradar a los demás, la manipulación emocional, el miedo al juicio social o la orientación sexual.
El propio proceso creativo fue colectivo, dialogado, con espacio para la improvisación, el debate y la identificación. “Buscamos obras que les interesen a ellos, que les digan algo, que puedan aceptar como propias”, explica Hernández.
No se trataba simplemente de representar una fábula, sino de responder a una pregunta clave: ¿Cómo se refleja esta moraleja en vuestra vida hoy, en vuestra clase, en vuestra historia? A partir de ahí, el texto original se convirtió en materia viva, y cada escena adquirió voz y cuerpo propios. “Algunos de estos chicos ya llevan dos o tres muestras con nosotros; otros se estrenan. Pero todos empujan desde atrás y dan futuro a este espacio”, añade Misael Hernández.

Lo más valioso, sin embargo, no es solo el resultado final -que fue ágil, divertido, tierno y efectivo- sino el camino recorrido hasta llegar allí. El director de Ventana Teatro destaca el esfuerzo realizado. “Muchos en enero no eran capaces de decir una frase o mantenerse vivos en una escena de cinco minutos. Y ahora están una hora y cuarto defendiendo personajes, con luces, con música, con los demás en escena. Eso no es solo mérito mío. Lo hemos logrado entre todos”.
Agrega que la evolución de los jóvenes actores no solo se mide en la técnica adquirida, sino en confianza, entrega y capacidad de trabajo colectivo. "En escena se apoyan, se cubren, se miran. Son grupo, y eso se nota", recalca.

Con una escenografía mínima y una puesta en escena sencilla, el foco está puesto en lo esencial: el cuerpo, la palabra, la relación con el otro. La obra también revela cómo las artes escénicas pueden ser una poderosa herramienta educativa, emocional y social. “El teatro trabaja con las emociones individuales y las convierte en algo colectivo”, concluye Hernández. “Es como sacar algo a la luz. Y cuando lo ves ahí, vivo, compartido, es muy gratificante.”
Una muestra clara de que en estas nuevas generaciones hay voz, mirada, impulso y mucho teatro por delante.