El "annus horribilis" y la metáfora del no-homenaje a Elboj

28 de Mayo de 2023
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Jorge Pulido se lamenta tras el gol del Éibar. Foto LaLiga
Jorge Pulido se lamenta tras el gol del Éibar. Foto LaLiga

He preferido esperar a la mañana del domingo. La almohada es uno de los mejores aliados para la teoría de los diez segundos, para transitar desde el enfado reptiliano hasta el procesado racional tras pasar por el plano emocional, triste colofón a una temporada que recuerda a la expresión "annus horribilis" de Isabel II. Aquel 1992 en el que se le divorció media familia, en que Andrew Morton publicó el libro sobre Lady Di en el que revelaba las infidelidades del príncipe Carlos y en el que la monarca tuvo que aplacar el descontento popular asumiendo tras medio siglo el pago de impuestos. En el caso del Huesca, el impuesto lo han pagado los socios en pecunio y en especie, que no es otra que la desazón.

El partido contra el Éibar fue una metáfora. Sin ser el peor de la temporada, ni mucho menos, porque a tal distinción aspiran muchos choques de los del Cuco Ziganda. Resultó aseado ante un rival aseado que demostró que con poco más de aseo se podía haber aspirado a mucho más. ¡Qué barato ha estado el playoff! Los de Garitano son un ejemplo.

Pero vuelvo al hilo. A la metáfora. Al palco invadido de autoridades políticas y de aspirantes a escaños y a asientos municipales. En la jornada de reflexión. Cuando el club debiera haber cerrado a cal y canto su espacio de privilegio por el que tanto dinero pagan las empresas o los socios particulares. Más allá de la fealdad del gesto, más allá de la constatación de que cualquier tiempo pasado fue mejor (los candidatos se retiraban del mundanal ruido y no sólo por descansar, sino por respeto a los electores), la imagen alimenta la idea de una Sociedad Deportiva Huesca híper politizada, excesivamente dependiente de los palacios, inquietantemente alejada de la sociedad civil que son sus seguidores.

Paradójicamente, en la distancia del olvido se ha quedado el frustrado homenaje a Fernando Elboj, cuatro meses después de su óbito y del afeamiento de la omisión del mínimo gesto del club por el que tanto se desvivió el munícipe. En la Huesca amnésica, quizás recordemos ahora mismo aquel agravio con la memoria del club Agustín Lasaosa y un servidor. Es motivo de nuestras conversaciones. Esperábamos una rectificación pensando en que fue simplemente un error. Sólo pedíamos un lacónico minuto de silencio. Y a mí se me enfadaron sobremanera porque aseguraron que le preparaban un gran tributo. Debe ser el de Bob Dylan. Y con Agustín lo seguiremos comentando. Estamos acostumbrados a navegar Contracorriente.

Contracorriente de lo oficial, con las aguas a favor del pensamiento de una parte importante de la afición, sostengo que el "annus horribilis" ha dejado imágenes que habrían de hacer pensar a los rectores del club. La cantidad de asientos libres durante prácticamente toda la temporada significa desafección. La incapacidad de aceptar las críticas y de leer el pensamiento de los espectadores por parte de futbolistas (no incluyo aquí al entrenador, siempre correcto) emblemáticos ha borrado el adjetivo de respetable al cuerpo de los "paganinis". Los jugadores también necesitan unas directrices para no ofender. Al público se le ha respetado a duras penas, porque no se admiten ni sus manifestaciones de desagrado ni su crítica más que justificada. Y, así, abatido, ha reducido la cobertura del aforo conforme avanzaba la desesperanza.

Claro está que surgirán las lecturas de quienes se acuerdan de los tiempos de maricastaña, que obviamente no hay que olvidar. Pero este club necesita repensar mucho los últimos traspiés, autoanalizarse con mirada rigurosa, diagnosticar y preparar un futuro que, salvo el milagro de la compraventa, se antoja muy complicado. En el balance, me temo que todo rueda hacia un precipicio ante el que los rectores habrán de actuar con serenidad pero con firmeza. Termina la 22-23 sin un mea culpa, sin un perdón, sin un resarcimiento en tono de autocrítica a quienes dan sentido a esto de los veintidós tipos en calzones y borceguíes. Eso sí, con el palco a rebosar de oportunistas. Y en jornada de reflexión. Y sin reflexión. Realmente, horribilis.

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