En estos días de relativa calma, al menos de puertas para afuera, me ha venido a la mente una de las últimas conversaciones que mantuve con Antonio Riva, el presidente por antonomasia del baloncesto oscense, cuando estaba apartado del mundanal ruido pero estaba al pié de la calle de lo que sucedía en la capital.
El bueno de Toño se veía reflejado en el entonces más que incipiente proyecto de la Sociedad Deportiva Huesca y aplicaba su experiencia en semejantes lides con su proverbial sabiduría. Más o menos venía a poner las barbas de sus ‘colegas’ directivos a remojar, como antes había puesto las suyas y las de sus compañeros de viaje. “A nosotros nos subieron a las alturas y después no faltó quien nos quisiera despeñar”, sentenciaba Toño, reconfortado por el recuerdo y el reconocimiento que había adquirido su grupo de amigos iluminados peñistas cuando se contaba con una preciosa jaula pero el pájaro ya no cantaba en la ACB.
El mismo camino, o muy parecido, están recorriendo ahora en el club azulgrana. Después fabricar un sueño -el del Peñas fue de verano-, impensable cuando el equipo era un ascensor entre Tercera y Segunda División B (yo lo vi golear en Preferente), se sentaron las bases para que el equipo alcanzara la gloria de la Primera División y se disfrutara de la época más gloriosa e ininterrumpida de la entidad oscense. Pero ahora los nubarrones acechan y cuando al principio se aplaudía por casi nada, ahora se protesta todo y se pone en entredicho, no sin razón, las decisiones de la cúpula.
Las semejanzas no se detienen aquí. La salida de Manolo Torres, a quien conocí en el play off por la permanencia del CB Peñas en casa del Pamesa Valencia, ha sido una señal más de ese deterioro. El entonces Somontano Huesca mantuvo la categoría y Manolo Torres, con Augusto Guardiola, se encargaron de elaborar el recurso en el hall del hotel para que el expulsado Trevor Wilson pudiera disputar los partidos en Huesca. Al año siguiente el milagro deportivo se repitió, al lograr la permanencia en la Liga ACB contra el Festina Andorra, pero tuvo un lado muy amargo porque el club se vio obligado a vender la plaza al Baloncesto Fuenlabrada por motivos económicos.
Ahora el vacío presidencial puede resolverse próximamente y de esta manera se hará realidad la sentencia de otra referencia, en este caso futbolística, como Agustín Lasaosa, que en su etapa de jugador del Huesca, cuando la viabilidad del club estaba constantemente en peligro, siempre tenía a mano la misma sentencia: “Si hay presidente, habrá fútbol, no os preocupéis”, decía con su típica socarronería somarda.
No sé si por entonces ya pensaba en su paso por la presidencia –en su futuro como directivo sí que lo mascullaba entre dientes-, pero ahora igual le toca volver a saltar a la palestra. Lo hizo hace más de una década con la compañía de Petón, y de un grupo de trabajo que ha exhibido sus credenciales, y ahora lo ha dejado bien claro en El Diario de Huesca. Sería una manera de volver a los orígenes y seguir esa línea deportiva que también se ha trazado en otras disciplinas de nuestra ciudad, en la que, paradójicamente, abundan los profetas en su tierra. Porque pocas capitales con tan pocos recursos –humanos y económicos- pueden presumir de estar en el Olimpo de los mejores.