Las batallitas del carca: las rachas

Roberto Cabellud era de los que mantenía que en esta categoría “hay fases en las que pierdes y otras en las que ganas”

11 de Abril de 2023
Guardar
Gerard Valentín en el partido ante el Burgos. Se rompió una mala racha. Hoy en Las Batallitas del Carca. Foto Laliga
Gerard Valentín en el partido ante el Burgos. Se rompió una mala racha. Hoy en Las Batallitas del Carca. Foto Laliga

A lo largo y ancho de mis viajes por la geografía española tuve la oportunidad de intercambiar impresiones con muchos de los protagonistas de las tres últimas décadas de la Sociedad Deportiva Huesca. No eran más que conversaciones informales y desahogos banales producto de los muchos kilómetros que se iban acumulando en las interminables horas de autobús o en las eternas esperas en los aeropuertos. Por eso se pueden contar y porque nunca fui de los que vulneran lo del ‘off the record’ para dejar a nadie en fuera de juego.

Entre esos temas intranscendentes había uno muy recurrente y acuciante, sobre todo cuando se encadenaban malos resultados: era el de las rachas por las que atraviesa cada campaña la mayoría de los equipos de Segunda.

Roberto Cabellud era de los que mantenía que en esta categoría “hay fases en las que pierdes y otras en las que ganas”, aunque hayas jugado siempre igual, “muchas veces sin saber por qué”. De la misma manera que entrabas en una racha positiva, pasabas por una negativa de la que no había manera de salir por mucho que hicieras.

Ahí aparecía el manido tópico: “La racha se rompe ganando un partido”, pero no decían cómo. Que viene a ser, pero traducido del holandés de Johan Cruyff: cuanto más larga es la racha, más cerca estás de que se rompa. Y eso que en este mundo del balompié hay muchas supersticiones y el Huesca ha contado con grandes hechiceros como Juanjo Camacho, que iba sembrando de ajos las porterías de todos los campos en los que jugaba, o el cancerbero Vicente Jover, que se gastaba una pasta (entonces el club no se hacía cargo) cambiándose el jersey cada vez que el equipo perdía.

Es otro de los recursos: la mala o buena suerte, algo que los entendidos han combatido también con el eufemismo de que “hay que trabajarla” para que esté de tu lado. Un destino lapidario que se habría evitado en el último descenso del Huesca a Segunda sólo con que el disparo de Sandro no lo hubiera escupido el poste de la portería del Valencia en el último partido de esa liga en El Alcoraz.

Pero hete aquí que no sé por qué extrañas razones me ha venido a la memoria el libro ‘Pensar rápido, pensar despacio’, escrito por Daniel Kahneman, premio Nobel de Economía, que reúne el resultado de décadas de investigación del autor, a menudo en colaboración con el psicólogo Amos Tversky. Entre sus muchas y brillantes conclusiones, en las que utiliza el deporte y sus cada vez más preponderantes estadísticas (más ahora con el dichoso Big data), el israelí insiste frecuentemente “en el papel capital del factor suerte” (página 271), que ya acertó a pronosticar Agustín Lasaosa cuando decía que, además de hacer las cosas bien, “luego hace falta que venga dios a verte cada domingo”.

El premio nobel recurre a las estadísticas de baloncesto y beisbol (el santa sanctorum en el deporte USA) para acrecentar la importancia de la suerte, aunque el encargado de realizar el último lanzamiento a canasta sea Michael Jordan. Y recurre incluso a Tiger Woods para recalcar que “no es lo mismo golpear para evitar un bogey que hacerlo para lograr un birdie”. Además, exponía su argumento basado en experiencias comprobadas “Fuese fácil o difícil, y a cualquier distancia que estuviesen del hoyo, los jugadores lo hacían mejor cuando golpeaban para un par que para un birdie”.

La ecuación favorita de Kahneman es: Éxito = talento + suerte. Y Gran éxito = un poco más de talento + un cúmulo de suerte. Que le sirve para corroborar “la idea nada sorprendente de que la suerte a menudo contribuye al éxito tiene consecuencias sorprendentes cuando la aplicamos a los dos primeros días de un torneo de golf de alto nivel”.

En el fútbol patrio tendemos a menospreciar la buena suerte a la hora de influir en un resultado pero cargamos las tintas con la mala, por eso pasamos de una euforia desmedida a la mínima que ganas un partido al catastrofismo más pesimista en cuanto pierdes de manera inesperada. Pero hasta para esto tiene respuesta míster Kahneman: “Las impresiones y los estereotipos malos se forman con más rapidez y son más resistentes a las refutaciones que los buenos”.

Así que, definitivamente, aunque lo tenía aparcado en una estantería, voy a recuperar como libro de cabecera esta maravillosa obra maestra para participar en el cada vez más exigente debate de la afición azulgrana. Fieles, siempre sin reblar.

Archivado en

Suscríbete a Diario de Huesca
Suscríbete a Diario de Huesca
Apoya el periodismo independiente de tu provincia, suscríbete al Club del amigo militante