Celebrar, ¿qué?

14 de Mayo de 2023
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Un partido muy trabado el del Huesca-Ponferradina
Un partido muy trabado el del Huesca-Ponferradina

El don de la oportunidad llega frecuentemente exigido por Murphy. La Sociedad Deportiva Huesca, necesitada de hazañas en estos días de grisáceo firmamento propio, tira de hipérbole. Sirve esta línea para los acríticos, para los conformistas o para quienes quieren sacar tajada de un lavado de cara que tampoco es preciso. Nadie puede pretender otorgar carnets de apego o desapego azulgrana, porque habitualmente los más exigentes son los que más aman al exigido. Los otros son veletas que hoy están aquí, mañana en Zaragoza o en dondequiera que sea, pero siempre con interés propio y contrario al general de la familia oscense.

La falta de criterio y de memoria no trae buenos resultados. Y todo se empeora como la mantequilla que, en la tostada, cae pringando el suelo. Alguien debió tener la buena idea de anunciar a bombo y platillo que esta tarde se estrenaba el sistema de sonido del Alcoraz, como si los vatios marcaran goles y los decibelios evitaran los de los rivales. No, el sonido es una mera herramienta para que mi amigo Jesús exhiba su portentosa voz y su capacidad de elevar los corazones. La técnica demuestra reiteradamente que, cuando quieres que funcione con mayor perfección, esos duendes que recorren los cables se encargan de hacer la puñeta. En la inauguración de este domingo, ha fallado como una escopeta de feria. Y el himno apenas ha sido cantado, quizás porque pocos aficionados lo conocen... con lo precioso que es. Yo lo he cantado incluso por Madrid mientras el Huesca empataba en la Romareda.

Que haya funcionado tan sólo fenomenalmente cuando una parte importante del público gritara ¡Fuera, fuera! al sonar el pitido final, demuestra que el don de la oportunidad es ajeno habitualmente cuando las circunstancias son adversas. El Cuco piensa que hay motivos para estar "contentísimo". Es probable que parte del Consejo considere también digna de celebración la agónica salvación de la categoría. Como en tantas cuestiones en la vida, todo es opinable y celebrar es una decisión subjetiva. Pero...

Pero en esa subjetividad, en esa dependencia del sujeto, una buena parte de la masa social tiene todo el derecho a estimar que no hay motivo alguno para el festejo. Sucede como con los sabores, que los hay que preferimos los salados y hasta los amargos y los ácidos, mientras otros se decantan por los dulces. Para complicar la cuestión, ha surgido ese ingenio que es el denominado umami, que se esconde en el placer de un buen plato de jamón o un alga kombu. En el caso del fútbol, intervienen dos ingredientes: la exigencia y la expectativa. Provienen del pasado reciente y de la perspectiva futura, y es muy probable que no estuviéramos preparados para esta frustración de pasar del caviar a la mortadela. Sobre todo porque nadie nos dijo que ya no teníamos derecho siquiera a pensar en un marisquito apañado.

A mitad de año, mientras el entrenador nos decía que tenía dos o tres jugadores fiables por puesto y definía la segunda vuelta como la de "la ilusión", desconocedores muchos de las penurias financieras del club hasta que los hechos fueron inocultables, el objetivo alojaba algún puntito de esperanza. Y partido tras partido, como un martillo pilón, nos han agachado la cabeza. La Ponfe del admirable Juanfran (lección de humanidad y humildad al pedir perdón a la afición pese a que lleva apenas mes y medio en la búsqueda del milagro) nos ha dado la puntilla anímica y nos ha despertado a la realidad, con una dignidad en la tragedia propia de grandes profesionales. Y los nuestros se han reinterpretado como los hijos de un dios menor. Hemos salvado la categoría, pero como para celebrar estamos...

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