La verdad es que llevamos dos temporadas anodinas en las que cualquier artículo de opinión requiere dar mil vueltas de peonza. Como siga en esta dinámica de estática, el Huesca va a ser como el coronel, que no va a tener quien le escriba. Pues bien. Estaba yo hoy predispuesto a cebarme con Saúl Ais Reig, el árbitro del Rayo-Huesca que pitó un penalti con la espalda de Josué Sa, pero no me ha dado oportunidad su probada ineficiencia. Si acaso, la desigual distribución de tarjetas. También podría concentrarme en los doce tiros del Sporting por el solitario del gol del Huesca. O la infinidad de saques de esquina locales por la ineptitud para provocarlos de los nuestros.
Y, sin embargo, ha debido ser una circunstancia propia de partidos de infantiles la que da pie a apreciar alguna novedad en el tedioso panorama azulgrana. Cuando he visto la colocación de la barrera en el postrer tanto de Pedro Díaz, me he echado las manos a la cabeza y le he señalado a Adri que era gol. Que no hacía falta ni tirar fuerte. Apenas ni apuntar. Hay porteros en categorías inferiores que sitúan sus parapetos mejor que Andrés. Ha sido terrible. Y, efectivamente, lo de Pedro Díaz no ha sido ni un disparo. Ha sido un centro-chut a las mallas. Desde juveniles, cualquier centrocampista firma un "birdie" en un hoyo, en terminología golfista.
Él error ha sido tan grosero, como algunos posteriores en defensa, que la leve inspiración de la presencia de Óscar Sielva se ha difuminado en el dibujo imposible del Cuco. Reitero. No es un 5-41-. Es un 5-2-3, porque Joaquín es extremo y Juan Carlos lleva muchos partidos pidiendo a gritos alguna suplencia. Se defiende desde arriba y nuestro centro del campo es débil en efectivos. Los dos últimos del general Cústers en Montana contra las hordas de Caballo Loco y Toro Sentado. Que son una riada de indias frente a la flaqueza del Huesca. Y, dicho y hecho, a partir de ahí casi hora y cuarto de sufrimiento inmisericorde. Todo por un centro-chut a la malla. En este fútbol tan horizontal que los ataques acaban en el portero propio, Pedro Díaz lo ha visto tan claro que ha depositado el cuero tan suavemente en la red que ha parecido un beso. Quizás es porque llega San Valentín.

