Sí, es bonito mirar esta noche, pasadas la una de la madrugada, la clasificación. Precisamente por inesperada, acrecienta su valor. Pero, más allá de los guarismos gruesos como el número de puntos -puntazos, 32- y de las victorias de prestigio que ha acumulado la Sociedad Deportiva Huesca, en los detalles está la respuesta a la ejecutoria admirable de los de Hidalgo.
Cuando han transcurrido veinte jornadas, la casualidad que parecían los tres primeros triunfos (claro que a Elche, Deportivo o Granada no se les gana por fortuna) ha dado el relevo a la consolidación de una forma de concebir esta temporada que se plasma en una casilla: la comparativa entre goles a favor y encajados, 28/19. Esto es, nueve, sólo rebasados por el líder Almería -que bien mereció irse del Alcoraz derrotado y no lo fue por el concurso nefando del trencilla de esta noche- y el Elche. El Huesca es el tercero, mejor que el Mirandés, el Oviedo o el Racing.
Algunos de los compañeros de parte noble de la tabla son rutilantes (léase Almería u Oviedo), otros sorprendentes (Mirandés) y los hay que van respondiendo a las expectativas (Elche). En Camino de Cocorón no hay exuberancia, pero el Huesca es cartesiano. Y, como tal, reconoce la evidencia de sus limitaciones, analiza a los rivales y se auto-analiza, deduce la forma de atacar cada compromiso y luego, con las veleidades de la rodadura impredecible del cuero redondo, comprueba los resultados.
No deslumbra, pero es digno de admiración. El golaveraje de 28/19 es la consecuencia de no haber perdido la romana ni la cabeza en ningún partido, de manera que no ha habido ni un choque en el que la desesperación le haya llevado a una pérdida de papeles. El método de Hidalgo consiste en entender que el camino es lo importante y que en el recorrido jalonan permanentemente unas luces de neón que titilan la leyenda "no reblar", y ésta, al final, es una fórmula nada matemática pero muy eficaz por una razón básica: porque funciona. Y no sólo funciona rutinariamente, sino que sistematiza su rendimiento por su práctica. Y, así, se consolida la ruta hacia lo insospechado, que de momento son los 50 puntos pero luego Dios dirá. Que para eso es Navidad: para creer en el poder de uno mismo, aunque el inicio haya sido la humildad del belén que había montado, sin luz ni calor, en agosto. Pues eso, a preservar la fe que mueve montañas. La senda está más expedita.