El negocio de las maletas o cuando restas sin sumar

04 de Septiembre de 2023
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Samuel Obeng, de las pocas alegrías en el Huesca de las restas.
Samuel Obeng, de las pocas alegrías en el Huesca de las restas.

El ejercicio de la transparencia no consiste en llenar el tiempo con ruedas de prensa, igual que Ziganda rebosa el aspecto defensivo por aglomeración de agentes dobles (dígase de los que no se sabe para quién trabajan). No es trufar la sala de medios de comparecencias repletas de medias verdades en aras de una presunta lealtad de los dirigentes deportivos hacia los rectores del club, que no debiera desviarse un milímetro de la fidelidad a los que pagan su abono y prácticamente nunca llenan el estadio en la misma proporción.

La claridad estriba en responder a las preguntas que son interesantes, que no son otras que las que trascienden la anécdota y se concentran en las causas. Y explicar acciones como el hecho de que el primer fichaje en la jornada fatídica del mercado de verano sea el de una profesional (y competente, por cierto, por lo que me dicen personas de cuyo criterio me fío) para el departamento de Desarrollo de Negocio centrada en el femenino y que engorda el gasto de personal que el club se había comprometido a reducir en 700.000 euros para sanear la deteriorada economía (no deuda, sí déficit) según la doctrina García Capó. El adelgazamiento de la plantilla extra deportiva no se ha producido apenas (dos cocineros, un fotógrafo y un readaptador, y supongo que ahí va el ya expresidente Manolo) y ahora se integra otra nómina. Por cierto, de traca que sea la propia interesada la que anuncie por sus redes sociales su incorporación, con el club en mutis total.

A esos 700.000 se sumaban, en palabras del presidente tras la asamblea, los 1,3 millones que había que aligerar en el cuadro deportivo. El éxodo ha sido tal que estoy convencido de que mi estimado Mario de Bolsos Cuevas ha hecho el agosto a cuenta de los egresados de la Sociedad Deportiva Huesca, clientes del negocio de las maletas que tan prolífico se ha vuelto en el entorno del club en unos últimos tiempos en los que se ha revertido aquella presuntuosidad de que todos los jugadores de España querían venir a este vestuario.

El resultado se aprecia en el campo. Cuando el volumen de las restas supera ampliamente el de las sumas, la aritmética dicta inmisericordemente que el capital se reduce. Del Huesca 2022-23, que tampoco era para tirar cohetes, han salido muchos jugadores hasta rebasar muy holgadamente el ahorro comprometido (y obligado por las circunstancias si acaso genéricamente desveladas, porque nadie ha revelado la inmensa bondad pregonada de la economía del club) y enflaquecer la calidad sobre el césped. Lo visto en estos cuatro últimos partidos no es sino la consecuencia de unas causas que se adornan con confetis de voluntarismo que se los lleva el viento y acaban en el suelo.

El 0-2 ante el Tenerife fue una demostración de impotencia que se convirtió en exhibición de incapacidad ante el Mirandés. La lectura del Cuco no alienta siquiera un suspiro de optimismo. Si él considera que ante el equipo de Lisci, que no es de los boyantes de la categoría, bastan apenas veinticinco minutos de cierto empuje (sin claridad, el portero visitante trabajó tan poco que no vio llegar el misil tierra-aire de Javi Martínez que llegó desde el cielo) para inspirar cualquier esperanza, la conclusión es demoledora. En este domingo del señor, el entrenador navarro también restó mucho más que sumó, erró en los cambios (¿hay alguna norma que obligue a hacer los cinco?) y estableció en las gradas las dudas razonables sobre la calidad de la preparación en lo físico, en lo táctico y en lo estratégico.

Salvo en los 4.700 sufridores -oficialmente-, en El Alcoraz este domingo lo único que sumó fue la mediocridad. Es lo que tiene cuando restas activos y sumas pasivos. Cuando prescindes de -un cierto- talento y acumulas recursos de más que dudosa calidad. Fichajes de última hora del rincón de las gangas hasta la gratuidad en el mercadillo de los pobres, tú que llegas hasta él con un lustroso traje presumiendo de que tu economía es estupenda. Aún recuerdo a un representante de un torero que, sobre un empresario taurino de Huesca, sostuvo: "Tiene la lengua muy larga y la cartera muy corta".

La mediocridad traspasó incluso el pitido final de Ávalos Barrera, que por cierto se zambulló perfectamente en el tenor general de pobreza con un arbitraje deleznable. Debe haber alguna instrucción porque me resulta difícil creer que Jorge Pulido no se haya enterado que, además de Los Alcorazados (a los cuales saben que aprecio porque son los que más animan), los de General, Preferencia y Gol Norte también pagan religiosamente los abonos que permiten que cobre su ficha, su sueldo y sus primas. Acallar cualquier reacción negativa (además de con el himno del Huesca a tope de decibelios para que no se oiga ningún signo de reprobación de la grada) acudiendo al aplauso más fácil es otro síntoma de pobreza que enfada, y con razón, al resto. No sean patéticos, por favor.

En fin, en palabras del Cuco, tenemos lo que tenemos. Y yo añado que lo que hay es lo que es. Sin más. La duda, ahora que el Huesca necesita como el comer el milagro de la recuperación del samurai Hashimoto para la causa o del rendimiento portentoso imprevisto de los nuevos (que ojalá), es si llegaremos al mercado de invierno con una bocanada de esperanza (y luego si habrá algunas perricas que gastar, de las de verdad). Se ha restado una barbaridad (no sé si por necesidad estricta, porque las únicas explicaciones es que había dinero para fichajes porque la economía es fantástica) y, tras cuatro partidos, las sumas han sido pírricas. Y ahí estamos, tercera semana en descenso, empatando que es gerundio (el gerundio tiende a eternizarse), inhábiles en el triunfo y con densos nubarrones. La dana es nuestra. Rezaremos a San Lorenzo para que escampe, porque, de lo contrario, veo al club vuelta a vuelta quemándose en la parrilla.

P.D.: Y sin socio activo. Amén.

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