Un periodismo que marcó época: los que contaban las glorias de la Magia de Huesca

Una pléyade de pasionales informadores que vivían a pie de pista las hazañas, que sudaban y sufrían, que saltaban con cada epopeya

09 de Febrero de 2023
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José Manuel Porquet en primer plano. Detrás, Petón, José Luis Trallero y José María Pardina. Un periodismo que marcó una época. Foto Fernando Paúles
José Manuel Porquet en primer plano. Detrás, Petón, José Luis Trallero y José María Pardina. Un periodismo que marcó una época. Foto Fernando Paúles

Aquellos tardíos ochenta eran otros tiempos. La Magia residía en la pasión que impregnaba todos las moléculas de aquel vetusto pabellón, de aquel hermoso templo. Sí, en torno a la cancha todo estaba rodeado de gesta, de epopeya. Era la pequeña ciudad y su ejército provincial, era David contra Goliat. Era Alonso Quijano contra los molinos de viento. Todos a una, como Fuenteovejuna. Allí se borraban las distinciones de clases. Empresarios y albañiles, camareros y autoridades, funcionarios y comerciantes, jugadores y periodistas.

Fernando Paúles siempre ha tenido un ojo especial y una generosidad a toda prueba: iba más allá de lo que sucedía en la pista, como queda constatada en la exposición de 300 fotografías que inundan su escaparate en la avenida Pirineos 11 de la ciudad. Selección entre más de 9.100 negativos de las proezas, las alegrías y las decepciones de 1986 a 1992. Sus imágenes poblaban las páginas deportivas de aquel Heraldo de Aragón empapado del ambiente de un escenario único en España.

Otros tiempos los que homenajea Fernando. Los periodistas, en un ecosistema mucho más propicio que el abúlico de las redacciones de hoy, sudábamos la gota gorda. Aquello era más que cubrir informativamente un partido. Era participar de una liturgia, de una religión, de una bandera compartida por todos los oscenses de las diez comarcas. Nada de lo políticamente correcto. Exactamente igual que veíamos vibrar a Toño Riva o a Carlos Jalle, igual que a Ignacio Martín-Retortillo en la banda, como cualquier otro aficionado, los informadores apenas podíamos soportar la presión, y nos levantábamos, y protestábamos. Había, quizás, un gramo menos de exaltación que el resto del público. Pero uno nada más.

Era una admirable misión, todos cabalgando a hombros de gigantes, como la metáfora universal de Bernardo de Chartres. Gigantes, en este caso, de verdad. Los hombres más elevados físicamente. Como escribió Camilo José Cela, la más noble función de un escritor es dar testimonio, como acta notarial y como fiel cronista, del tiempo que le ha tocado vivir. Por eso Miguel Ángel Blasco  y José María Pardina han firmado sublimes crónicas en EL DIARIO DE HUESCA este miércoles y este jueves. Por eso emociona, y mucho, ver en estas instantáneas magistrales de Fernando Paúles a esos grandes que se nos fueron. Ese José Manuel Porquet maestro, ese Luis Garcés pleno de generosidad, el bueno de José Luis Trallero, el entregado Jaime Ferrer.

Y, con ellos, gente venerable. El propio Pichichi y Pardina, Petón, Félix Fernández-Vizarra, Daniel Llagüerri, el jovencito Luis Abadía, los sesudos Antonio y Ricardo Turmo. Y a pie de pista, Víctor Ibáñez, Rafa Gobantes y Pablo Otín, a todo riesgo de pisotones de los zancudos. Gloria de la profesión de estar para contar, de entregar lo mejor de sí mismos para la mejor ciudad. Magia de la que sabe a gloria porque cuenta las glorias. Con magnanimidad, con entrega. Como la popular serie americana, aquellos maravillosos años...

En nuestro zurrón existencial se queda y nadie nos puede quitar esa comunión labrada en las estrecheces del espacio físico, en la cercanía emocional. Larga vida al recuerdo.

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