Dos años antes, el Huesca había perdido la Segunda División que tanto costó conquistar en la gloria de Écija. La sensación de impotencia de aquel encuentro en Huelva, con un Recre con los brazos bajados una vez asegurada la salvación, exigió un purgatorio, que fue la temporada 2014-2015.
Después de una ejecutoria exitosa en la Liga regular, el camino fue arduo. La derrota ante el Nástic obligó a dos eliminatorias más, primero Racing de Ferrol, luego, Huracán de Valencia. En la ida, empate a uno, gol de Tyronne.
Todo quedaba para El Alcoraz, donde Dani Jiménez defendía la portería con su joven solvencia, y la columna vertebral del equipo la conformaban Carlos David en defensa, Fran Mérida y Juanjo Camacho en la medular, y Tyronne y Mainz apuntando hacia el objetivo.
Aquel 28 de junio de 2015, todo salió cara a pesar de que los valencinos vendieron cara la piel con un fútbol desenfadado. Tanto que, quizás, descuidaron en el esfuerzo postrero las marcas y por ahí apareció el canario Tyronne para adelantar a los de Tevenet, y poco después Mainz, delantero de Sádaba, realizó una obra de orfebre para batir al meta tras pase certero de Morillas.
Como expresaba al rotativo nacional Marca, la SD Huesca regresó a la "categoría que nunca mereció perder como comsecuencia del buen trabajo realizado en las oficinas. Sin deuda alguna y con las arcas saneadas, algo de lo que muy pocos clubes pueden presumir en el fútbol español, el conjunto altoaragonés descendió al infierno de la Segunda B y dos años después, el trabajo ha dado sus frutos de nuevo.
P.D.: Por cierto, una constatación. La trayectoria de Dani Jiménez es garantía de éxito en el Huesca. Lo demostró en aquella primera temporada, tras la cual desapareció de El Alcoraz por motivos ignotos, y lo ha vuelto a hacer en la última. El andaluz es no sólo talismán, sino cancerbero de siete cabezas para frentar los ímpetus de los contrarios con la camiseta azulgrana. Hoy, sigue recuperándose sin reblar.