Los aficionados a las series españolas de humor nos zambullimos durante cinco años en los disparates, esperpentos y ditirambos de La Casa de los Líos con ese rey de la hipérbole cómica que fue el gran Arturo Fernández. Aún recuerdo a una compañera suya de reparto, Emma Ozores, con la que compartí la velada provincial de galardones, que decía que el genial actor era igual en la vida real que en sus interpretaciones. Lo aseguraba ella, cuyo padre, Antonio, también se mimetizaba extraordinariamente con sus personajes.
La Casa de los Líos guardaba, puedo proclamar con la perspectiva del tiempo, extraordinarios paralelismos con la Sociedad Deportiva Huesca de los últimos años. Soy consciente de que no gusta a los ángeles caídos que se hable del pasado, pero mientras se construye el futuro sólo se puede entender el presente con mucha pedagogía para evitar los gruesos errores que condujeron a que el 6 de agosto nuestro club, icono de la ciudad y la provincia, identidad sin respuesto, estuviera en un soplo de aire de convertirse en cenizas.
Vayan hilando el pequeño resumen de la serie protagonizada por Arturo Fernández y Lola Herrera, los hermanos Valdés en la ficción. Arturo Valdés llegó a la casa común tras el divorcio de su hermana con ínfulas de gran empresario y para hacerse cargo de las finanzas de Pilar, cuyas cinco hijas demostraban que la parte genética del temperamento no abarca todo, porque cada una parecía en comportamiento de un padre y una madre. Pocos personajes en la escenografía contemporánea han representado la picaresca como Arturo Fernández en estos 142 capítulos que concluyeron casi un lustro después. Tal fue su aceptación.
Arturo Fernández era el rey de la empresa-familia. Apoderado vía verborrea de todos los másteres habidos y por haber, admirado en visión propia por la jet set de toda España, daba sin parar lecciones económicas y de vida a sus sobrinas. En el aspecto afectivo, atinaba, tal era la grandeza y la ascendencia del patriarca Valdés. En el de la supuesta compañía (era ficticia), de fracaso en fracaso hasta la hecatombe final, que se repetía recurrentemente, porque siempre encontraba algún pardillo. Primera providencia: la estructura de la inexistente empresa había de estar plagada de cargos rimbombantes. Cada sobrina ocupaba un área estratégica. En la gestión de la nada, incluso la secretaria era, en realidad, algo así como directora general de relaciones con la sociedad. El sueldo era el mismo: cero.
Aquí encontramos un asociacionismo con el Huesca de hace apenas un año (salvo en los esplendorosos salarios de acá). Además de los cargos del Consejo, de los tres presidentes que fueron (de aquella comisión fantasma, el de los consejeros y el institucional, o sea, de paja), había tres profesionales dedicados a la gestión máxima (director general, directora financiera y gerente) y muchos directores de todo: los más ortodoxos de Marketing o de Comunicación junto a otros más periféricos como los de Comercialización y Estrategia, de Rendimiento o de Ticketing, por poner tres ejemplos. El organigrama en la web, que pronto desaparecería conforme el barco aligeraba recursos, semejaba el de la mayor compañía tecnológica de Silicon Valley. Cuando los pocos escépticos de entre los medios preguntábamos por el sentido de alguno de ellos, con cara de compasión, venían a replicar: "¿Pero tú sabes lo importante que es la Dirección de Rendimiento?", pongamos por ejemplo.
En el Huesca de la picaresca todo era fachada. Viajes por todo lo alto, comilonas cual si mañana se acabara el mundo, presentaciones "fashion", inteligencias artificiales que prometían goles, bases aragonesas glamurosas porque pronto seríamos el nuevo Villarreal (no acabo de encontrar a nuestro Pau Torres), abandono de la sede sin entregar las llaves mientras el contador seguía despidiendo billetes, compra de voluntades mediáticas... Daba lo mismo, exactamente lo mismo, que los nubarrones se vieran por el horizonte (lo dijo hasta el conferenciante de Cámara, Gonzalo Ávila). Que llegara la primera sima de dos millones en rojo. Arturo Valdés proseguía con su proverbial oratoria, convenciendo de que todo iba bien. Fenomenal. La economía del club, boyante. ¡Qué más quisieran los demás! Bueno, es que toda la Segunda División está en ruina. Y la mejor: tenemos un plan estratégico acojonante. Así replicaba hasta la directora general de relaciones sociales, esto es, la secretaria.
La hemeroteca hace envejecer muy mal las mentiras y los errores. De la presumible estabilidad, a los consejeros por estaciones. Unos para el otoño, otros para el invierno, otros para la primavera y en el verano, o reanimación cardiopulmonar o muerte. No es la culpa de la mayoría de ellos, auténticos títeres en manos del titiritero mayor, el que todo lo manejaba y ahora está "missing". Como si sus decisiones y sus permisividades no hubieran sido el detonante de la conflagración económica. 14 millones por el desagüe en tres años. En los estertores, como reflejó el propio Manuel Ollé, los ha habido que han querido chupar la sangre del club hasta el último momento, aun conscientes de que haciéndolo podían enviarlo a la tumba. Los que tanto lo querían.
El capítulo 142 de La Casa de los Líos ha sido muy largo, larguísimo. Se tituló "¡Hasta siempre, Arturo Valdés!" Comenzó el 2 de enero de 2024 y terminó el 12 de agosto. En medio, la comedia ha estado salpicada de traiciones y de tragedias, de zancadillas y puñaladas, de obstrucciones a quienes traían las bombonas de oxígeno, de mariachis de mala fe compinchados con gentes innobles que se han metido en el caballo de Troya hasta lo más hondo del camino de Cocorón, de timos de la estampita. Pero este género tiene que acabar bien para serlo.
Empieza la época de la seriedad. Las miserias serán quemadas en la hoguera y, como proclama el Salmo 37, el impío conspira contra el justo, y contra él rechina los dientes, pero el Señor se ríe de él, porque ve que llega su día. Como en los cinco años pretéritos con la Oikos, vamos a estar condenados durante un tiempo a compaginar el fútbol de los fines de semana con los resultados de la transparencia, que es la única forma de desentrañar el nudo de ruina en el que se ha enredado este Huesca que tanto nos ha hecho llorar. En ello están quienes, sí, han puesto dinero propio y no han esquilmado el de todos. Quienes, además, han colocado al frente a verdaderos profesionales preparados para rastrear hasta la última huella del dinero y del patrimonio. Del dilapidado y del que se puede optimizar.
Sí, vamos a volver a sonreír porque se avecinan tiempos de rigor extremo. Será la penitencia que pagaremos todos por la mala cabeza de unos cuantos. Ahora sí, se desvanece La Casa de los Líos... pero las acechanzas de los gualtrapas serán sometidas a escrutinio. Empezando por el number one, el que todos tenemos en mente.