La familia Pociello-Esmel dice adiós a 45 años del Bar Correos de Huesca y el local será ocupado por el Restaurante El Fhosko

Ángel, Montse y sus hijas, Nuria y Laura, agradecen la fidelidad de los oscenses con este establecimiento que ha sido una fortaleza de la ciudad

Periodista
29 de Diciembre de 2022
Laura, Montse, Ángel y Nuria en el Bar Correos.

El Bar Correos ha sido una fortaleza de Huesca, un espacio en el centro de la ciudad siempre abierto a los vecinos y visitantes y que se adaptaba a todas las necesidades, un lugar acogedor para un café, un aperitivo, para celebrar meriendas, también comidas y cenas familiares... Tras 45 años al frente del negocio, ahora la familia Pociello-Esmel se despide de los oscenses satisfecha del trabajo realizado y agradeciendo la fidelidad que han encontrado siempre. El local del Coso Alto no quedará vacío; se va a trasladar el Restaurante El Fhosko desde su actual ubicación en la calle Pedro IV, manteniendo su imagen y calidad.

Ángel Pocielo y Montse Esmel y sus hijas, Nuria y Laura, han vivido alrededor del Bar Correos su vida, y los recuerdos son muy buenos especialmente por la relación con los clientes, muchos de los que han pasado a ser amigos, aunque no esconden el sacrificio que conlleva sacar adelante un negocio de hostelería.

Al poco de casarse, Ángel con 25 años y Montse con 23 dejaron el banco y la empresa de su padre, respectivamente, para lanzarse juntos en este proyecto. El bar era de un paisano de Ángel, ambos de Benabarre, que le ofreció continuar; el negocio llevaba entonces 28 años de andadura por lo que ahora Huesca se despide de 73 años teniendo el Correos como una referencia.

“¿Cómo nos metimos?, casi ni lo sé”, dice Montse, quien cuenta la historia de este tradicional bar en representación de la familia. Lo que sí recuerda es que los inicios fueron duros, con mucha inversión y tanta o más responsabilidad al entrar con seis camareros fijos. “Hubo que luchar mucho”, explica, pero el trabajo no les echó para atrás y supieron salir adelante.

Al principio era cafetería, servíamos platos combinados, sándwich, bocadillos… y, cuando se trasladaron los juzgados al espacio que había ocupado el Banco de España, las mañanas en el bar empezaron a tener mucha vida”, recuerda. “Los abogados nos decían que éramos como su despacho -cuenta Montse-. El gran salón con mesas separadas les permitía hacer reuniones, hablar tranquilamente, preparar un juicio…”.

El traslado de los Juzgados se notó y también la norma que prohíbe fumar en los bares; muchos cafés perdidos. Las obras para peatonalizar los Cosos también les afectaron durante los dos años que duraron. “Pero es que 45 años da para muchas circunstancias que te afectan”, y también para otras buenas, confirma. Cuando se decidieron a abrir el restaurante, con Montse siempre al frente de las cocinas, trabajaron muy bien. “Empezamos a tocar comidas y cenas, el comedor es muy bonito y se celebraban muchos eventos. En ocasiones poníamos música… Nos lo hemos pasado bien”, dice.

Atraparon el paladar de los oscenses con sus tradicionales bacalao rebozado crujiente; manitas de cerdo, que “mucha gente venía “de propio” para tomar”; arroz negro; hojaldre relleno de setas; y el pastel de espinacas, por el que “familias traían sus hijos ya que era la única forma de que comieran esa verdura”, recuerda Montse. Al margen de los guisos, también destacan el especial Correos, es decir el famoso sándwich de tres pisos cortado en cuatro partes, los calamares, gambas y las añoradas patatas fritas de churrería.

Además, cuando todavía no existían las empresas de cáterin y durante muchos años, el Bar Correos ha dado servicio a cientos de actos en la ciudad, “unas veces a lo grande y otras más pequeños”, entre ellos recuerda la inauguración de Sabeco, de Walqa, del Colegio Universitario, muchas con el Ayuntamiento, los Danzantes… también a empresas y a domicilio. “Luego llegó la exigencia de los camiones frigoríficos y había que invertir; no nos compensó”, relata.

Pero el bar seguía adelante, un espacio inexcusable para las familias en San Lorenzo, Semana Santa, Navidad y todo tipo de celebraciones -adaptándose al bolsillo de cada uno-, y siempre abiertos para desayunos, almuerzos, aperitivos, comidas, meriendas y cenas. “Es mucho trabajo, no te puedes imaginar. Ahora no sé cómo lo hemos podido hacer; algunas noches sin dormir”, rememora.

Los padres de Montse fueron un apoyo fundamental para el cuidado de Nuria y Laura, quienes ya de mayores han colaborado siempre que se ha necesitado.

Solo cuando los abuelos faltaron decidieron cerrar los domingos para no dejar perder esa unión familiar en todo tipo de celebraciones, que antes se encargaban ellos de organizar.

Tras disfrutar durante décadas del local precioso y amplio -podían caber hasta cien personas en el salón- que lograron crear y de conectar perfectamente con los clientes, llegó el tiempo de jubilarse. Primero lo hizo Ángel y luego Montse con el inicio de la pandemia. Sus hijas Laura y Nuria se quedaron al frente del negocio hasta que la familia tomara una decisión sobre el futuro del bar. Finalmente, ha sido el traspaso.

“Hemos sido felices en este camino, aunque reconozco que han sido muchas las renuncias”, expresa Montse, por lo que en el fondo se alegran de que sus hijas sigan por otros derroteros. “Nosotros hemos vivido bien y estamos contentos, pero la vida ha sido trabajo y el tiempo hay que dedicarlo también a otras cosas”, considera.  

También están satisfechos por dejar el local en manos de Víctor Savicente y El Fhosko. “Trabajan muy bien y tienen mucha calidad en el producto. Además, dan continuidad a un tipo de restauración que ya están haciendo y por la que se les conoce. No hubiéramos querido que se hicieran comparaciones y que a quien viniera se le pidiera lo que nosotros hemos hecho. Eso perjudica y frena en los inicios”, explica. Si todo va bien, el local que ha ocupado el Correos volverá a tener vida el próximo mes de febrero.

Por su parte, la familia Pociello-Esmel no tiene más que buenas palabras. “Estamos muy contentos, y queremos agradecer la fidelidad de quienes han venido al bar. Son muchos años y lo que tenemos son amigos, no clientes”, constata. Y no quieren olvidarse de desear un feliz año 2023 a todos los oscenses.

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