Las calles de Huesca: condenados a empeorar el callejero

Es de un optimismo sin límites creer que el callejero de Huesca va a mejorar

13 de Abril de 2025
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La calle del Alcalde José María Lacasa pasaría a ser Orfeón Oscense
La calle del Alcalde José María Lacasa pasaría a ser Orfeón Oscense

Por más que fuera de raíz nobiliaria, el espíritu de Chulio Brioso y Mairal todavía se siente en algunos rincones de Huesca. Historiador extraordinario, menos pródigo en la producción de lo que debió y que hubiera requerido su vastísima erudición, capaz de abrazar posiciones conservadoras y ser representante de un sindicato de clase, de pulir las letras propias y de utilizar añagazas para corregir las torpezas de la casta periodística, Chulio escribió Las Calles de Huesca que, paradójicamente, no podría a estas alturas renovarse con su identidad porque nadie ha tenido a bien considerar sus acreditados méritos. La obra daba relato y voz a cada personaje importante en todo rincón y fachada.

Más allá de esta apetencia reivindicativa, estoy convencido de que a Chulio Brioso y Mairal le hubiera horrorizado la desnudez intelectual de determinadas posturas en torno a la memoria democrática y la segura pérdida de valor de las ciudades a través de determinadas prácticas eminentemente ignorantes. Bajo la incapacidad para el matiz, los "alcaldes franquistas", que fueron en realidad regidores en tiempos de Franco -salvo más docta opinión sobre su participación en represalias constatables por investigadores históricos sin tacha ni duda- y en los casos de los censurados en el callejero autores de notables realizaciones para los oscenses, van a dejar de figurar en las placas y ya han propuestas que constatan una sospecha: que el callejero oscense va a perder en calidad de ilustración y seguramente también hasta ética.

Los impulsores de grandes hitos de la historia (el embalse de Vadiello, el Orfeón Oscense, el hermanamiento con Tarbes o el Himno de San Lorenzo) y pequeñas proezas (el Jardín de Verano que hace suspirar a unas cuantas generaciones a las que alegró) van a dejar paso, en un proceso participativo que es una pretensión democrática fallida porque el quórum tiende a la ridiculez estadística, a un google maps fato obviamente empeorado.

Particularmente, me encantan esas ciudades, como unas cuantas castellanas o Santander, en las que fluyen, en cada esquina, los nombres de Emilio Castelar, el Marqués de Santillana o el de Valdecilla, Gregorio Marañón o Pereda, ilustrados que reconfortan con el valor de la palabra en estos tiempos de tiranía contra el español o el castellano, zaherido por no tener siete votos que sostengan gobiernos. Ciudades que rezuman cultura, que inspiran, que dan valor a la historia.

Bien es cierto que en Huesca hay vías de nombradía sobresaliente, pero puestos a reinterpretar el callejero bien podríamos pensar si se hace justicia a personalidades como Baltasar Gracián, Joaquín Costa, Diego de Vidania o Juan Huarte de San Juan entre muchos ilustres que protagonizaron cinco siglos de historia edificante en torno a la Universidad Sertoriana (lean sobre ese fascinante personaje de Tierz que es Pablo Santafé de Otamendi Torres Solanot que hoy ha traído a nuestro diario Bizén d'O Río). Nadie ha levantado la voz por agravios flagrantes.

Confieso que he votado aun sin ninguna fe en que salga adelante ninguna de mis propuestas para la sustitución innecesaria y de capricho dogmático de Ponz Piedrafita, José María Lacasa y Estaún Llanas, cuya perfidia pretendida obligaría a renunciar a beber de Vadiello, a cantar el Himno de San Lorenzo o a celebrar el hermanamiento con Tarbes, supongamos. Cuando llegue el tiempo de la censura (¡ay, aquel prohibido prohibir!") de Emilio Miravé, estigmatizaremos el blanco y verde laurentino.

Estoy convencido de la capacidad apologética para movilizar apenas un puñado de votos que, concentrados, nos atraerán los silbidos de las balas, las bombas de la guerra o, en el mejor de los casos, auténticas ordinarieces o nombres sinsorgas. Es de un optimismo sin límites creer que el callejero de Huesca va a mejorar, tanto como pretender que alguien -como algunas periodistas alérgicas al conocimiento- entienda el concepto de cacique acompañando el nombre de Manuel Camo y Nogués. El tiempo del saber se ha ido y se ha llevado en una dana destructiva a la sensatez.

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