Es, también, el efecto Lasaosa

25 de Marzo de 2024
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En algunos predios fatuos, que no fatos, sostendrían que la racha de la Sociedad Deportiva Huesca obedece, sin lugar a dudas a sus campañas. Es cierto que, desde que comenzáramos esa iniciativa que ponía la atención específicamente en el césped bajo el lema "¡Huesca, sí se puede!", los números serían de ascenso. Y que de aquellos 23 pírricos puntitos hemos pasado a cuarenta puntazos, como definían en la última edición con Nuria Vicente y Víctor Coll los cancerberos Álvaro Fernández y Juan Pérez. Sólo nueve jornadas y una transformación total.

El rigor exige el reconocimiento de ese prodigio de entrenador que está siendo Antonio Hidalgo. Para la interioridad me quedo las palabras que hemos cruzado, fuera de micrófono, con los jugadores participantes en la campaña sobre la trascendencia del entrenador. Sobre la virtud que tuvo el momento de desgracia que fue el cambio obligado aunque tardío, porque el anterior inquilino, con una mínima visión directiva, no se habría sentado en el banquillo en septiembre.

De la misma manera, es justo reconocer el acierto en el recambio y, además, congratularnos porque en la rectificación se ha encontrado la solución. En palabras de Pedro Sánchez, el "cambio de opinión" ha sido una bendición.

Sin embargo, quizás haya un factor que queda inadvertido a los ojos del público que haya que valorar. La recuperación deportiva del club -la institucional tiene muchos caminos procelosos y angostos que recorrer y es tan importante encontrar la vía correcta frente a remedios folclóricos que va a demandar mucho trabajo y mucha más meticulosidad- ha coincidido, desde ese pozo al que no se veía fondo en el punto de inflexión que fue el Eldense de la primera vuelta, con la revolución en el Consejo y el retorno de "El Deseado", que no es Fernando VII sino Agustín Lasaosa.

Desde aquella tarde agria en El Alcoraz en la que el propietario impuso el retorno de Agustín, que ha sido en diferido por las resistencias internas de la Sociedad y del club, han sucedido en la discreción del buen dirigente muchas cuestiones que conviene valorar para entender incluso los rendimientos de los chicos de Hidalgo y la comodidad del propio entrenador. Esos conciliábulos con los capitanes, esas reuniones con los jugadores más alicaídos, esas palabras con el míster, esa asistencia a gran número de entrenamientos, esa presencia naturalizada justo allá y justo cuando se le necesita. Vamos, el Agustín de siempre, el que elegía el momento y el lugar para abrazar, para dar una palmada o para recriminar una actitud. Lo que viene a denominarse un hombre de fútbol que, sin alharacas verbales como Alfredo Di Stéfano o Jorge Valdano, enseña con rectitud de maestro las sendas a seguir.

Creerán quizás hiperbólica esta valoración, porque ya no marca goles ni detiene balones, pero los que saben de esto de la pelota redonda me entienden. Y, esperan, jueza mediante, que aquel compromiso adquirido el 28 de mayo de 2019 por el que se ha ido dejando su huella y susurrando todavía al oído se cumpla, y es que no hay sociedad, empresa, club o dirigente que pueda faltar a la palabra de la institución. Y, entonces, el "efecto Lasaosa" se extenderá a otros ámbitos que quizás nos puedan llevar a soñar otra vez. Sí, a levitar hasta donde una vez estuvimos, hasta aquel olimpo que no supimos defender porque no entendimos que la trascendencia, como la de San Jorge en la batalla de Alcoraz, depende de factores al alcance sólo del desempeño en la integridad.

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