Luis Rubiales, Manolo Escobar y el beso del puerto

25 de Agosto de 2023
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"Por un beso que le di en el puerto a una dama que no conocía. Por un beso que le di en el puerto, han querido matar mi alegría. Por un beso que le di en el puerto me encuentro metío en esta prisión. Si lo llevan a saber mis huesos le lleno de besos hasta el corazón".

Luis Rubiales sigue. Esta mañana, un subdirector de AS ha sido en una tertulia televisiva el único escéptico sobre la marcha del presidente de la Federación: en este país, a muchos dimitir les parece el nombre de un ruso. Certero. Cuando he leído la explicación del dirigente deportivo, inmediatamente me ha venido a la mente la canción de Manolo Escobar en la película "Un beso en el puerto".

El canario es reincidente en irregularidades y en sospechas, incluidas la de un cierto desorden en la relación con el género complementario. Como el personaje del cantante almeriense, estoy convencido de que bien podría comprometerse a mantener su inadecuada actitud: "Requebraré a española y a extranjera y, si me dejan, también las besaré". Y, como Escobar, esta mañana ha defendido su carácter galante en medio de una artillería de acusaciones. A eso se le llama contraataque.

El todavía presidente de la Federación Española de Fútbol dio todo un recital de machismo y de pésima educación. Se llevó la mano al "paquete" visiblemente en el palco (lo de que la reina estuviera al lado es lo de menos, aunque tampoco ayuda), bajó al césped, según él mantuvo una conversación con Jenni Hermoso y le soltó un morreo "by the face", en su versión de hoy consentido. Como si no tuviera suficiente, cargó a Atenea como un fardo y la paseó por el campo, quizás bajo la tonada subconsciente de "¡ay cordera, ay cordera, ay cordera que te llevo p'a la era". Luego, la propia afectada ha negado su aquiescencia, su visto bueno a ese gigoló, a ese mito de la belleza que es Rubiales.

No, no ha sido nada original. Que si el feminismo, que si la prensa, que si Tebas, que si hay que preocuparse de la vivienda, la sanidad y la educación, que si la efervescencia del momento. Y, sin embargo, hay dos realidades incontrovertibles: una, que cuando una explicación de un gesto adquiere tal complejidad es que esconde intenciones abyectas; y, dos, que por cenutrio o por malvado, incluso por ambas condiciones, nos ha robado uno de los momentos más bonitos de la historia reciente de nuestro deporte. Y eso es, simplemente, imperdonable. Y eso requiere, si no una dimisión, un cese fulminante. Sea o no conmilitón de las huestes monclovitas.

P.D.: Por cierto, estaría bien que empezáramos a ver con ojos críticos actitudes similares a la de Rubiales en programas televisivos, aunque asemejemos esos "piquitos" a las exigencias del guión del espectáculo. De una intención a otra media apenas un quítame allá esas pajas.

 

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