Oikos: día a día, ya son 1.304 de "pena de wasap"

23 de Diciembre de 2022
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Los fríos números van de salto en salto. Desde aquel 28 de mayo de 2019, los medios de comunicación nos entregamos a nuestra rutina. De hito en hito, esto es, de pronunciamiento judicial y policial a pronunciamiento judicial y policial, es como si no existiera el caso Oikos. Y, sin embargo, desde aquel 28 de mayo de 2019, los investigados padecen lo que uno de los letrados en los recursos que hemos publicado en EL DIARIO DE HUESCA denomina "pena de banquillo". Tengo para mí que es más bien "pena de wasap", porque es la interpretación delirante de algunos mortadelo y filemón de la policía de las comunicaciones por esa red la que les tiene condenados. Ellos, Agustín, Carlos, Íñigo, Jesús, se levantan cada día con una pesada losa sobre sus espaldas. Salen a la calle, porque nada tienen que ocultar ni de lo que avergonzarse. Pero lo hacen con un poso de tristeza en su mirada. De incomprensión. No, una Justicia lenta no es Justicia. Es un oficio propio de monos perezosos como el de Hoffman, ese animal que se desplaza por los árboles ladeando la cabeza por no tenerla erguida. O como ese perito que, insensible, no comprueba tres puñeteras facturas que son las últimas constataciones que decidió el magistrado pétreo para prolongar 6 meses. Seis meses. Seis meses. 183 días.

Hago la cuenta y me salen 1.304 días, con sus respectivas noches, de pesadilla para Agustín, Carlos, Íñigo, Jesús. algunos menos para el doctor, jubilosamente sobreseída su causa en las mismas atribuciones que todavía engrilletan el ánimo y el espíritu de Agustín. Lo de Carlos es directamente indignante. Un wasap indirecto, de alguien que dijo que había que preguntar no sé qué de no sé cuántos. Y a declarar. E investigado. La contradictoria versión de unos agentes, que hilan tan mal que habría que enviarles a un reciclaje a golpe de lectura de Camilleri, le ha provocado varios problemas coronarios y una languidez en la mirada que sobrecoge. Sinceramente, a la espera de lo que decida la nueva jueza, me parecería edificante un careo entre Carlos y Agustín y los liantes liados que confunden horas y actores, que desconocen las leyes de Hacienda, que atribuyen las trenzas y el aceite la realidad del vil metal, las camisetas con los cheques, sin más pruebas que una imaginación tan calenturienta como desafortunada. Me parecería idóneo que el perito huevón que ha asumido un encargo y tiene sobrecarga de trabajo se pusiera frente a frente con Jesús, y le dijera que su horario laboral y su exceso de faena le impiden informar sobre tres puñeteras facturas que no son la hermenéutica de la Biblia, sino un puñado de números con escasa doblez: o son negros o son rojos, o limpios o turbios.

Los relatos de los recursos de los letrados Fuster, Larena y Orús son tan clarividentes, tan esclarecedores, tan pletóricos de lógica, tan dotados de Derecho, que es difícil rebatir la sensación de que la operación Oikos ha sido una descomunal chapuza. Así lo expresó también Pedro Camarero en su vehemente pero brillante alegato al juez con motivo de las dudas hacendísticas, el colmo de la incompetencia, hace ya unas semanas. Quedan pocas jornadas para que el didáctico perezoso se decida a ponerse con las facturas so pena de alargamiento del proceso, insensible al sufrimiento de los condenados con pena de wasap durante 1.304 días, y la pregunta es si la nueva magistrada asumirá sobre su toga la prolongación de este dislate que comenzó como una cuestión de apuestas y va a terminar a este paso más tarde que la eliminacion del delito de sedición. No quiero ni imaginar lo que pensarán Lasaosa o Laguna o López de que salga más barato liar un descomunal conflicto de orden público y de orden constitucional que recibir o enviar wasaps sin ninguna tacha probada.

Atribuía Sócrates cuatro características a un juez. Escuchar cortésmente, responder sabiamente, ponderar prudentemente y decidir imparcialmente. Para estas prácticas, no son precisos 1.304 días.

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