La parábola de los talentos

02 de Diciembre de 2022
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Maldita hemeroteca. Periodismo para que no te la cuelen. Es el nombre de un diario digital que rebusca en el pasado las incoherencias del presente. El desempeño, como toda faceta pública en la que se sumerge un medio, es debatible. Estamos en la pomada, y en la pomada hay sustancias benefactoras y otras maléficas. Incluso inocuas. Y, sin embargo, una hemeroteca es un espejo en el que se distinguen, como en Blancanieves, las reinas malas y también las buenas. Ayuda en el discernimiento. Si todo se hubiera publicado, sería un instrumento fantástico para que Jesucristo se apoyara en su parábola de los talentos para distinguir entre quienes han desarrollado los dones -talentos- que les concedió, quienes simplemente fueron conservadores y los guardaron para no incurrir en pérdidas, y quienes simplemente los han dilapidado.

Pero la hemeroteca es no sólo maldita por aquellos a los que desnuda, sino tremendamente incómoda. Acudo mucho a ella. Es una fuente estupenda para constatar los incumplimientos de las promisiones. Para retratar las inconsecuencias. Para rebatir voluntarismos repetidos cada cuatro años. Para desproveer las simples apariencias sin fondo. Para desmontar prejuicios. Para argumentar ante a las actitudes defensivas frente a la verdad. Sí, reconozco que puede doler a alguien. Incluso al imaginario común. Y que puede incordiar en el retorno a la historia reciente en columnas como la de "¡Desperta ferro!!" que no ha dejado indiferente a casi nadie de quien la ha leído. No, no se trata de agredir, ni siquiera hay agresión. Las palabras pasan por delante de nosotros y ante ellas podemos tomar la actitud que deseemos, incluso con las connotaciones que elijamos. Entender que hay agresividad donde sólo hay incitación y que hay excitación donde tan sólo hay reflexión. Algunos ya tenemos mucha más perspectiva hacia atrás que hacia delante por mera cuantificación biológica, y tras seis décadas no puede uno renunciar al hilo recto -aun con renglones torcidos- de su discurso. No es ni siquiera conveniente para él ni para el entorno. La comunidad, entendida en su sentido más amplio, requiere de voces discordantes de la línea oficial so pena de un empobrecimiento homicida del criterio diverso.

Cuando hemos publicado en EL DIARIO DE HUESCA la bonita historia de Luis Segarra y Celia Buisán con sus éxitos sevillanos, han sido varios amigos míos los que me han interpelado. Algunos, dándonos las gracias por descubrirnos tan eximios altoaragoneses en la Diáspora. Otros, para aplaudir, que es un ejercicio inhabitual y muy recomendable, expresa salud de corazón. Y unos cuantos para lamentar el talento que se va de esta tierra por falta de oportunidades. No se refieren sólo a las dos figuras altorriconense y grañenense, sino también a otros que han arrancado esta andadura de nuestro diario desde el 20 de julio, como Carlos Monreal Lera, Pablo Pintado, Alejandra Andreu,... Y lo que te rondaré...

En realidad, siendo congruente con mi propia peripecia vital, no lamento que los triunfos de algunos de estos eximios altoaragoneses (o de profesionales influyentes como Fernando Garasa desde Las Palmas, hasta donde se desplazó por la pobreza de oportunidades que percibía en el turismo aragonés) inunden espacios exteriores. Pero me permito, sin acritud, realizar dos apuntes:

1.- El debate político en las elecciones municipales y autonómicas de 2019 centró una buena parte de sus esfuerzos "creativos" en acuñar una frase como eje de todas las buenas intenciones: retención del talento. Repito: retención-del-talento. Los partidos políticos parecieron identificar en este eslogan y en las promesas de planes estratégicos al respecto la panacea para el progreso. Bien es cierto que todo quedaba en un parrafito de declaración de intenciones y cuatro guiones sin demasiada enjundia detrás en la mayoría de los casos -por si acaso alguien me dice que tenía un legajo de cuatrocientas páginas que, evidentemente, los medios de comunicación oficialistas que son mayoría absoluta no iban a analizar-. Y así, cuatro años después, todo está preparado para que la recuperación y la retención del talento vuelva a erigirse en leit motiv de campaña. Esto sucede como la Huesca de los 80.000 habitantes de 1987, el impulso de la agroindustria (¡pobrecitos, creyeron que con un obrador multifunción se despegaba!) o de la sociedad del conocimiento. Luego pasa, todos olvidamos y a otra cosa, mariposa. Y, así, como preconiza Buzz Light Year, ¡hasta el infinito y más alla!

2.- Lo más grave no es que no se recupere el talento. Están muy bien donde están todos estos fenómenos. Es más, pronunciando la palabra Huesca ya son embajadores formidables. Presumiendo de sus ciudades y de sus pueblos. Lo más inquietante es que desde aquí no se alcen voces y se emprendan acciones para aprovecharse de ellos. En el mejor de los sentidos de la palabra.

En cierta ocasión, una conversación con Manuel Pizarro y Santiago Marraco me abría los ojos de las oportunidades que están deseando propiciar para su tierra de origen los aragoneses de la diáspora. El problema es que nadie nos llama, dijo uno de los dos. Y que cuando se ofrecen, hallan respuestas vagas. En ambas afirmaciones, los dos asentían. Y esto significaba que, en la parábola de los talentos, el Aragón y la Huesca oficiales estarían en el pelotón de los abroncados por el Señor. La ventaja es que esto sigue y hay tiempo de despertar, pero con acción, no con promisión electoral. Las palabras se las lleva el viento y la amnesia hace el resto. La quietud como atmósfera.

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