Santos Cerdán: Los que sabían la letra y los que tarareaban la música

En sus mordidas de 537 millones según el juez, "el arquitecto electricista" se ha comido 8 presupuestos municipales de Huesca y 5 de la DPH

01 de Julio de 2025
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Santos Cerdán
Santos Cerdán

Ante los himnos, con su coralidad exigida, los hay que conocen y cantan la letra pulcramente, los que la reproducen imperfectamente o los que simplemente lo tararean porque, ignorantes de la literalidad, quieren participar del ceremonial. Sucede igual que cualquier canción emblemática en espacio público. Pichichi y yo, por ejemplo, podemos transformar con nuestra "creatividad" la textualidad en un destrozo divertido. No todo el mundo es como Jesús Inglada, capaz de repetir la alineación de un Brasil clásico ante el profesor Boltzmann.

Con las informaciones periodísticas -parafraseando al presidente del Gobierno, ¡cuántos tendrían que pedir perdón a los periodistas que se atrevieron a la incómoda labor de investigar y leer kilométricos informes de la UCO o autos de los jueces!-, es posible resistirse al tenor de aprender bien la letra, pero resulta manifiestamente improbable que todo el entorno no reconociera la estridente música de la corrupción en torno a Santos Cerdán. Quizás no conocieran en profundidad los números, pero el sonsonete que ya revelaban los medios -sobre todo los digitales- estaba tan presente como los toques de queda en 1984.

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No es realista ponerse ahora dignos con el "Súper Santos Cerdán" -ZP dixit-. Según los indicios razonables del juez Puente, habría mordido en su acción más de 537 millones de euros. Se ha tragado -y así le lucía- casi 8 presupuestos del Ayuntamiento de Huesca y casi 5 de la Diputación Provincial con su dentadura de tiburón. Y, con un cuajo digno del más abyecto de los cínicos, iba predicando, entre los aplausos bobalicones de parroquias entregadas por el soma de la doctrina partidaria, "la política limpia". Así lo hizo, sin ir más lejos, hace poco más de dos meses a apenas cien metros de donde esto escribo. Y las palmas sacaban humo. Ya por aquel entonces había sospechas. Lo que no hubo fue prudencia por quienes lo programaron, pero esta virtud cardinal no es obligatoria, sí recomendable.

Aludía al principio al profesor Inglada y su feliz memoria que se plasma en lecciones imposibles que demuestran que la denostada facultad del recuerdo es cuestión mayor. A los españoles, a estas alturas, no se nos ocultan los nombres de la corrupción de este tiempo, como no lo hacen los de otros tiempos en todas las banderías. Y, en la pronunciación, se hace más que un equipo de fútbol. Todos muy apretaditos en -las mismas- filas, desde la querida esposa, hasta el hermano, pasando por el ministro putero, el aizkolari, el Tito, el Súper, la del Adif, el director general, el número 3...

Todo bajo la presunta batuta del autoproclamado "arquitecto" que, por su real formación, ha fundido los plomos del Gobierno. El que pieza por pieza, compuso el puzzle de los cómplices -los socios de Waterloo, Ajuria Enea, las herriko tabernas, Garibaldis y sumares-, sabiendo que todos pillaban botín. Que la corrupción no sólo es robar. También es tararear porque, independientemente de la letras, desde el "one" a los aliados todos saben la pieza que se está interpretando. Mirar para otro lado no es opción.

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