Ángel Samper

Pilares aragoneses

Agricultor y ganadero
02 de Noviembre de 2022
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12 de Octubre del 2022. Zaragoza está llena de vida. El color y la alegría se han recuperado en cada rincón de la ciudad. Más de 2 años en chiqueras. Por fin podemos salir a la Plaza. Ha vuelto la fiesta. La Comparsa de Gigantes y Cabezudos arrancó el día 8 con motivos goyescos. El Pregón, la Ofrenda, la Cabalgata, el Rosario de Cristal, jotas, danzas, teatros, bandas, orquestas y conciertos, pero sobre todo la calle. Allí las charangas y grupos anónimos intentan sorprender a los viandantes con actuaciones insólitas que atrapan su atención y ¡cómo no! su generosidad.

La Plaza del Pilar, la calle Alfonso, El Coso, Independencia, Gran Vía…todo abarrotado. El espectáculo está por todas partes. Abstraído en la fiesta, llego a la parada del tranvía en Gran Vía. El luminoso apunta 5 minutos de espera. Sigo recreando la mirada mientras espero. Mis ojos se detienen asombrados en la figura de un señor que a unos pocos metros de la parada mira ensimismado un anuncio publicitario. Si no fuera porque viste traje y sombrero juraría que es Ramón, ganadero de Sobrepuerto y uno de los “últimos mohicanos”. Ramón nunca abandonó su montaña hasta qué claudicó o, mejor dicho, lo hicieron claudicar. Aguantó lo que pudo hasta que lo echaron. Los vendedores de humo y fabricantes de palabras le dijeron muchas veces que él no podía dejar lo que hacía, que era un diamante en bruto para las renovadas corrientes y fontaneros de la nueva política. Aguantó lo indecible, pero las corrientes y nuevos electricistas lo electrocutaron.

Avanzo unos pasos hacia él... ¡no termino de creerlo, es él! ... “¡Ramón! ¿pero qué haces tu aquí y de esta guisa? ¿desde cuándo tú… aquí en la ciudad?”

Me mira con sorpresa y alegría, aunque sus ojos reflejan tristeza. Él tampoco esperaba encontrarse conmigo. Nos damos un gran abrazo y al mirarnos nuevamente, le brillan los ojos. Señala el cartel. Un joven con aire de hippy, que seguramente no habrá visto una vaca en su vida, acompaña un eslogan facilón de los que últimamente inundan periódicos y vallas publicitarias. Ramón no entiende nada. "Ramón, esto es lo que hay, el mundo al revés... nos venden mensajes de los nuevos tiempos donde se rinde tributo a los burros, gallinas y perros”. Para hacerle reír un poco le cuento una anécdota. "Ayer mismo vi tres perros en un carro de niño, perfectamente alineados, estuve por hacer una foto, pero con eso de los derechos de imagen cualquiera se atreve".

Definitivamente, éstos no son los tiempos de Ramón sino de los “Ramones”. Las letras subversivas de este famoso grupo punk son más actuales que nunca: “Quiero matar y destruir. No soy un chico animal. ¿Por qué no lo entienden? (...) La subcultura y la involución están muy presentes en los tiempos paradójicos que nos está tocando vivir. Sí, es extraño, hablar de bienestar animal desde la contaminación y descomposición que nos ofrece el alquitrán y el asfalto, a la vez que echamos a Ramón y a sus animales de las montañas.

“Desde que plegué, to me da garrampas” -me dice, Ramón-.

“Ágora a parau cuenta a mía muller que nosotros no somos p`aquí. Esto no ye pa nosotros”.

 Señala la marabunta de gente y continúa hablando de su mujer con más cariño que recriminación.

 “No grama delante mio porque fe vergüeña” “¡Abéntalo todo a cascala! -deciba“

“¡A qué fin semejante angulema!-ceprenaba sempre, cuando le deciba de apechar y poneme más ovellas y reses”.

Me miró nuevamente y señalando a la gente, me dijo con tristeza. “L`angulema y´este, el chandrio que nos han montau” y continuó- “Pero n´ha sido a müller sino os ´destalentaus de menistros y ababoles que no paran d´empentar, enfarragar, incordiar, embolicar, y fatiar con as cosas de comer” “Ellos son os que m´han hecho abocinar”.

Se sacó el pañuelo para enjugar las lágrimas, le daba vergüenza que le viesen llorar. No tardó en sobreponerse. Ante mí estaba una de las personas que más admiraba precisamente por eso, su fortaleza y bondad natural. La naturaleza había sido todo para él. Los animales su vida. Su pasión, su mujer y su hijo. 

“Bien se vale o zancarrón de cria d´o fillo nostro, que nos ha feito müito goyos”.

“¡E a Virchen Pilarica!, no sé qué faria sin Ella”

A Ramón se le iluminan los ojos hablando de la Virgen del Pilar, le tiene una gran devoción. Me dice que al Apóstol Santiago le pasó como a él. Estaba a orillas del Ebro desanimado porque las cosas no le iban bien. La Virgen, que todavía vivía, se le presentó trayendo un pilar de jaspe, le llenó de coraje y le hizo prometer que construiría un templo allí, para Gloria de Dios y de todos los afligidos. A él, le sucede como al Apóstol Santiago… es ver a la Virgen y recuperar los ánimos. Por eso está hoy en Zaragoza.

“Agora, vengo d´ahí” -me dice Ramón “Tranquilo que todo va a ir bien -m¨ha dicho, a mía “Pilarica”- -Y antes de marchame, m´ha dicho- “¡Reza por todos los destalentaus!”

Me despedí de Ramón con otro fuerte abrazo. De ese abrazo sin palabras me llevé muchas emociones, pero no fue tristeza sino alegría el poso que dejó nuestro fugaz encuentro.

Subí al tranvía a empujones y, apretujado por una masa impersonal ajena a todo lo que no fuera su móvil, pensaba en Ramón y tantos como él. Su bondad y nobleza, su espíritu de sacrificio, su sencillez y su devoción a la Virgen del Pilar son los PILARES que han sostenido generaciones y generaciones de aragoneses…y así seguirá siendo.

Mientras sonreía me sorprendí tarareando la copla que canturreaba Ramón al despedirnos:

"Por ser la luz que me guía

es mucho lo que te quiero

eres Virgen del Pilar

mi caminico hacia el cielo".

 

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